Subiendo y bajando

Autor: Adhemar Cuellar

sitio web: Mensajes con poder  

 

 

Unos ocho días después de estos discursos, Jesús tomo consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y subió a un cerro a orar. Y mientras estaba orando, su cara cambio de aspecto y su ropa se volvió de una blancura fulgurante. Dos hombres que eran Moisés y Elías, conversaban con él. Se veían en un estado de gloria y hablaban de su partida, que debía cumplirse en Jerusalén.  Un sueño pesado se había apoderado de Pedro y sus compañeros, pero se despertaron de repente y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Como estos estaban para irse, Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡que bueno que estemos aquí!... (Lucas 9,28-33)

Al leer este emocionante pasaje del evangelio recordé algo que vi en la Televisión:

En un programa de televisión entrevistaban a un guía serpa del Nepal que ayudaba a los escaladores a alcanzar la cumbre del Monte Everest.

-¿Por qué lo hace? Pregunto el conductor del programa

-Para ayudar a otros a hacer algo que no pueden hacer por sí mismos, respondió el guía.

-Pero hay tanto riesgo, tantos peligros, dice el de la Tv ¿Por qué insiste en llevar gente hasta la cumbre de la montaña?

El guía sonriendo dijo: Es obvio que usted nunca ha estado en la cumbre

 

En el trabajo de evangelización, ante tanto esfuerzo, horas días y años que usted lucha y se esfuerza por hacer que otros suban la montaña de la fe.  En su fatiga y sacrificio por hacer que otros escalen  el “Everest espiritual”, en cuya cima se encuentra el Señor transfigurado lleno de gloria, usted lamentablemente se encontrara con familiares y amigos queriendo restarle importancia a su trabajo, escuchara voces negativas que le dirán: ¿Para qué tanto esfuerzo?  ¿Por qué tanta tiempo perdido?   ¿Vale la pena tanto riesgo?   

Ante tantas  preguntas la única respuesta valedera es: “Es obvio que ustedes nunca han estado en la cumbre”,  “se nota que ustedes nunca han estado en el monte de la transfiguración”.  

 Es cierto que el trabajo del evangelizador es de alto riesgo, es evidente que  llevar  a otras personas a la cima de la fe es difícil, pero todo esto se ve recompensado con la alegría y gozo que produce el ver que otros también  escalen y lleguen a la cima de la fe.

No hay mayor alegría que llevar a un esposo y padre de familia alcohólico a la montaña de la transfiguración,   ver a este hermano bajar de la montaña totalmente cambiado, lleno de la gloria de Dios,  verlo volver a su casa,  y ahí transformado por el poder de Dios, hacer de su hogar el cielo en la tierra.  Esto sí que  motiva a seguir evangelizando.

Y qué decir de los  que están perdidos sin esperanza, El esfuerzo por encaminar al perdido, el tiempo invertido en hacer que el pecador encuentre el camino de la salvación,   escuchar a tantos hermanos que después de haber tocado el fondo del abismo, lograron salir,  lograron subir al monte de la gloria, y tuvieron la gracia de encontrar a Jesucristo, verlos bajar de la montaña, contemplar el cambio de vida que provoco en ellos tener esta experiencia divina,  verlos proclamar y anunciar la noticia de la salvación. ¡Esto motiva! Esto saca de nuestros labios la frase: ¡Valió la pena!

 Apreciados: Sacerdotes, religiosas, evangelizadores, servidores, pastores, catequistas, maestros y todos los miembro de la iglesia de Cristo que emplean tiempo y más tiempo. A todos ustedes que se esfuerzan y luchan por comunicar la buena noticia: ¡Sigan Adelante! ¡Sigan luchando! A pesar de las pruebas, a pesar de las dificultades  ¡No se rindan! , Continúen llevando las ovejas al encuentro con su pastor Jesucristo.  Sigamos ayudando a los hermanos  para que logren llegar a la cumbre de la salvación. Demos lo mejor de nosotros para que muchos puedan experimentar y exclamar: “Maestro, ¡que bueno que estemos aquí!  (Lc 9,33) ¡Gracias Señor por esta experiencia indescriptible!, ¡Gracias Señor por transformar y cambiar mi vida!, ¡Gracias por la Fe y la Salvación! Amén.