Mi Virgencita (13 de mayo)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Esta Virgen es mía desde que nací, desde antes. Esta Virgen es mía desde que fue Virgen y yo lo sé. Esta Virgen es mía desde el día que la vi. cruzar la frontera, allá en Salamanca, donde el Duero es río para las dos riberas, España y Portugal.

 

 Esta Virgen es mía desde el día que mi padre, aficionado a las palomas, soldó tres en su honor y una de ella no quiso alzar vuelo desde las andas de la imagen hasta que a la imagen la llevamos al pueblo vecino. Esta Virgen es mía porque sí. Cada 13 de mayo, en esta orilla, y con una vela que nos regalan los portugueses del abasto para la procesión, camino al lado de ella, entonando el Ave, Ave, Ave María, acompañado por una orquesta de viento de unos portugueses que tocan muy mal pero con mucha devoción. Una liturgia que por estos lados patrocinó el Padre Juan Morera.


Esta Virgen es mía por los tres pastorcitos, por la cova, por la cueva, por el monte, porque yo anduve los mismos vados que ellos transitaron, porque las leyendas me importan menos, porque la devoción me importa más. Esta Virgen es mía desde aquel día cuando a mi hermano, dos años menor que yo y con todos los requisitos para ser niño pastor, lo vistieron de pastor, y mi tío Laureano le regaló un corderillo para arrodillarse ante la Virgen. Esta Virgen es mía porque siempre estuvo en mi casa, allá en el pueblo, y porque sigue estando en la mía, acá en Caracas, porque donde ella esté, estoy yo, o porque donde yo esté está ella.


Esta Virgen es mía sin desmedro de las otras, que todas lo son, y todas por algún motivo, pero esta lo es por nacimiento, por niñez, por no conocer casi a otra que no fuera Ella.
Esta Virgen es mía porque se me ha aparecido miles de veces, tantas cuantas yo quiera que se me aparezca, que de eso se trata lo de las apariciones: la Virgen se nos aparece cuando nosotros queremos, así no nos percatemos de que queremos.


Esta Virgen es mía con todas las de la ley, que es la ley de la niñez que se convierte en la niñez de por vida. Si no hubiera más advocaciones a la Virgen, yo tan contento, porque con la de Fátima me crezco, con la de Iría me convierto en muchacho de andar por el campo, con la de la cova nuevamente me introduzco entre las peñas para ver si descubro alguna aparición. Lo hice de muchacho, y nunca se me apareció de verdad, es decir, no descubrí la materialidad de que hubiera estado allí, pero sí la certeza de que por esos andurriales anduvo, y anda.


Esta Virgen es mía porque tengo tres primos que se llaman Francisco, Jacinta y Lucía, y una dinastía que tenga en su cronología vital a los tres pastorcitos, qué más puede pedir…


Esta Virgen es mía, y que no se me pongan celosas al otras, a las que también venero, pero, ¡cónchale, no tanto! Porque esta portuguesa me encandiló a la edad en la que uno se encandila con las Vírgenes y las apariciones. Tenía yo entonces la misma edad de los tres portuguesitos, y muy posiblemente las mismas devociones. Pero el viento no sopla igual para todos. Aunque a mi nadie me quita de que la Virgen anduvo el camino desde Iría hasta el de mi pueblo para tenderme una mano y decirme lo que siempre dice la Virgen, sea la que sea: me refiero a lo de la paz.


Así es que, con perdón, este trece de mayo es también el día de mi santo, el día en que se nos apareció la Virgen sobre la copa de una encina o en nuestra imaginación, que viene a ser lo mismo. El lugar es lo de menos. Lo que importa es lo de dentro. Porque el trece de mayo en Cova de Iría bajó de los cielos la Virgen María, Ave, Ave.