Benedicto XVI explica la imagen del Buen Pastor

Autor: Teresa Rosero   

 

 

                Nuestro Santo Padre ha escrito un libro titulado Jesús de Nazaret.   En la introducción del libro el Papa nos dice que este libro es una expresión de su búsqueda personal “del rostro del Señor” y por eso el  camino interior que lo ha llevado al libro ha sido largo. 

                En uno de los capítulos habla de las grandes imágenes del Evangelio: el agua, la vid y el vino, el pan y el pastor.

                En su análisis de la figura del pastor nos dice que esta imagen ha marcado en forma profunda la piedad del pueblo de Israel., sobre todo en los tiempos de calamidad.  El Salmo 23: “El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar” transmiten consuelo y confianza.  Ezequiel 34-37 desarrolla aún más la imagen de Dios pastor.

                Los evangelios presentan varias parábolas sobre el tema del pastor y las ovejas.  En San Juan 10 se escucha la voz directa de Jesús cuando dice: “Yo soy el Buen Pastor.”   Benedicto XVI nos dice en su libro que  sorprendentemente este discurso no empieza  con estas palabras, sino con otra imagen: la imagen de la puerta: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas” (Juan 10,7).  Dice esto después de afirmar: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas” (10,1.) La explicación es que para ser buen pastor hay que entrar a través de Jesús, entendido como la puerta. De esta forma, Jesús sigue siendo el pastor, y por tanto el rebaño le pertenece sólo a Él.

                El ladrón viene “para robar, matar y hacer estragos”  (10,11).  Ve las ovejas como algo de su propiedad, que las puede poseer y aprovechar para su uso.  El verdadero pastor no quita la vida, sino que la da: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (10,10).   El verdadero pastor conoce sus ovejas, él las llama  y estas lo siguen porque lo conocen a él.  La palabra conocer y pertenecer  están entrelazadas, porque en el texto griego, son básicamente lo mismo. El verdadero pastor no “posee” las ovejas como un objeto cualquiera que se usa y se consume; ellas le “pertenecen” precisamente en ese conocerse mutuamente.  Este conocimiento lleva a un pertenecer interior mucho más profundo que el poseer de las cosas.

                Para entender esto mejor, el Papa nos da un ejemplo tomado de nuestra vida.  Los hijos no son “propiedad” de los padres; los esposos no son “propiedad” uno del otro.  Pero se “pertenecen” de un modo más profundo.  Cada uno es una criatura libre de Dios, no se pertenecen como una posesión, sino en la responsabilidad.  Se pertenecen precisamente porque aceptan la libertad del otro y se sostienen el uno al otro en el conocerse y amarse.   Para el ladrón, para los dictadores, las personas son cosas que poseen.  Para el verdadero pastor, las personas son seres libres, y porque las conoce y las ama, quiere que vivan en la libertad de la verdad.

                En Ezequiel 34, 14 se lee la promesa del pastor: “Las apacentaré en pastizales escogidos…”  Frente a esta promesa, Benedicto XVI afirma y pregunta: “Ya sabemos de que viven las ovejas, pero, ¿de qué vive el hombre?”  Él nos responde que el hombre vive de la verdad  y de ser amado por la Verdad.  Es cierto que el hombre necesita alimentar su cuerpo, pero en lo más profundo necesita sobre todo la Palabra, el Amor de Dios.  Aquí hace una relación entre el sermón sobre el pan de vida del capítulo 6 de San Juan y el capítulo del pastor.  Nos explica que Jesús, como palabra de Dios hecha carne, no es sólo el pastor, sino también el alimento, el verdadero “pasto”; se entrega a sí mismo para darnos la vida.

                Finalmente, el pastor sale en busca de la oveja perdida, la carga sobre sus hombros y la trae de vuelta a casa.  Se encarna como ser humano para cargar la oveja, la humanidad, sobre sus hombros.  En su encarnación y en su cruz conduce a la oveja perdida.

                Benedicto XVI termina su reflexión sobre la figura del pastor diciendo:

                “El Verbo hecho hombre es el verdadero portador de la oveja, el Pastor que nos sigue por las zarzas y los desiertos de nuestra vida. Llevados en sus hombros llegamos a  casa.  Ha dado la vida por nosotros.  Él mismo es la vida.”

                Bienvenido a Nueva York, Su Santidad.  Que Dios lo proteja.  Gracias, querido Pastor, por visitar sus ovejitas de los Estados Unidos.