Un mensaje de alegría

Autor: Padre Tomás Rodriguez

 

Dios continuamente se comunica con nosotros. estando atentos, captamos las llamadas que nos hace para que cada vez seamos mejores. Muchos caminos se nos presentan en la vida, todos ellos nos pueden llevar a Dios, pero el que nos ha trazado El, la vocación, es el mejor para nosotros, ya que avanzando por él, tenemos la garantía de que actuamos no “por libre”, sino, “oficialmente”, según su beneplácito.

El seguimiento de Cristo por las huellas que Él nos señala hace que no nos sintamos abrumados por el peso de la carga, pues, su presencia es siempre confortadora como nos lo ha prometido en el Evangelio “mi yugo es suave, mi carga ligera” (Mt, ll,30).

La molestia del camino se suaviza por el descanso que nos espera, ya que un anticipo de la eterna alegría es el deber cumplido.

Conociendo y aceptando la voluntad de Dios sobre nosotros, que siempre es justa, bondadosa y dirigida a nuestro mayor bien, hace brotar en nosotros el secreto de la santa alegría.

¡Cuántas veces nos hacemos sordos a las llamadas de Dios y queremos hacer nuestra voluntad! ¡Qué difícil es aceptar los criterios de Dios y su voluntad para hacerlos pauta de nuestro vivir!.

Difícil, pero no imposible le resultó a María el trastornar sus planes para acatar la voluntad de Dios, aceptación continuamente renovada, pero fuente al mismo tiempo de esa paz y alegría de las que era siempre portadora.

Cada uno en su puesto es donde se realiza, el traje que nos viene a la medida es el que nos tiene Dios preparado, no podemos ansiar uno que le viene bien a otros, pero que no es de nuestra talla; si lo llevamos no es el que mejor nos está y en resumidas cuentas con él no estamos a gusto.

Juan Pablo II en el pasado noviembre nos decía desde Alemania: “Cada hombre recibe de Dios una vocación personal, su especial tarea salvífica.  Como se nos ha demostrado siempre, la voluntad de Dios es para nosotros en última instancia un mensaje para nuestra salvación eterna, un mensaje de alegría”.