La desconfianza informativa

Autor: Adolfo Carreto

 

 

    Son los mismos medios los que nos ponen al tanto de que no creamos en ellos, quiero decir, en los otros. Son los medios los que nos informan acerca de los tejemanejes financiero informativo de la noticia. A los informadores modernos se les condiciona no solamente con cheque, con puesto, con ideología sino también con política económica, que es el dogma de fe que los mismos medios, diariamente, exponen ante nuestra consideración

     Leo diariamente la prensa de España y no hay día que no me sorprenda la noticia de pedrojotas, vocentos, triquiñuelas, licencias interesadas para transmisiones, editoriales políticamente partidizados, económicamente partidizados, religiosamente partidizados, desgraciadamente partidizados. No hay día de que los mismos medios no se desnuden ante nosotros contándonos las intimidades de sus contrincantes; siempre, claro, las intimidades económicas, que son, fundamentalmente, las que condicionan a la información. Así es que hoy día, creer en los medios, resulta un dogma increíble, resulta una desinformación con todas las de la ley.

     A Berlusconi siempre se le ha metido en el enredo de las finanzas informativas. Hoy nuevamente está de moda. Pedrosota se ha enfrentado con el financista informativo italiano que a la vez es político financista de su fantasía informativa. Y el italiano se ha metido con Pedrosota, que es un español amante de la información sesgada, igual que sus contrincantes. Porque en este tinglado no se puede apostar ni por unos ni por otros.

     Nos topamos, además, con el quehacer de no pocos periodistas, y en todos los países han salido a relucir hombres y nombres inventadores de esas noticias que todos hemos dado por creíbles pero que luego han resultado increíbles. Por más que veamos las escenas últimas de las últimas guerras, que son la prolongación de las guerras de siempre, siempre vamos a toparnos con la incertidumbre de la certeza. Y digo que no se trata de defender esta causa o aquella, que es precisamente de lo que se trata en la vocación y obligación de informar por profesión, sino de deformarla conscientemente para que lo que se ve se vea de otra manera. Estamos ya tan acostumbrados a los desmentidos que para qué una noticia si no viene con el aval de la limpieza político económica y religiosa.

     Dicen que en esta diversidad de opiniones se encuentra la objetividad, el poder de cada cual para aceptar la parte que piensa verdadera. Y yo digo que no, que es más sutil la manipulación, que es mucho más sutil el argumento económico, que es mucho más sutil y escurridizo el argumento religioso, sobre todo el religioso  cuando pretende venir avalado por un rostro en el que no debiera aparecer la sospecha. Pero ¿cómo no sospechar de las sonrisas de Rouco, es solamente un ejemplo, con todo lo que hemos oído y desoído?

     Así es que mal andamos en esto de estar informados. Muy mal en el sacramento de la objetividad. Pésimamente mal en el otro sacramente, en el de la creencia. La fe del carbonero ya no es sustentable, y menos en este negocio de la información. No hay que abrir los periódicos de ayer, hoy o mañana, o pulsar el mando de esta o aquella televisora para darnos cuenta  que lo que leemos, de lo que vemos no es la verdad. Y esto, claro está, asusta.

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