Adviento, tiempo de luz y de esperanza

Autor: Teresa Rosero

 

 

           Una amiga de muchos años tiene a su esposo muy enfermo.  Ellos han vivido juntos 57 años y ninguno puede imaginarse ni adaptarse a la idea de vivir el uno sin el otro.  Contemplarlo a él tendido en una cama del hospital con el rostro pálido,  el cuerpo desmejorado y rodeado de tubos es muy doloroso para todos; pero para ella es un desgarre del alma, es un morir en vida. 

            Cada vez que lo visitamos, ella me pregunta: “¿Cómo lo ves?” Mi respuesta es siempre la misma: “Amiga, la esperanza es lo último que se pierde.  Mientras hay vida, hay esperanza. Hay que esperar.”

            El Adviento nos recuerda cómo debemos esperar.  Durante los cuatros domingos antes de la Navidad, nuestra Iglesia nos enseña cómo hacerlo a través de lecturas bíblicas que nos enseñan  cómo tenemos que vivir para conservar y crecer en la esperanza.    En  las lecturas del Primer Domingo de Adviento Isaías, el profeta del anuncio de días mejores nos dice: “Pueblo de Jacob, ven: ¡caminemos a la luz de Yavé!” (Isaías 2,5) 

             La vida nuestra es un camnar.  No paramos de hacerlo hasta el día de nuestra muerte. Sería una gran idea y un proyecto trazar nuestro camino recorrido y el camino que queremos seguir recorriendo.  Al hacerlo probablemente nos daremos cuenta que en algunos momentos de nuestras vidas dimos la vuelta equivocada, o tomamos un derrotero que no debíamos, es decir, caminamos sin luz.  A nuestros hijos, especialmente cuando son jóvenes, les decimos: “Cuídate de los malos amigos porque te van a llevar por el mal camino.”  Y es que para caminar en la luz necesitamos alumbrarnos con la luz del Señor, presente en la comunidad de hermanos, y sobre todo, presente en el interior de nuestros corazones. 

            San Pablo nos invita a revestirnos de luz.  Nos dice en la segunda lectura de Romanos 13, 12: “La noche es muy avanzada y está cerca el día: dejemos,  pues, las obras propias de la oscuridad y revistámonos de una coraza de luz.”

            La noche nos trae miedos, malos recuerdos, malos presagios.  Pablo nos anima y nos da esperanza.  Nos dice que el día se acerca, es decir, Jesús está cerca.  Para recibirlo es preciso arrepentirse, dejar las malas obras, y llenarse de luz, de la Luz del Señor.

            La lectura del Evangelio nos invita a estar alertas esperando la venida del Señor.  Nos dice en San Mateo 24, 42: “Estén despiertos, porque no saben en qué día vendrá el Señor.”  La noche de nuestros pecados, nuestros problemas y nuestras enfermedades nos pueden llevar a olvidarnos del Señor; necesitamos de Su Luz para despertarnos y animarnos a arrepentirnos y a vivir en fe y en esperanza.             

El día de nuestro bautismo recibimos una vela que el sacerdote encendió en el Cirio Pascual y al entregarla a los padres y padrinos le dijo: “A ustedes, padres y padrinos, se les confía el cuidado de esta luz, a fin de que sus niños, que han sido iluminados por Cristo, caminen siempre como hijos de la luz y, perseverando en la fe, puedan salir al encuentro del Señor con todos los  Santos, cuando venga el final de los tiempos.”

¡Señor, ilumina nuestro camino para que podamos perseverar en medio de la noche de nuestras vidas! ¡Ayúdanos a crecer en fe y en esperanza!