La aparición (11 de febrero)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Se llama Bernardette y con eso parece estar dicho ya todo. Y si a esto le añadimos, Lourdes, poco más hay que añadir. El resto es historia de todos los días, para todas las edades e, inclusive, para personas de todas las creencias. Se trata de un cuento de hadas en la que el hada es la Virgen, y la beneficiada una criatura de escasas luces, de contextura incierta, de salud para pocas licencias, endeble, pobre, necesitada. Hubiese pasado por la vida en el más absoluto anonimato. Pero la vida se empeña en las sorpresas, y la sorpresa reservada a esta muchacha fue la aparición. Así la relató ella misma:
- Cierto día fui a la orilla del río Gave a recoger leña con otras dos niñas. Enseguida oí como un ruido. Miré a la pradera, pero los árboles no se movían. Alcé entonces la cabeza hacia la gruta y vi a una mujer vestida de blanco, con un cinturón azul celeste y sobre cada uno de sus pies una rosa amarilla, del mismo color que las cuentas de su rosario.


Puedo dar fe de esta narración porque yo también fui un niño de ir al campo a por leña, de mirar a un lado y otro por los ruidos, de creer que todo se paralizaba, ramas de árboles, viento, lluvia incluida. Así es que esa estampa me la conozco a la perfección. Lo que no me pasó fue el resto: no hubo Hada para mi susto, ni fantasma posible, ni jugada de la fantasía. Un ruido inesperado pudiera ser el desgajarse de una rama, pudiera ser un animalito correteando o un pájaro en busca de refugio. O sea, que en mi caso, la aparición no se dio. Y no me siento defraudado, la verdad, porque esto de las apariciones arrastran muchos intríngulis.


Después de tantos dimes y diretes, después de tantas presiones con Bernardette, después de tantas consultas entre entendidos, después de tantos regaños de los padres... lo cierto es que la aparición prosperó. Y continúa prosperando. Ya nadie piensa en fábula, ya nadie duda del fenómeno. El hecho ha sido consumado y no hay día que el Santuario de Lourdes se convierte en una esperanza para crédulos e incrédulos, para enfermos del alma y del cuerpo, para creyentes fanáticos y para fanáticos agnósticos. Lo de Lourdes está ahí, y quien lo ponga en duda que vaya y lo compruebe. No hay más argumento que el de Santo Tomás: alargar la mano y tocar el manantial.


Era un 11 de febrero con todo el rigor del invierno por aquellos contornos. Por eso la leña para armas la lumbre, calentar la cocina y cocinar lo poco que se tuviera era de absoluta necesidad. Ahora aquello ha pasado al olvido. Ahora las películas han prosperado, los milagros se hacen cada día más rotundos y Lourdes bulle de peregrinos. ¿Se le apareció o no la Virgen a Bernardette?. De lo que sí estoy convencido es de que hubo aparición y de que el milagro ha seguido prosperando desde aquel 11 de febrero de 1858. Bernardette tenía catorce años.