Juana de Arco o la espada que embruja (11 de mayo)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

La he visto en las películas y es para no creerlo. Heroínas siempre las hubo, siempre las habrá, pero como esta muchacha campesino, que era lo que era, pocas. Esta es una de las santas de espada en mano, que es precisamente lo que menos me gusta de ella como santa pero lo que más me conmueve como heroína. Una de esas mujeres que no le temen a su condición de llevar faldas sino que alardean de su condición de entereza. Una de esas mujeres que han hecho del honor un sacramento, y de la buena reputación su coraza. Juana de Arco, porque su padre así se apellidaba, o de Orleáns, porque fue la batalla que le dio fama es una de esas mujeres con armadura, a lomos del caballo, arengando a los suyos. Una de esas mujeres que cuando tienen de frente al enemigo lo enfrentan, no lo escabullen. Una de esas mujeres que miran de frente para que quien la ataca agache la mirada. Una de esas mujeres que sabe dónde está el norte y no anda por atajos para llegar a destino sino que pone el pecho y avanza.
Una santa con mando de capitana de tropa real, no de tropa celestial, que combate al enemigo inglés no al enemigo del infierno, que quiere salvar a la patria porque quienes tienen que salvarla carecen de lo que hay que tener para la empresa. Una muchacha, campesina, sin letras, presumo que arrogante, que le dice al rey:
- Quiero el mando de las tropas. Derrotaremos a los ingleses.
Y el rey le concede el mando porque el rey ya no confía en nadie para el mando.
El rey se ha vuelto loco, el rey confía más en una campesina iletrada que en sus mandos, el rey ya no esta en sus cabales, el rey ha sido hechizado por la muchacha. Así comentan en palacio y en el campo de batalla. Pero ahí va Juana con una bandera blanca, en la que ha hecho bordar Jesús, María, y arenga. ¿De dónde saca el grito esta campesina? ¡Del campo! ¿De donde saca los arrestos? Dicen que reza. Dicen que antes de la batalla ruega a dios y a la Virgen. Dice que confía tanto en las armas como en el crucifijo. Dicen que no sirve para matar pero que hechiza a los de su bando para que maten. ¿Quién es esta muchacha?
Vencen los franceses y Juan pasea como heroína. Vuelven los ingleses, y Juana es hecha prisionera. ¿Se vengan los ingleses? Pues claro, como se vengan siempre los que tienen prisioneros.
Los de su bando ya no la quieren. Es verdad su valentía, dicen; es cierta su osadía, aseguran; es auténtico su don de mando, su estrategia, intentan alabar. Pero ya no la quieren. Es mujer y en la corte puede ser decisiva. ¿Por qué ha ganado tantas batallas? ¡Mírenla cómo se viste! ¡Mírenla como cabalga! No parece mujer. Está embrujada. Otros dicen que es santa, pero vencen quienes aseguran que está embrujada. Y la Iglesia tiene remedios contra los embrujados.
- ¿Qué ha sido condenada a la hoguera?
- Con todas las de la ley.
Prenden la hoguera y la atan a un poste. Unos la increpan, otros se arrodillan y le rezan. Las llamas, lentamente, hacen de las suyas. Huele a carne quemada, pero no hay gritos. Y muere.
Dicen que la condenaron por celos, porque los hombres no podían permitir que una mujer los hubiera dejado en ridículo. Y yo creo que es cierto. La iglesia la ha santificado como mártir y los franceses la conservan como heroína. Yo la conservo como una campesina que todos los días avanzaba por las veredas de su pueblo cortando flores silvestres para ofrecérselas a la Virgen. Era una niña, y yo he visto a muchas niñas en mi pueblo que hacían lo mismo. Uno nunca sabe cuándo comienza y cuando termina lo heroico.