Alegría del desprendimiento

Autor: Padre Tomás Rodriguez

 

En el mundo, que nos ha tocado vivir, se valora por todos los medios el tener.

A la gente se le cataloga por lo que tiene, de ahí que surja un afán desmesurado por poseer.

La publicidad nos está acosando continuamente con nuevos productos o con los mismos, pero con diferentes etiquetas, quiere hacer ver a la gente que les falta “algo”, “que no están al día”, si no adquieren  los últimos productos o no consiguen los últimos modelos del mercado.

Mucha gente inconsciente se traga lo anunciado sin antes haberse puesto a reflexionar sobre la verdad de lo que hacen; se creen que la felicidad crece en la medida en que se multiplican sus necesidades, cuando en realidad lo que sucede es que aumentan los sufrimientos, esclavitudes e insatisfacciones.

Ante este “mal”, que nos intenta invadir o del que ya somos víctimas, la manera de salir es la ascesis, que consiste en buscar siempre lo esencial para de esta manera encontrar la fuerza de la vitalidad y de la verdad.

La ascesis, esa acción voluntaria de superación, de separar lo necesario de lo superfluo, es necesaria para un recto desarrollo de la vida de la persona humana.

Nuestra condición de personas nos hace esforzarnos en conquistar esa fuerza de voluntad, que no es ningún premio, sino fruto de un esfuerzo continuo de superación. El resultado de esta ascesis será una libertad, que nos hace ser dueños de nuestra manera de pensar y actuar, produciendo una alegría intransferible, ya que lo que es resultado de un esfuerzo de la voluntad no se puede canjear, ni vender, ni comprar, está inherente a la persona, que ha luchado por conseguirlo.

La alegría no está en el tener cosas por muchas y muy buenas, que éstas sean, sino en ser dueños de nosotros mismos, en esa continua conquista de nosotros mismos.

Este desbrozar el camino, dejando a un lado lo que no es esencial y muchas veces ni conveniente, produce en nosotros una alegría como conquista de una meta, que exige, abandonando todas aquellas necesidades que nos vamos creando indebidamente. No podemos ver todo este esfuerzo como una triste privación de algo que nos apetece, sino como la alegría del desprendimiento.

 

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