Cirilo y Metodio o de cómo la lengua salva (14 de febrero)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

No se llamaban Cirilo ni Metodio sino Constantino y Miguel, pero han pasado a la historia con aquellos nombres Tampoco eran eslavos sino griegos, pero han pasado a la historia, no solamente a la eclesiástica sino a la literaria como los apóstoles creadores del alfabeto de los eslavos. No iban para religiosos sino para funcionarios, pero pasaron a la historia como los grandes cultores de la lengua de estos pueblos europeos y nórdicos. Eran hombres de letras, y sí han pasado a la historia como hombres de letras, por más que Cirilo pretendiera el silencio del monacato. Metodio si llegó hasta el episcopado. Tal así, que estos dos hermanos griegos se han convertido en los santos de Europa, entre otras razones por su insistencia en la unificación de los pueblos. Una unificación que pretendieron realizarla a través del entendimiento del habla y de la escritura. Inventaron el alfabeto al que conocemos como “cirílico” pero inventaron, sobre todo, la divulgación de las creencias mediante un lenguaje común. De ahí que se les considere en gran medida como precursores de la unidad europea. ¿Algo más de moda en estos tiempos?.


Así es que el gran milagro de ellos consistió en la invención de esta forma de comunicación denominada cirílica. Era el siglo IX y lo que pretendían parecía un exabrupto, inclusive un atentado contra la tradicional forma de evangelización.
Era de común parecer que el Evangelio únicamente debía ser propagado a través de los tres idiomas universales y en uso: el griego, el hebreo y el latín. El resto de las lenguas eran peligrosas: podían atentar contra la esencia del mensaje. Y así se lo hicieron saber sus detractores:
- Pero bueno, vamos a ver: ¿cómo es posible crear libros para los eslavos para que entiendan nuestra doctrina? Ni a los apóstoles, ni a los Papas, ni siquiera a Agustín se les ocurrió semejante desatino? Traducir la palabra de Dios a lenguas no oficiales es una herejía.
Los argumentos de siempre: el temor a que todo se contamine, la prohibición bajo el argumento del por si acaso, la tradición por encima del entendimiento, lo ortodoxo sobre lo sospechoso. Pero Cirilo, filósofo, les contestó:
- ¿No es cierto que Dios manda lluvia por igual a todos? ¿No es cierto que para todos el sol brilla por igual?¿Y sin embargo, no tienen ustedes vergüenza de admitir sólo tres lenguas y por tanto disponer que todos los pueblos y tribus de otras lenguas queden ciegos y sordos? Explíquenme: ¿es que consideran a Dios impotente de prodigar esa luz a los demás pueblos o piensan que Dios puede tener un afán de envida para no desearlo.


Pues ya está, ese es el argumento, el que vale, el de entonces y el de ahora. Estos hermanos han pasado a la historia de la santidad por evangelizar como Dios manda, con la lengua acorde, independientemente de que sea la oficial o no. Y este sí es un milagro para mentes que sólo piensan que son auténticos los milagros oficiales. Dos santos del siglo IX que encajan a la perfección en esta Europa de hoy que se las da de integracionista. Se trata de entenderse, pero para este milagro siempre se inventan demasiadas trabas.