Nuestra Señora de la Luz (1 de junio)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Iba la familia, José, María y el muchachito, a lomos posiblemente de un borrico camino del exilio, camino de un Egipto desconocido, según narra la tradición, escapando de los perseguidores. En Nazaret y alrededores quedaba muerta la inocencia de no se sabe cuantos chiquillos a quienes se ordenó degollar para que, entre todos los degollados, fuera uno el que herodes quería degollar. Iba la familia, por tanto, huyendo de ese delirio del loco y anciano Herodes, y con ellos llevaban los pocos enseres. Siempre que se emprende camino por necesidad las pertenencias que se llevan son escasas, porque el camino es largo y lo que se necesita es solamente lo imprescindible. Todo emigrante espera que, a la llegada a destino, por incierto que el destino sea, algo comenzará a surgir.
Pero durante el trayecto se necesita el descanso, el tomar fuerzas, y más cuando se lleva a una criatura de escasos días y con tantas necesidades. Y cuenta la tradición que en ese camino se toparon con un lugar llamado Zeitoun, ya en territorio egipcio, y allí decidieron reposar solamente lo necesario. Los caminos son para continuarlos, no para quedarse a medias. Pero los descansos son imprescindibles para poder, definitivamente, llegar. Y eso fue lo que hicieron: reposar, asearse, cuidar de la criatura, tomar fuerzas.
Y dicen también que a ese mismo lugar a retornado buena cantidad de veces la Virgen, en cuerpo de luz, reflejándose sobre la cúpula de una iglesia que allí construyeron como recuerdo de aquel reposo. Y dicen, además, que esa Virgen luminosa, no le teme a las cámaras fotográficas, a las que ha permitido captar su luminosidad.
Yo he visto alguna de esas fotos. Se trata de fotografías nocturnas pues siempre se aparece de noche. Lo curioso es que los fotógrafos que se aventuran a plasmar el portento no necesitan flases especiales, pues la luz es tal, y tan concentrada en la figura, que de por sí es suficiente. La foto que vi es muestra un resplandor de luz nocturna recortándose sobre la nocturna oscuridad. Sí se aprecia una figura de Virgen tradicional, pero no extraída por la magia del pintor sino difuminada para que los detalles no sean tan evidentes. Sí sé otra en todo su vuelo una paloma igualmente luminosa sobre la cabeza de la Señora, revoloteando. Y también se percibe, aunque desfigurados, los contornos de la cúpula de la Iglesia.
No entro en la discusión. Estas apariciones luminosas y nocturnas siempre hay que verlas con la luz necesaria. Aunque lo importante no es tanto lo que se ve, o la fotografía que la cámara pueda captar, sino lo que proyecta. Y lo que proyectan estas imágenes son la creencia de la luz diáfana de quien se ha convertido en Nuestra Señora de la Luz. Un descanso luminoso para todos los caminantes, emigrantes lo no, que tienen que trasladarse en medio de la oscuridad para conseguir mejor acomodo.
Los trabajadores del gas y de la electricidad se han adueñado de esta Virgen y la veneran como Nuestra Señora de la Luz. Y nada mejor protección, digo yo, para transitar por este camino siempre oscuro de la emigración.