Caterina, la bonita

Autor: Adolfo Carreto

 

 

      Las autoridades religiosas italianas echan el ojo a Caterina y dijeron: qué bonita es, la tía. Las autoridades religiosas tenían en sus manos el expediente de la mujer, profesora de religión durante catorce años, y a sus treinta y ocho años, que es una edad para que la belleza de la mujer se manifieste completamente madura, dijeron: ¡qué enseñará esta mujer! Se referían a qué tipo de enseñanza religiosa enseñaba, pues el resto del cuerpo era claro y transparente. Vieron las autoridades eclesiásticas italianas primero el expediente de la mujer, un expediente grueso, de catorce años de ejercicio, con fotografía atrasada de catorce años, y la vieron tan bonita que les entró calambre. Así es que solicitaron fotografía más al día, para comprobar no la evolución de las clases de religión impartidas por la señora sino su evolución corporal, si había progresado la belleza o se había deteriorado. Y no, no se había deteriorado. Las miradas de las autoridades se toparon con una belleza a la medida, con un cuerpo que podía competir con cualquier virgen de cualquier altar, y eso no parecía digno.

     Pensaban las autoridades religiosas italianas que los alumnos de Caterina podían deslumbrarse ante su belleza, ante su forma de caminar, ante esa sonrisa madura y todavía fresca, ante ese vestido que ocultaba todo pero que no podía ocultar lo evidente. Y dijeron que no, que la religión no es para que entre el cosquilleo len el cuerpo de los adolescentes, extasiándose ante la imagen de su profesora- Y le suspendieron el trabajo.

     Las profesoras de religión, en Italia y otras catolicidades eclesiásticas, tendrán que pasar revista ante las autoridades antes de acceder al cargo. Nada de mirarse al espejo antes de salir para el colegio, nada de maquillaje, si el rostro va con ojeras, mejor, si el peinado anda desequilibrado, tanto mejor, si el vestido es de corte talar a la antigua, pues procede. Tienen ahora las profesoras de religión que cuidar su físico para mal, pues de lo contrario, peligra el puesto. Tienen las profesoras de religión darse flagelaciones en su alcoba, antes de salir para el colegio, para que los alumnos puedan contemplar la fragilidad del cuerpo y no la exuberancia del mismo. Una profesora así, bonita, de excelente porte, ejecutiva como mandan los cánones, no puede hablar de pecado y sus consecuencias, porque tal prédica no concuerda con su físico.

      Pobre Caterina, excomulgada por ser bonita. ¡Pobre religión y su propagación, destinada a la fealdad y otras incongruencias.

      Se ha quejado la profesora ante los tribunales y las autoridades religiosas se han defendido:

-         Es que, además, es divorciada.

     ¡Pobres las divorciadas! Habrá que caminar nuevamente a todos los alumnos que han pasado, durante catorce años, por las aulas de Caterina para comprobar qué moralidad cercana a la fealdad les ha enseñado, porque de lo contrario tendrán que repetir la asignatura.

     Parecieran éstas noticias de hilaridad. Pero resulta que no, que los censores religiosos cuidan mucho estos detalles. Y leso para que la religión sea más popular. Que Dios nos bendiga y que el cielo no se vuelva feo porque, de lo contrario, se queda sin clientes.

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