Gracias Cristo Rey

Autor: Teresa Rosero

 

 

             Este año de 2007 la fiesta de Acción de Gracias y la de Cristo Rey caen en el mismo fin de semana.  Las dos fiestas están muy conectadas ya que la primera razón por la que debemos dar gracias es por la inmolación de Jesús en la Cruz para salvarnos.  En la Cruz Cristo es coronado con una corona de espinas, es crucificado y sobre la cruz escriben en tres lenguas: “Éste es el rey de los judíos” (Lucas 23, 38).  En aquel momento le pusieron este título para burlarse de él.  Hoy sabemos y creemos que Él sí es rey, y que quiso enseñarnos que su reinado es un reinado de servicio, de entrega completa,  aún de la vida, como nos lo demostró Él.

            Partiendo de esta realidad, nos damos cuenta que debemos dar gracias no solamente por las cosas buenas que nos pasan, sino también por aquellas que nos hacen sentir el peso del sufrimiento y de la soledad, porque son precisamente estas cosas, que aceptadas con  entrega, gozo y esperanza, nos hacen ser partícipes del reinado de Cristo.

            Mi madre ya tiene 87 años, y tiende a deprimirse con frecuencia, sobre todo porque piensa mucho en el pasado.  A ella no le puedo aconsejar diciéndole que deje el pasado atrás, porque a su edad los recuerdos se agigantan.  Más bien, he aprendido con ella a usar el pasado para dar gracias a Dios por cada año de vida, por cada hijo, por cada sufrimiento.   En la lista de los recuerdos, llegamos al presente y entonces nos damos cuenta que Dios nos ha dado tanto que no hay razón ni  para quejarnos ni para estar deprimidas. 

            El 2007 ha sido un año de muchos cambios para muchos.  Hemos reído y hemos llorado. Muchos inmigrantes han logrado el sueño americano; y otros han sufrido pesadillas.  Muchos padres han sido deportados y muchos niños se han quedado sin el calor de su amor y de sus cuidados.  Otros tantos siguen todavía en la guerra de Irak separados de su patria y de sus familias.  Muchos sufren enfermedades y soledades.  Otros hemos cambiado el rumbo de nuestras vidas y nos hemos desprendido de lo que más hemos amado.  En otras palabras, hemos subido al Calvario con Cristo Rey.  Allí, a sus pies, mirando su corona de espinas, démosle gracias por cada evento de nuestras vidas y por cada persona que ha estado presente en cada momento de nuestras vidas.  Allí digámosle:

            ¡Gracias Cristo Rey por hacernos partícipes de tu reinado a través de la cruz y las espinas del sufrimiento! ¡Gracias Señor por cada persona que has puesto en mi camino para ayudarme a caminar hacia Ti! ¡Gracias por el Cuerpo Místico de tu Iglesia en el que todos participamos de tu Reinado! ¡Viva Cristo Rey!