Navidad polaca

Autor: Ricardo Esponda Sada

 

 

De todas las tradiciones navideñas que conozco hay una que se lleva las palmas. Se trata de la tradición polaca del Opłatek (que en castellano se pronuncia opoatek y significa oblea). El Opłatek es una lámina rectangular de pan del tamaño de un carné que se regalan unos a otros en Navidad. Su función: reconciliar a la gente.

Los polacos saben que el día de Navidad hay que llevar en el bolsillo un par de ellas por si se encuentran con algún amigo o conocido. Cuando dos polacos comen un Opłatek juntos significa que se perdonan de todo lo malo que se pudieron haber hecho el uno al otro. De esta forma la Navidad polaca tiene un auténtico sello cristiano, muy ad hoc con los gustos de nuestro festejado.

Perdonar no significa olvidar lo pasado, sino recordar sin dolor. Porque no funcionamos como las computadoras que con un simple “delete” mandan la información a la papelera. Nosotros no podemos hacer eso, pero podemos purificarnos del rencor. El rencor es como el agua estancada que si no se purifica se pudre y huele mal. Así también le sucede a nuestra alma con los odios no filtrados que tienden a dar un sabor amargo al agua de nuestra vida.

En el arte de perdonar nos aventajan los niños. Para ellos un “¡perdóname!” bien dicho, basta y sobra para borrar una pelotera. Como decía Cabodevilla “los niños no son sensibles a esos vanos temores que la soberbia engendra”. Lo malo es que entre más crecemos y más “importantes” nos volvemos, nos habituamos a ser tercos y remolones para perdonar. No por nada decía el festejado de la Navidad que quien fuera como un niño entraría en el reino de los cielos. Además, ¿quién negará que los que mejor disfrutan la Navidad no sean precisamente ellos?



Pero perdonar es difícil. Siempre es duro agachar la cabeza ante quien te ha bofeteado. La humildad no está de moda porque se le suele confundir con la cobardía. Pero, ¿no es más valiente el hombre que perdona de frente que aquel que huye por la vida atesorando su rencor? A todo esto nos vuelve a sentar bien aquello de no tomarnos a nosotros mismos demasiado en serio. Sabernos dar – de vez en cuando – un buen puntapié en la espinilla. Por eso quiero compartir contigo cinco consejos para perdonar:

1. Perdona antes de que lo pidan. Esto te ahorra el esfuerzo de enojarte y luego tener que contentarte de nuevo, economiza tiempo y bilis.

2. Piensa siempre bien de los que te ofenden. No es verdad el viejo refrán de “piensa mal y acertarás”, mejor ten por cierto aquel otro de “caras vemos; corazones, no sabemos”. Verás cómo, la mayoría de las veces, atinarás.

3. Sal al encuentro del que te ha ofendido. Esto es ya el 50% de una reconciliación.

4. No le des vueltas. Lo perdonado, perdonado está. Sólo los burros son capaces de darle vueltas a una noria seca.

5. Ten especial atención con los que te ofendieron. Hazles ver con detalles y bondad que los has perdonado de corazón.

Hay mucha gente que se prepara para Navidad con antelación: adornos, fiestas, lucecillas, tartas y turrones. Todo eso esta muy bien, pero no hay mejor forma de disponerte a vivir una auténtica Navidad que engalanar tu alma con el perdón.

En 1981 un polaco visitó la cárcel romana para perdonar al hombre que había atentado contra su vida. Las dos balas que perforaron su cuerpo pasaron a milímetros de arrancarle el aliento. Sin embargo, estuvieron lejos de arrancarle el candor de su corazón dispuesto siempre a perdonar. En esa ocasión, Karol, nuestro querido Juan Pablo II, supo partir un Opłatek también con Alí Agkha.

¡Vence el mal con el bien!