San Euquerio o la luz electrica (20 de febrero)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Si a usted se le apaga la luz no acuda a San Euquerio, pague la factura y ya. Y si no es por culpa de factura, pues por otra causa será, pero ese desperfecto no se lo puede arreglar el santo, porque no es electricista y por ende, de eso no sabe. Hasta para hacer milagros hay que saber un poco del asunto porque, de lo contrario, el milagro se convierte en sospecha. Y es que nos resulta más cómodo acudir a quien sea para que nos arreglen los desperfectos que agachar el lomo. Dicen que este tal Euquerio fue monje primero, obispo después y finalmente monje, y entre las rarezas que hizo una fue esta: que no necesitaba aceite en las lámparas para que las lámparas llamearan. Quien se precie de santo, y los santos verdaderos jamás se precian de serlo, sino todo lo contrario, no se permiten estas licencias, estos trucos o estas magias. Así que esto que de él cuentan será muy piadoso pero poco recomendable: a pagar, para ver, o a llamar al electricista, que en eso consiste el milagro. Dicen igualmente que fue obispo antes de ser santo, lo que tampoco cuadra, a pesar de que a su madre, un señor vestido de blanco, le dijera: Concebirás y darás a luz un hijo que será obispo de Orleáns. Lo fue, es verdad, pero no porque el hombre se anticipara. Lo fue porque su madre tenía ganas de un hijo y le dijo al esposo: Tengo ganas de un hijo: hagamos lo que tenemos que hacer. Lo hicieron, y el hijo se dio. Y este fue el primer y mejor milagro, porque no hay mayor milagro que el de dar a luz. Posiblemente de ahí el cuento de la luz de las lamparitas, esas que alumbraban sin aceite.
Lo cierto es que Euquerio existió, que primero fue monje, que luego fue obispo a su pesar, por aclamación popular, y que después, desterrado, regresó a la abadía y en ella murió año 743. Y todo porque se opuso al rey para que no utilizara los dineros de la Iglesia para sus campañas guerreras. Otros menesteres más urgentes había que atender, a juicio del obispo, y no subvencionar aquellas guerras que solamente servían para el engrandecimiento del guerrero.
Aunque lo que me convence de este obispo es, posiblemente lo más simple, lo más cotidiano, aquello en lo que uno apenas repara: poner orden en el desorden de los eclesiásticos a él encomendados. Dicen que les dijo:
- El ejemplo en la vida personal es la primera predicación para convencer al pueblo.
Esto sí me convence y esto sí es virtud. Arranca ya esta sabiduría desde San Pablo por aquello de que poco sonido tienen las campanas que suenan si en el sonido no suena la caridad.


El pueblo desconfía en muchísimas ocasiones, y con razón, de la palabra, de la declaración, del ser buenos, cuando el que lo proclama al menos no se le nota. Porque también viene a cuento lo de la mujer del César, que no solamente debe ser decente sino parecerlo.


Así que este Euquerio vino al mundo sin otras pretensiones que las normales y cuando no tenía aceite usaba velas de sebo y cuando no, se quedaba a oscuras. Porque también es bien sabido que a veces, sumidos en la oscuridad, iluminan las mejores clarividencias.

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