Santa Eulalia o el enfrentamiento (12 de febrero)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Me gusta esta muchacha por su arranque juvenil, por su desparpajo, por su convencimiento. La veo caminar por las calles de Barcelona, o de Mérida, como han caminado y caminan otros y otras de su misma edad y por causas parecidas. Hoy se llevan pancartas, entonces no. Hoy hay posibilidad de agrupamientos y convocatorias, entonces escasos. La Barcelona del siglo IV no era la de hoy. Hoy hay política de por medio en todo esto. Entonces también. Para los emperadores romanos el cristianismo era un asunto político, y para muchos políticos de ahora, también. Protestar contra la guerra siempre ha sido un asunto político, para quienes protagonizan las guerras y para quienes las detestan. Antes y ahora. Y Eulalia, joven, decidida, afrontando los riesgos, se fue ante la autoridad y le dijo:
- No. No puedes obligar a los cristianos a adorar a tus dioses. Y yo no los adoraré porque no son los míos.
Decio era un tipo que se la tenía jurada a los cristianos, eso es claro. Los llamaba sectarios porque pertenecían a una “secta” que no comulgaba con la oficialidad. Y contra los sectarios, es decir, contra quienes se oponen a las normas de la legalidad establecida, no queda más remedio que la represión. En cada época la represión se ejerce a su estilo, pero la muerte siempre anda de por medio.


Me gusta la entereza de esta muchacha, bonita por demás, de cabellera larga, de familia bien en la Barcelona de entonces, la cual me da que no se diferencia mucho de las muchachas de la Barcelona de ahora, también bonitas, también con melena a la época, también con vestimentas que hasta pueden salirse de lo común. Me gusta porque defendía entonces lo que continuamos defendiendo ahora: la libertad de creencia, la libertad de conciencia, los derechos de adoración, los rechazos a los fanatismos.


Dicen que su nombre, Eulalia, significa la que habla bien, y de eso tenía fama entre los suyos. Pero sobre todo la que razonaba bien. Dicen que dijo a quienes reprimían:
- ¿Por qué los cristianos no pueden creer?
Y es verdad, ¿por qué la gente no pueden creer en aquello que el resto no creemos? ¿Por qué nos empeñamos en que únicamente es válida nuestra creencia?


No sé si los jóvenes de hoy conocen la historia de esta muchacha, Eulalia, española, barcelonesa, o emeritense. Porque también los de Mérida dicen que les pertenece y la tienen como suya. Como las fechas no parecen coincidir es muy posible que no se trate de la misma Eulalia, aunque en el fondo sea la misma. La misma intención, el mismo coraje, la misma entereza, el mismo enfrentamiento, la misma decisión y el mismo martirio. Porque Eulalia fue martirizada. Primero degradándole su cabellera, pues el poder sabe muy bien qué es lo que le gusta a una mujer, inclusive para presumir. Pero luego ya lo definitivo, la muerte. Dos Eulalias en una, o una misma Eulalia para todos. No importa tanto eso sino el hecho de que Eulalias las hubo, las hay y las habrá. Unas más anónimas que otras, pero todas con la misma “santidad”.