Juana María de Maillé o un casamiento por conveniencia (28 de marzo)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Anda María de Maillé por las calles de Tours con el rostro cabizbajo. Anda de un lado para otro queriendo ocultar una belleza que no puede. Son dieciséis años y tiene que casarse. No quiere, pero tiene que casarse. No quiere al hombre con quien tiene que casarse y él posiblemente tampoco a ella. Así es que un matrimonio más irreal, imposible. Pero la nobleza manda, la nobleza impone, la nobleza exige, la nobleza tabula los casamientos.
Anda María de Maillé por las calles de Tours y el joven militar no es de mal ver. Marca el paso como todo militar. Mira de frente como todo militar. Luce el correaje como todo militar. Tiene porte. Pero no lo quiere.
Anda el joven militar por las calles de Tours y tiene que acercarse a ella porque ya sabe que es la elegida, y para seguir adelante en la carrera no hay vuelta atrás. Y la ve bonita. ¿Quién en Tours no ve bonita a Juana María? Un poco tímida sí parece, pero esas deficiencias se curan cuando sus amigas le hablen de lo que hablan las amigas de la nobleza en las fiestas de la nobleza cuando se topan con los hombres de la nobleza. No anda con la mirada desafiando, como otras, pero esa virtud también se cura. Se encargarán de ello. Ve el joven militar a Juan María y la contempla como es, bella, joven por demás. Pero no la quiere.
- Tenemos que casarnos.
- Eso dicen.
No hay rebeldía. Sumisamente se casan. La boda es como la nobleza obliga. La fiesta con la alegría que marca la nobleza. El futuro como la nobleza lo ha pronosticado. Se casan y todo lo demás vendrá por añadidura. Pero no se quieren.
- Si no nos queremos, para qué amarnos…
- Pues no nos amemos, pero sí respetémonos.
Eso sí, el respeto sí. El respeto es el amor sin más pretensiones que el respeto.
- Tengo que irme a la guerra.
- Ten cuidado.
¡El respeto!
Esta es una guerra interminable, tanto que terminaron llamándola la Guerra de los Cien años. Franceses e ingleses no deseaban reposo. La guerra no respeta. Juana María recibió el recado:
- Han apresado a tu esposo los ingleses.
- Hay dinero para el rescate.
- Hubo dinero para el rescate y fue rescatado por dinero. En las guerras pasan estas cosas. No había amor pero respeto sí. Y por eso hubo rescate. Fue rescatado pero murió después. Los padres del militar acusaron a la viuda de malgastar el patrimonio. Pero la joven Juana no quería pleitos por culpa de dinero y se retiró hacia la soledad. La nobleza se le hacía pesada, y ya no había impedimento de por medio. Se hizo terciaria franciscana y profesó una castidad que siempre había tenido. Aunque la humillaron, perdonó.
Muchas historias se comentaron por las calles de Tours pero nunca la de ser infiel. Ella y su esposa se fueron fieles en el respeto, porque lo del amor matrimonial había sido una componenda. No se querían como casados, pero se respetaron. Así es que para esta mujer su santidad consistió en el milagro de vivir con quien no quería pero con el máximo respeto. Eso dicen.