La alegría de hacer la voluntad de Dios

Autor: Padre Tomás Rodriguez

 

Según el bien presente que tengamos, así será la alegría que disfrutamos.

¿Quién no se siente alegre al cumplir su obligación?  Esa satisfacción interna que se disfruta al cumplir con nuestro deber es algo que sólo lo conoce quien lo experimenta.

Si en el plano humano disfrutamos de esa alegría ¿Cuál no será, cuando cumplimos la voluntad de Dios? Esta tendría que ser al norma de todo cristiano, pues, ha sido la de Cristo: “MI alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado” (Jn 4,34); en otro pasaje nos dice claramente cuál es lo que orienta su vida: “Porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino al voluntad del queme ha enviado” (Jn 6, 38).

Cumplir una misión lleva consigo un esfuerzo al realizarla, pero nos da una paz, tranquilidad y alegría como fruto del cumplimiento de un deber; cuanto mayor sea ésta más esfuerzo supondrá, pero también es proporcional la alegría que produce.

Quien tiene en su vida la constante de hacer lo que Dios quiere, disfruta de esa tónica interior difícil de explicar, pero sí agradable al experimentarla, que es la auténtica alegría, fruto de la santidad, realidad ésta desconocida y no apreciada por muchos, pero sin que esto mengüe su fuerza consoladora, única e irrepetible.

La verdadera alegría es propiedad de Dios y de sus hijos (de quienes están en gracia), y para ello se necesita cumplir la voluntad del Padre, esto es, los mandamientos.

A veces andamos buscando nuevas experiencias, que nos proporcionen una paz y alegría interior, y no caemos en la cuenta de que en la cantera del deber cumplido, aunque éste sea monótono, está la fuente de la verdadera alegría, que tiene su manantial incomparable en Dios.

Una obra buena en el plano humano proporciona paz, si el móvil de hacerla es noble y santo, entonces añade a nuestro anterior disfrute la alegría de hacer la voluntad de Dios: Santidad.