Teofilo o el culto a las imágenes (7 de marzo)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Pues nada, que caiga todo: los símbolos al paredón, las estatuas de madera al fuego, los estandarte a la hoguera, los monumentos a las cenizas. Nada de mausoleos, nada de plazas para próceres, nada de arcos de triunfo, nada de distintivos de ninguna especie. Quien haya pasado por el mundo dejando impronta, fuera con su impronta. Quien haya muerto en una cruz, pues muerto está, para qué la cruz si ya no hay muerto. Nada de Budas, ni de Cristos, ni de Próceres nacionales, ni de Centuriones, ni de Libertadores. Nada de catedrales, ni pagodas, ni mezquitas, ni sinagogas. Nada. ¿Para qué? ¿Qué es eso de andar perpetuando lo que no es perpetuo? ¿Qué es eso de andar dando culto, pleitesía, reconocimiento, admiración, devoción a lo que es perecedero? ¿Para qué fijarnos en alguien o en algo que no seamos nosotros mismos?. ¡Fuera museos, que son sepulcros en los que se pretende perpetuar lo caduco!


Mi madre no lo acepta. Que le quiten su medalla, no lo acepta. Yo no lo acepto, que me prohíban mi crucifijo no lo acepto. Y creo que nadie, de ninguna religión, debe aceptar que le priven de su identidad. Y creo que nadie, de ninguna nacionalidad, debe aceptar que le prohíban la admiración a quien luchó y se sacrificó por esa identidad nacional. ¿Por qué quitar de una pared pública un crucifijo?. ¿Por qué privar a El Greco que continúa idealizándonos el mundo material y espiritual de las almas? ¿Por qué deshacernos de El Guernica de Picasso, si en él se recuerda una de las tragedias más crueles del alma del pueblo español, con los signos y los símbolos del pueblo español? ¿Por qué echar por tierra la Torre Eifel, o las Torres Gemelas, o las estatuas de los Faraones, o las tranquilas y monumentales presencias pétreas de los Budas? ¿Por qué esa inquina? ¿Son tan peligrosas las estatuas? ¿Es tan peligroso que una mujer árabe luzca su velo, así oculte su rostro? ¿Es tan perniciosa la Estrella de David?


Pues esto que parece tan nuevo, no lo es tanto. Ya por los tiempos del Emperador León V, y antes, y después, las imágenes se habían convertido en peligrosas. Claro, en aquel momento se trataba de imágenes cristianas, pero ahora la fiebre se ha extendido. Estamos en la época de reinventar la destrucción de los símbolos, la aniquilación de las imágenes. También Savonarola cayó en esta trampa mandando a quemar, en Florencia, cuanta imagen se le antojaba a él no digna. Y es que esto de la dignidad con respecto a las imágenes es del color del cristal con que se mira.


Teófilo, cuando el Emperador León V, tuvo que enfrentar también este virus. Pululaban por entonces los mismos que hoy pululan: los iconoclastas y los iconiódulos, los que nada de nada, y los que todo de todo, es decir, los extremos. Eso de poner a la virtud en el medio ha dejado de ser virtuoso y lo que priva son los extremos, es decir, los fanatismo, esto es, las incomprensiones. Y esto no le iba a Teófilo, Obispo de Nicomedia, quien se enfrentó al emperador para defender el culto, no la adoración, a sus imágenes. Pero, al parecer, solamente son valederas aquellas imágenes que el Emperador dice que lo son. Pues Teófilo, ni corto ni perezoso, se enfrentó al mandamás y le dijo


- Si no permites que las imágenes vayan, pues vendrán sobre ti desgracias y pesares de los que te acordarás.
Pero para quien amenaza al emperador, al presidente, al que imparte las órdenes no hay más que un premio: la cárcel, el descrédito. Así es que Teófilo, por defender lo suyo, penó cárcel treinta años y en ella murió.

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