La alegría de Dios

Autor: Padre Tomás Rodriguez

 

Las grandes realidades a las que todos aspiramos nos la presentan muchas veces apellidadas con significados muy atractivos, pero pocos reales, así tenemos, por ejemplo, la palabra “alegría”, muchos se la apropian y nos la presentan como si fuera los que la tienen en propiedad  exclusiva.

La alegría de Dios es la que no está falsificada, todas las demás serán más o menos auténticas según participen de la alegría de Dios.

Por deducción lógica llegamos a la conclusión de que la verdadera alegría está en Dios:

c La alegría es algo bueno, positivo, y en Dios está la máxima bondad y perfección.

c En Dios no existe ninguna deficiencia que pueda enturbar o anular la alegría.

Por experiencia sabemos que todos anhelamos la felicidad, pero no la consiguen realmente sino aquellos que la buscan en Dios, ya S. Agustín nos manifestó su experiencia personal al decirnos: “La alegría que nace dela verdad: ésa es la felicidad. Porque es la alegaría que viene de ti, que eres la misma Verdad ¡Oh Dios, mi luz, la salvación de mi rostro, Dios mío!”.

¡Qué diferencia entre la alegría verdadera y la adulterada! No confundamos el original con las imitaciones, pues, son de valor distinto.

La felicidad, la alegría de Dios nunca podemos en profundidad conocerla, pues, si una participación es inconmensurable como nos dice S. Pablo (2 Cor. 12,1ss) al querernos describir sus visiones y revelaciones.

¡Qué lejos  de la realidad los que creen que no pueden compaginar felicidad y alegría con Dios!

Cuando una persona ama de verdad se alegra del bien del que ama, si nuestro amor a Dios es auténtico, nadie ni nada nos arrebatará nuestra felicidad, pues, diremos con Carlos de Foucauld: “Dios es feliz, esto me basta”.

Dios contagia de su alegría a quien se le acerca. Para que mi alegría sea verdadera tendré que  acercarme a Dios como dice el Salmo 42,4: “Al Dios de mi alegría” y el Salmo 97,12: “Alegraos justos con el Señor”.