Alegría de ir a misa

Autor: Padre Tomás Rodriguez

 

Si somos conscientes de que la alegría es una virtud cristiana, ésta tiene su fuente de conservación en lo que es el centro y cima de toda la piedad cristiana: La Misa.

La vida ordinaria invita a muchos cristianos, poco practicantes, a la asistencia de la Eucaristía más por motivos tristes, v,gr. entierros, que por alegres, v.gr. matrimonios, bautizos, fiestas... De ahí que muchos no hayan reflexionado lo suficiente como para descubrir en dónde está el filón inagotable de la verdadera alegría.

A la Eucaristía van los creyentes en Cristo para hacer una celebración del acontecimiento eje de toda la historia: Cristo muere y resucita para salvarnos.

Esto es lo que da sentido y es la razón de ser del cristiano.

Cuando uno va a celebrar algo bueno, provechosos, fructífero no está bien que haya triste, cabizbajo, pues, entonces desdicen sus sentimiento y no están en sintonía  con lo que va a celebrar.

La Eucaristía es una reunión festiva de personas creyentes, en ella se van a encontrar con Cristo en la Palabra y en el Sacramento, también se encontrará en fraternidad con los hermanos en la fe.

¿Quién va a una fiesta triste? Si alguien tiene motivos serios para estar triste el lógico que no vaya, pues, no lo pasaría bien.

¿No será tal vez un motivo para el que muchos nos van a Misa el que no estén con El al celebrar los misterios de nuestra salvación?

Bien sabemos que la garantía de nuestra auténtica alegría está en la muerte y resurrección de Cristo, que  es lo que recordamos y celebramos  en cada Eucaristía.

El que ha descubierto a Cristo, fuente y dador de la verdadera alegría, acudirá a su encuentro siempre con entusiasmo y alegría, pues, los amigos gozan mutuamente de la compañía de quienes saben que les aman.

Una condición para ir a una participación de la Eucaristía es ir contento y alegre, porque se sabe a lo que se va y con quién se va a encontrar.

 

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