Alergia a la alegría

Autor: Padre Tomás Rodriguez

 

No queremos hacer un juego con las letras, sino sencillamente reflexionar sobre la realidad de mucha gente que no admite como principio el que pueda existir personas felices y alegres, porque ellos no lo son.

Entendemos por alergia la excesiva sensibilidad del organismo frente a ciertas sustancias que actúan sobre él ya sea por ingestión, inyección médica, por aspiración o por el simple contacto.

El campo del espíritu tiene un cierto paralelismo con el corporal, por eso podemos detectar a nuestro alrededor personas que son alérgicas a la alegría.

Todo depende de nuestro punto de arranque, de la excesiva preocupación personal, si alguien es egoísta, si tiene como el centro de toda su actividad a su persona, aunque sean distintas las reacciones, v.gr. envidia, comodidad, pereza, etc..., siempre tiene una misma raíz: El egoísmo.

Estas personas no pueden nunca ser felices, ni estar alegres, y por eso ante la realidad de otros, que lo son, actúan con incomprensión, crítica o un desprecio, y es porque ante la madurez de personas, que son capaces de superar su egoísmo, venciéndolo con el amor, ellas se encuentran incómodas.

La cura de ese mal se consigue con el espíritu abierto de ayudar a los demás.

La alegría es fruto del bien que hacemos y esto se consigue amando, sobre todo a la manera de Cristo: Desinteresadamente.

En la medida en que compartimos con los otros los bienes que tenemos, sean del tipo que sean, así nos realizamos, nos enriquecemos como personas y, como consecuencia, nos alegramos.

Si miramos a nuestro alrededor y contemplamos el materialismo y egoísmo, que por todas partes nos rodea, descubriremos cómo en medio de tanto bienestar material y placer las personas están tristes, incómodas, inseguras. El remedio para curar este mal es inyectarles una buena dosis de sendito trascendente, de amor, para así curarlos de esa alergia a la alegría.

 

 

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