El Padre Gereon Goldmann

Autor: Andrés Orellana, L.C

 

 

Este año sacerdotal ha sido una gracia para toda la Iglesia, cuyos beneficios son la santidad y la fidelidad de los sacerdotes en beneficio de los cristianos y de la humanidad. Asimismo la riqueza de poder valorar por parte de los mismos sacerdotes y fieles la presencia de Cristo en cada uno de sus sacerdotes. “El sacerdote es el corazón de Jesucristo”, como lo definía el Santo Cura de Ars y como nos lo propuso el Papa Benedicto XVI.

Cristo se presentó en el evangelio como el Buen Pastor que da su vida voluntariamente por sus ovejas. Son innumerables los testimonios de los sacerdotes que han reflejado y continúan reflejando la imagen de Cristo, Buen Pastor.

El Padre Gereon Goldmann, O.F.M. fue un claro ejemplo de sacerdote que hizo propia su misión de Buen Pastor. Nació en el 10 de octubre de 1916 en la ciudad de Fulda, Alemania, en el seno de una familia católica y numerosa. Desde muy pequeño, gracias al testimonio de un franciscano misionero en Japón, tuvo la inquietud de ser sacerdote para poder ayudar a los demás. Entró al noviciado de los franciscanos en el año de 1936. En el verano de 1939 concluyó sus estudios de filosofía. La situación política de Alemania comenzó a cambiar en una dirección cada vez más autoritaria y los seminaristas fueron enrolados en el ejército.

En ese ambiente hostil en el que se encontraba juntamente con otros doscientos seminaristas de su campamento supo defender la fe e hizo ver la contradicción y falsedad que encerraba la ideología nazista. Fruto de ello fue que logró la conversión a la fe de muchos oficiales y soldados. Su liderazgo le llevó a formar parte de las SS en donde vio la oportunidad magnífica para predicar el evangelio a estos hombres que habían sido engañados. Lo supo hacer con buen tacto logrando así conversiones pero al mismo tiempo enemistades. Para poder seguir subiendo de cargo tenía que renegar de su fe firmando un documento, pero él se negó, lo que le ocasionó que le estuvieran cambiando de frentes o destinos.

Le tocó el período de entrada de las tropas aliadas a Italia, por lo que tenía que ir replegándose del sur hacia el norte. En todo este período se dedicó a ayudar a los soldados a bien morir. Él sabía que no era sacerdote pero que como seminarista podía hacer mucho bien a las almas; la inquietud de su sacerdocio se estaba realizando “poder ayudar a los demás”. Vio la necesidad de administrar el viático a los moribundos y obtuvo el permiso del obispo de Patti de poder distribuir la comunión. No sólo dio el viático a los soldados alemanes, sino que también a los ciudadanos italianos víctimas de los bombardeos de los aliados. Estando en Roma tuvo la posibilidad de tener audiencia con el Papa Pío XII a quien le pidió el permiso de ser ordenado sacerdote. Le mostró la necesidad que había, pero sobre todo su gran deseo de ser sacerdote, y el Santo Padre, con un permiso extraordinario, le autorizó la ordenación.

Estando en campo de batalla socorriendo a los heridos, fue hecho prisionero por los ingleses en enero de 1944. Lo trasladaron al norte de África, primero en Algeria y posteriormente en Marruecos, metiéndolo en un campo de concentración que tenían los aliados y era gestionado por los franceses para los prisioneros de guerra. Ahí recibió la ordenación sacerdotal el 24 de junio de 1944, fiesta de san Juan Bautista, por Mons. Leynaud. Después fue trasladado a diversos campos de concentración donde pudo ejercer secretamente su sacerdocio con los soldados católicos alemanes y con las víctimas civiles inocentes arrestadas en los horrores de la guerra. Obtuvo la conversión de los pecadores y la educación en la fe y en la moral católica. Recibía libros de teología para poder estudiar y poder ayudar con la formación católica a los presidiarios.

Construyó dos capillas en dos de los campos de concentración donde pasó mayor tiempo. No todo fue fácil para el P. Gereon, se encontró con la hostilidad de los prisioneros de ideología nazista que buscaban aniquilarlo, por su celo y convencimiento sacerdotal. Escapó de la muerte inminente en múltiples ocasiones gracias a ayudas providenciales. Fue juzgado en los tribunales de guerra pero siempre se demostró su inocencia. Sufrió la escasez de los alimentos. Los prisioneros encontraron en el P. Gereon a un verdadero padre, porque salía al encuentro de sus necesidades, les consolaba en sus aflicciones y sobre todo les daba la paz del alma alcanzando para ellos la gracia de la amistad con Dios por el perdón de sus pecados.

El año de 1948 fue repatriado a Alemana. Sus superiores le pidieron que estudiara la teología, cosa que hizo obteniendo un promedio óptimo. Su gran ilusión era evangelizar Japón. Propuso a sus superiores y el 25 de enero de 1954, día de la conversión de san Pablo, estaba pisando Tokio. Le asignaron una parroquia que no existía y con la ayuda económica de sus bienhechores pudo levantar una Iglesia dedicada a San José. Desde su parroquia realizó la evangelización con numerosas indicativas humanitarias: becas de estudios para jóvenes, becas para seminaristas que salían de su parroquia, la construcción de un centro de descanso familiar, sobre todo para las mamás. Su testimonio sacerdotal conquistaba para Cristo las personas. Administró numerosos bautismos. Con sus feligreses apoyó económicamente las misiones en la India, pues ayudó a los padres carmelitas con la construcción del noviciado, de tres parroquias, colegios y un hospital con todos los servicios. En el año de 2003 falleció en Alemania. Fue una vida que testimonió el poder de la Providencia y del imperecedero valor del amor, la fe y el sacrificio.

El P. Gereon Goldmann es un brote de muestra de lo que hace Cristo en sus sacerdotes y por medio de sus sacerdotes. Ellos se ofrecen voluntariamente para se las manos, los pies, la boca y el corazón de Cristo. La vida del sacerdote está llena de incomprensiones y de sacrificio que en la mayoría de ellos no se deja ver porque su donación y entrega generosa a la vocación a la que han siso llamados les lleva a estar olvidados de sí mismos para entregarse por la salvación de las almas. El mayor gozo de los sacerdotes es el poder dar gloria a Dios y alcanzar la salvación de las almas que le han sido confiadas. Una vez más, Cristo se hace presente hoy día en cada uno de sus sacerdotes dando su vida voluntariamente por sus ovejas, Él conoce a cada una por su nombre y las defiende de los lobos.

¡Cristo, Buen Pastor! ¡Ruega al Padre por tus sacerdotes!



¡Vence el mal con el bien!