La alegría de las cosas pequeñas

Autor: Padre Tomás Rodriguez

 

Lo que más tenemos a nuestro alcance es lo pequeño, lo de todos los días. Se espera con ilusión ciertos días o ciertas fechas, pero lo que más abunda en nuestra vida es lo ordinario, los días sin brillo, y tenemos el peligro de no aprovechar lo único que está a nuestro alcance, porque no sabemos descubrir su valor.

Caemos en la rutina de las cosas más bellas y bonitas ¡Cuánto más de las cosas corrientes, comunes, pero que no por eso dejan de tener valor!.

Nos falta la reflexión para poder captar lo bueno y positivo de las cosas y de las personas. La lección del valor de lo pequeño lo tenemos en que el mismo Cristo estuvo 30 años oculto, pasó desapercibido, vivió en un pueblo corriente y ante los vecinos era uno más del pueblo, y sin embargo todo lo que hacía era de valor infinito, por su condición de hombre-Dios cualquier acción de su vida rea suficiente para salvarnos.

María pasó en el anonimato por su gran humildad, el único que se dio cuenta fue el mismo Dios, ella no esperó “la gran ocasión”, no anduvo a la caza de títulos, honores que proyectasen su vida incluso después de su muerte; se consideraba la esclava del Señor.

Los santos que la Iglesia nos propone como modelos a imitar no es por lo que una vez hicieron en su vida de extraordinario, sino por lo bien que hicieron las cosas ordinarias de su vida.

Con lo poco y pequeño que tenemos, es como podemos construir el edificio de nuestra santidad, podemos aspirar a grandes realidades, pero a base de aprovechar las pequeñas cosas ordinarias. Todos tenemos a nuestro alcance muchas cosas pequeñas, que serán las que nos proporcionarán la alegría del vivir diario. Lo grande e importante se compone de muchos pocos.