San Cirilo, el desterrado (18 de marzo)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Pues nada, que no querían que se asentara. Treinta años como obispo de Jerusalén y la mitad no lo dejaron ejercer. Así es que intentaba poner orden desde el destierro. No lo querían ni los de extrema derecha ni los de extrema izquierda. ¡Hay los extremos! No lo querían porque unos y otros deseaban que se definiese. Pero definirse, para unos y para otros, era cuadrarse con los intereses de cada cual. Lo del medio no cuadra, nunca ha cuadrado para los extremos. O estás conmigo o estás contra mí, no hay alternativa. Así es que por intentar ser ecuánime, por dar la razón a unos cuando la tenían, y a los otros cuando también la tenían, y por quitar la razón a unos cuando no la tenían, y quitársela a los otros cuando tampoco la tenían, el premio era el destierro. Cinco veces lo desterraron unos y otros, y la última vez el destierro duró once años.
Pero con destierro lo sin él continuaba siendo obispo de Jerusalén.
La mayor de las acusaciones, fue la de malversación de las finanzas de la iglesia. Este tipo de acusaciones, como se ve, tampoco es nuevo, aunque ahora no haya gobierno que se escape, ni siquiera los gobiernos eclesiásticos. Ocurre que este Cirilo no negó jamás la venta de las posesiones eclesiásticas de la iglesia de Jerusalén. Lo hizo, pero no para beneficiarse él, sino para beneficiar a quienes carecían de todo. Dicho en lenguaje entendible. Para socorrer a los pobres. Pero los bienes de la Iglesia, al parecer, no son para socorrer ni siquiera a los pobres, son para el mantenimiento de la estructura de la Iglesia. Lo que ya le chocaba a Cirilo, y lo que todavía hoy sigue chocando.
¿Y quienes lo acusaban de semejante pecado? Los de un lado, cuando les convenía. Los del otro, cuando igualmente les convenía. Así es que el fondo de la acusación, se me antoja, era otro: era desacreditar al obispo porque no cedía en su predicación contra las desviaciones teológicas de las que interesadamente se beneficiaban la extrema y la derecha.
Y es que el guión de este tira y afloja como que no ha variado. Las finanzas eclesiásticas en todas las épocas han sido un argumento de fricción. Suelen ganar casi siempre quienes a ellas se aferran, quienes de ellas se benefician, poniendo a >Dios como único depositario de semejantes riquezas.
Cirilo escribió la famosa Catequesis, para ilustrar en la creencia sobre todo a los incipientes, así es que escribió para que pudieran leer los incipientes. Esto parece también una especie de herejía: las cosas de Dios hay que explicarlas para que solo las entiendan los entendidos, porque son demasiado profundas. Con lo cual Cirilo no comulgaba: si Dios se manifiesta para que los sencillos no lo entiendan… ¿qué sentido tiene la manifestación?
Juliano, el Apostata, emperador, le echó un pulso:
- Reconstruiré el templo de Jerusalén para que perdure eternamente y así demostrar que Cristo no tenía razón.
- No prosperará ese intento –argumentó Cirilo.
- Lo veremos.
No prosperó. Toneladas de materiales fueron amontonándose para su construcción. Todo listo, pero ni siquiera los cimientos prosperaron. Y sin que hubiera milagro aparente de por medio.
Si no hubiese sido por los destierros, se diría que se trataba de una vida normal de obispo, aunque, a pesar de los destierros, lo fue. Murió a los setenta y dos años con una Jerusalén algo más pacificada. Era el año 386. Y no se me ocurre contar de él milagro alguno, a no ser el de ese ida y vuelta entre destierro y destierro.