Por la Cruz a la alegría

Autor: Padre Tomás Rodriguez

 

Cuando nos acercamos a escuchar la Palabra de Dios, para  que ésta cale hondo en nuestra vida, tenemos que ir con la disponibilidad de aceptar lo que nos diga.

No podemos tergiversar lo que Dios nos quiere comunicar, ir con prejuicios para violentar la Palabra de Dios, mutilar el mensaje que Dios nos da para encontrar en la Sagrada Escritura una explicación satisfactoria al sentido de nuestra vida.

El hombre por instinto tiene repugnancia al dolor, al sacrificio, a la humillación, al abandono, etc..., visto todo esto con un criterio humano es, en el mejor de los casos, una “pérdida de tiempo”.

Nuestra condición de personas cristianas  nos hace ver y juzgar todos los acontecimientos a la luz misteriosa de los designios de Dios, y entonces, si no comprendemos, sí aceptamos los caminos que Dios ha trazado en nuestra vida, sabiendo que el fin va a ser siempre positivo y alegre. Esto es lo que nos tiene a nosotros que dar fuerzas en los momentos de la prueba, seguros de que por los baches de la cruz y sacrificio nos levantamos a la alegría del triunfo.

A los discípulos de Emaús Jesús les tuvo que reprender su torpeza y lentitud en aceptar el mensaje de salvación, porque en la Sagrada Escritura ya estaba plenamente anunciado que era necesario que el Mesías padeciera para llegar a la gloria del triunfo (Lc. 24, 25-27).

La naturaleza inestable de la historia hace que continuamente se sucedan en nuestra vida todo tipo de acontecimientos, desembocando todo a un fin estable, perenne y feliz, si es que somos fieles en los momentos  de la prueba.

Las prisas, enfermedad peculiar de nuestros días, crean un nerviosismo, que no lleva ningún fruto positivo; la constancia en la prueba nos crea un ambiente de paz y tranquilidad, clima apropiado y anticipado de la verdadera alegría.

El misterio pascual de muerte y vida es el eje de la historia de la humanidad y el de cada una de nuestras vidas. Por el camino del calvario llegamos a la cima de la Resurrección, por las muertes sucesivas de nuestros egoísmos personales  llegamos a la conquista de la verdadera felicidad y alegría.