Alegría y penitencia

Autor: Padre Tomás Rodriguez

 

 

A simple vista parecen dos palabras inconciliables, pero en la realidad no sólo no tienen que oponerse, sino que tiene que integrarse.

Las dos son exigencias de nuestro cristianismo.

San Pablo en Fil. 4,4 dice “Como cristianos estad siempre alegres, os lo repito, estad alegres”.

Juan Bautista, Jesús y los Apóstoles comienzan sus predicaciones hablándonos de la necesidad de la penitencia, para que el reino de Dios se establezca en nuestro interior.

La alegría no debe de ocultar falsamente la penitencia, sino que debe de ser una expresión auténtica de la verdadera penitencia. No podemos andar cabizbajos, aburridos, con caras de pocos amigos (Mt. 6, 17), pregonando con nuestro semblante lo que ofrendamos en nuestro interior como si lo hiciéramos de mala gana, obligados. No quiere que manifestemos lo contrario de lo que vivimos, pues, eso iría en contra de la vedad, que Cristo predicó y exigió, sino que demuestre una vez más que lo que ofrecemos a Dios lo hacemos con alegría para que le agrade. (2 Cor. 9,7)

El cumplimiento de nuestras obligaciones  nos resultan a veces penosas, pero no por eso hemos de dejar de cumplirlos, pues, si somos concientes de que Dios Padre e quien nos lo ha ordenado, podemos estar seguros de que es posible su cumplimiento, ya que rezamos en el Salmo 18,8: “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón”.

La alegría es algo más que un sentimiento, es una realidad interna, tranquilizadora, que nosotros creamos y disfrutamos sin que nadie nos la pueda arrebatar, si bien es verdad que para llegar a poseerla muchas veces se tiene que realizar  a través de sacrificios, privaciones,  penitencias; pero con el gran consuelo de que todo esto es transitorio y va dirigido hacia nuestro bien, felicidad, como resultado de las dificultades por las que tenemos que pasar en la vida ordinaria.

Alegría y penitencia se complementan. El resultado de la penitencia –sacramento es la alegría, con razón se llama a este sacramento el de la alegría. La penitencia –sacrificio debe de expresarse con alegría para que la ofrenda sea agradable a Dios.

 

 

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