El Documento de Aparecida: Un llamado a un nuevo Pentecostés

Autor: Teresa Rosero

 

 

“Con la luz del Señor Resucitado y con la fuerza del Espíritu Santo, Obispos de América nos reunimos en Aparecida, Brasil, para celebrar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.”

Así empieza el documento escrito por más de 160 Obispos y Delegados  que se reunieron del 13 al 31 de mayo de 2007, a raíz de la visita de nuestro Santo Padre, Benedicto XVI al Santuario de Nuestra Virgen de Aparecida en  Brasil. 

Y basados en la visión de este documento,  a fines del mes de julio de este mismo año,  tuvo lugar en Brasil un gran Congreso Carismático al cual nos unimos delegados de todos los países latinoamericanos.  De los Estados Unidos asistimos 21 personas.

Frente a las nuevas circunstancias difíciles y confusas tanto en Latinoamérica como en el mundo, este documento impulsa un espíritu de “un nuevo Pentecostés”. Nos dice en el #  185: “En el fiel cumplimiento de su vocación bautismal el discípulo ha de tener en cuenta los desafíos que el mundo de hoy le presenta a la Iglesia de Jesús, entre otros: el éxodo de fieles a las sectas y otros grupos religiosos; las corrientes contrarias a Cristo y la Iglesia; el desaliento de sacerdotes frente al vasto trabajo pastoral; la escasez de sacerdotes en muchos lugares; el cambio de paradigmas culturales; el fenómeno de la globalización y la secularización; los graves problemas de violencia, pobreza e injusticia; la creciente cultura de la muerte que afecta la vida en todas sus formas.”

Para enfrentar todos estos desafíos, que el documento analiza en detalle, los Obispos nos recuerdan que es preciso renovar y revitalizar la novedad del Evangelio mediante un encuentro personal y comunitario con Jesucristo que suscite discípulos y misioneros.  Nos dice que esto no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que sean protagonistas de vida nueva para una América que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu. (# 11)

Al hablar de un “nuevo Pentecostés” no se refiere solamente a un Pentecostés individual sino también a un Pentecostés eclesial.  El # 91 habla de un “kairos”, es decir, un momento en nuestra historia, en el que todos como Iglesia debemos reclamar y luchar por los derechos de los demás, especialmente de los más desposeídos.

Para poder desarrollar esta misión, dice en el # 362: “La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza…Esperamos un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente, una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza.”  

Uno se pregunta, ¿En dónde y cuándo se va a dar esto? Los Obispos nos dan la respuesta diciendo: “Es imperioso asegurar cálidos espacios de oración comunitaria que alimenten el fuego de un ardor incontenible.”  (# 362)

Por supuesto, María, nuestra Madre tiene un lugar especial en el documento.  En el # 269 nos dice: “María es la gran misionera…ella trajo el Evangelio a nuestra América. En el acontecimiento guadalupano, presidió junto al humilde Juan Diego el Pentecostés que nos abrió a los dones del Espíritu.”  Y continúan en el # 270 recordándonos las palabras de Benedicto XVI: “El Papa vino a Aparecida con viva alegría para decirnos en primer lugar: Permanezcan en la escuela de María.  Inspírense en sus enseñanzas.  Procuren acoger y guardar dentro del corazón las luces que ella, por mandato divino, les envía desde lo alto.”

Después de enfocar temas de actualidad y de dar pautas y consejos para todos, el documento vuelve a insistir en la misma súplica: “No podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un Nuevo Pentecostés!” (# 548)

Exhortándonos a alimentarnos de la Eucaristía en nuestro caminar, el documento termina con una oración que Benedicto XVI desarrolló y que empieza así: “Guiados por María, fijamos los ojos en Jesucristo, autor y consumador de la fe, decimos con el sucesor de Pedro: “Quédate con nosotros Señor, porque atardece y el día ya ha declinado.” (Lc. 24,29)