Rubias y delgadas

Autor: Adolfo Carreto  

 

 

Se prefieren a sí mismas rubias y delgadas. El problema no es que se prefieran, el problema reside en que, porque no lo son, sufren. Sufren  física y síquicamente. Sufren hasta la obsesión. Sufren porque se siente frustradas y protestan contra todo lo que hay que protestar porque la naturaleza les ha negado el don de parecerse a las rubias y a las delgadas.

     Las devotas juveniles de hoy día acuden a los altares donde se veneran a las diosas rubias y delgadas: Santa Cristina Aguilera, Santa Britney Spears, Santa Shaquira, para que les concedan el don de parecerse a ellas. Acuden estas devotas a estos altares y despliegan ante sus diosas el libro de oraciones, que no es otro que el libro de las dietas que han recortado de las revistas del corazón, porque son las dietas que a estas santas modernas las han subido hasta el trono de su cuerpo celestial, que es ese cuerpo envidiable, fotográfico, de estampa multimedia que tanto adoran sus devotas.

     Que un muchacho tenga en el altar de su cuerpo el afiche de cualquiera de estas diosas cabe dentro de lo calenturiento de la edad. Pero que sean ellas, las adolescentes, y en tropel, las que acudan a estos altares, ya es otra cosa. Quizá todo encaja pues dicen las muchachas que los hombres las preferimos rubias y delgadas, y su intento es que los hombres desplacemos de nuestros altares secretos a estas diosas modernas y publicitadas para colocar el milagro gracias a las dietas sagradas operado en estas jovencitas.

    Se trata de un estudio serio, científico, efectuado por los entendidos en la universidad  Ulster, en irlanda del Norte. Dicen que el ochenta por ciento de niñas, que es un porcentaje de altura, anhelan este milagro. Lo del color rubio pueden lograrlo con tintes cabelludos y con maquillajes, lo de la delgadez y las piernas largas acudiendo a las dietas de sus diosas. Abdomen plano y pernas largas. No he leído nada acerca de los senos, pero me imagino que alguna medida estándar se establecerá en esas biblias de la belleza de la delgadez.

     Los analistas, luego del análisis de los resultados, concluyen que esta moda de la divinidad delgada del cuerpo de las muchachas se ha convertido en una patología social. Una patología religiosa juvenil y de milagro de urgencia.

     Una mujer de buen ver siempre está bien, y no hay hombre que, a primera vista, no se incline ante la belleza. Lo que no termino de entender es eso de los cánones de la belleza femenina, también de la masculina, porque igualmente los hombres, aunque lo disimulemos más, oramos ante nuestros particulares altares de imitación y nos rendimos ante esas dietas que ellas mismas nos imponen. Por eso, lo que no acierto a comprender es el por qué de este pecado social, que en jovencitas alcanza al ochenta por ciento, según las encuestas realizadas en la universidad Ulster, que termina convirtiéndose en verdadero desequilibrio psíquico. Ahí están las anorexias, como colofón.

     Nuevos altares, nuevas diosas, nuevos dioses, nuevos libros de oración, nuevos sacrificios, nuevos ayunos, nuevas penitencias para conseguir ese milagro que tanto ansía la nueva humanidad, masculina y femenina, para ser felices. Y yo que pensaba que la religión era otra cosa.