Domingo IX del tiempo ordinario, Ciclo B

Señor del sábado

Autor: Padre Sergio A. Cordova, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)  

 

           

1. "Guarda el día del sábado santificándolo, como el Señor tu Dios te ha mandado" Deuteronomio 5,12. Al terminar la obra de la creación, el Creador descansó. Fue el día séptimo, el día del sábado, el sabat, que significa la interrupción del trabajo, el descanso, según la versión sacerdotal. El hombre ha de descansar el sábado, dedicando al Señor el día y reposando, a semejanza de Dios, que descansó. O bien, el descanso, según la versión deutoronómica, es el éxodo hacia la tierra prometida y de reposo, apuntando hacia el descanso salvífico, y así el sábado es para el hombre, que lo ha de compartir con su hijo, con su hija, y con los esclavos. Porque el Señor te sacó de Egipto, de la esclavitud del trabajo, "con mano fuerte y con brazo extendido".

2. "Hay que guardar el sábado tocando los panderos, las cítaras y las arpas y la trompeta, porque es nuestra fiesta, según la ley de Israel, y el precepto del Dios de Jacob. Es la norma establecida por Dios a José, al salir libres de Egipto donde, durante cuatrocientos años soportaron la carga sobre sus hombros y ahora el Señor ha quitado la espuerta de las manos" Salmo 80. Gloria a tí, Señor, porque a tí clamaron y los escuchaste.
"El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado" Marcos 2,23
Para los judíos la ley del descanso sabático era sagrada. Pero, aferrados a su materialidad, los fariseos se oponen a la nueva concepción de la religión, del culto y del humanismo, predicado por Jesús. La ley no prohibía coger espigas para mitigar el hambre, lo que estaba prohibido era trabajar en sábado. Los hombres de las leyes y del culto habían desfigurado hasta hacerla insoportable, la ley del Deuteronomio: "lian fardos pesados y los cargan en las espaldas de los demás. (Mt 23,4). Entra Jesús en escena y sienta un principio nuevo: Las leyes han de estar al servicio del hombre y no al revés. Porque el hombre es más importante que el sábado aunque, no todos lo entienden así. 

4. Algunos piensan que primero hay que salvar las leyes, aunque el hombre perezca de hambre. Así lo pensaban el sacerdote y el levita que, preocupados por la pureza legal para llegar a tiempo al culto del templo, dejaron abandonado, sin prestarle auxilio y ayuda, al samaritano caído en el camino (Lc 10,30). 
Jesús, que ha venido a salvar al hombre, comienza por dignificar al hombre. Vale más el hombre que el sábado. 

5. Había en la sinagoga un hombre paralítico. Los que no estaban de acuerdo con Jesús, le estaban espiando para encontrar argumento de acusación. Y dijo Jesús al que tenía la parálisis en un brazo: "Levántate y ponte ahí en medio". Es una clara manera de enaltecer al hombre minusválido, que estaba allí arrinconado. Y dirigiéndose a los fariseos, les dijo: Vamos a ver: ¿Tengo que dejar a este hombre con su brazo muerto hoy porque es sábado? ¿La ley del sábado me impide el cumplimiento de la ley principal del amor?

6. Cuando Marcos escribe su evangelio, la comunidad cristiana, acababa de tomar conciencia de que el cristianismo no era una simple "modificación del judaísmo" o "una forma más perfecta de vivirlo", sino que Jesús había introducido un "cambio radical". Toda la Antigua Alianza preparaba "la venida de Jesús", y a eso apuntaban sus instituciones y sus ritos. Cuando el Mesías llega, cuando ya está entre ellos, esas instituciones y ritos antiguos, pierden su sentido original. ¿Qué importancia tiene esto para nosotros hoy? Aunque nosotros no tenemos las prácticas del pueblo judío, muchas veces vivimos un cierto tipo de religiosidad, que sigue sosteniendo el estilo religioso que Cristo vino a superar totalmente. Jesús vive en conflicto permanente con los fariseos: Jesús perdona los pecados... Jesús y sus discípulos no ayunan... Jesús y sus discípulos tienen un espíritu muy amplio respecto al día del sábado.

7. Precisamente un sábado, caminando Jesús con sus discípulos a través de las mieses, éstos comenzaron a arrancar espigas y a mordisquear granos de trigo. ¿Es que tenían hambre; o era sólo un gesto maquinal, natural? ¿O bien lo tomaban como una pequeña golosina? Los fariseos le decían "¡Mira lo que están haciendo en sábado !". Los sempiternos aguafiestas, que están siempre a punto de escandalizarse al menor gesto espontáneo, que todo lo tienen previsto y reglamentdo, y todo es afectado, estaban allí. Ellos son los guardianes oficiales de la Ley. Los propietarios de la Ley de Moisés, y los únicos intérpretes auténticos: se habían atribuido el papel de velar sobre todas los fallos, siempre a punto de decir: ¡No está permitido!

8. Ellos habían impuesto el gran criterio legalista y formalista y habían determinado: "lo que está permitido", "lo que está prohibido". La Ley tomada a la letra, era su criterio supremo. El hombre, después, si no atropellado por la Ley. Nosotros podemos dar preferencia a la ley, cada vez que nos preguntamos si tengo derecho a hacer esto o aquello. O ¿hasta dónde puedo llegar sin que sea pecado?: "Yo no he robado", ¿pero no he privado a alguien de lo que esperaba de mí? No he matado, ni asesinado, pero, ¿no he sido motivo de sufrimiento con mis palabras o mi silencio, con mis críticas o mi indiferencia para algún hermano? Jesús nos recuerda hoy que más allá de lo permitido o de lo prohibido, está el amor, que es mucho más exigente que todas las prohibiciones.

9. Jesús les responde: "¿No habéis leido nunca lo que hizo David, cuando tuvo necesidad y sintió hambre, que entró en la casa de Dios y comió él y sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo podían comer los sacerdotes. Jesús sale en defensa del hombre necesitado. Define que la vida del hombre vale más que las prescripciones cultuales. Antes que las prácticas estrictamente religiosas deben ser observados los más elementales detalles de la ley natural: el que tiene hambre debe poder comer.

10. Jesús invierte los valores, lo cual que implica un cambio de vida y de mentalidad. Es la gran novedad liberadora. Aunque nuestros preceptos, prácticas y costumbres no son las del pueblo judío, muchas veces vivimos un cierto tipo de religiosidad, que sigue sosteniendo el estilo religioso que Cristo vino a superar totalmente. El compartir simplemente humano, la vida del hombre, son más apreciados a los ojos de Dios que las observancias legales: "El sábado ha sido hecho para el hombre, no el hombre para el sábado." La Ley está hecha para el hombre, y no al revés. Cuando Marcos escribe su evangelio, la comunidad cristiana, estaba dándose cuenta de que el cristianismo no era una simple "modificación del judaísmo" o "una forma más perfecta de vivirlo", sino que Jesús había introducido un "cambio radical". Toda la Antigua Alianza preparaba "la venida de Jesús", y a eso apuntaban sus instituciones y sus ritos. Al llegar el Mesías, cuando está ya con ellos, las instituciones y ritos antiguos, han perdido su sentido original.

11. Otro sábado entró Jesús en la sinagoga, y allí había un hombre con una mano paralizada. Los leguleyos estaban observando si Jesús le curaba en sábado para poder acusarle. Como era el día consagrado al Señor, Jesús fue a la sinagoga para participar en el oficio. Todos estaban alrededor de Jesús. También sus enemigos: están ahí, tensos, nerviosos, como espías que esperan un paso en falso del joven rabí, una palabra contraria a la ortodoxia farisea, un gesto desacostumbrado y prohibido por la Ley. Hay un clima enrarecido de sospecha: se le quiere acusar, se le espía para cogerlo in fraganti. Jesús, lejos de haber venido a destruir el sábado, pone de manifiesto en profundidad, su sentido profético: el sábado debería ser el día de la"alegría", el día de la" vida ‘ el día de la"fiesta", ¡el día de Dios! ¡el día en que se "hace el bien", el día en que se "salva una vida"! Por eso Jesús dice al hombre de la mano paralizada: "Levántate y ponte delante." Y como ya conoce sus intenciones malévolas, les pregunta: "¿Es lícito hacer en sábado el bien, o hacer el mal?" Para Jesús, no es la Ley, ni aún la Ley del Sabbat, la que tiene la primacía. Para él lo primero es este pobre hombre con su mano paralizada. Las leyes están hechas para bien de las personas, y nunca la Ley por la Ley, el reglamento por el reglamento. Dios está en favor de la vida, de la salvación, de la felicidad. Jesús afirma el primado de la "conciencia" humana sobre la reglamentación.

12. Ayer en el Sinaí Juan Pablo II con toda sencillez y sin ninguna retórica dijo que los mandamientos entregados allí a Moisés por el Señor siguen vigentes. En la ceremonia litúrgica, tras la profunda oración del Papa, que al abad-obispo Damianos, impresionó por su intensidad, y cuando en la ceremonia litúrgica se leyeron los Diez Mandamientos, el Santo Padre se emocionó, propuso el Decálogo como único futuro para toda la humanidad. Peregrino tras las huellas de Dios, Juan Pablo II pudo tocar esas piedras rojizas que caracterizan este lugar esencial y agreste, formado por el desierto y las montañas de granito. Como «peregrino tras las huellas de Dios» se presentó ayer por la mañana a los pies de la montaña sagrada (conocida hoy día con el nombre de «Djebel Mousa», Monte de Moisés), en el monasterio greco-ortodoxo de Santa Catalina, una fortaleza con unos muros de entre 12 y 15 metros a 1.500 metros de altura. Explicó el sentido de su peregrinación durante la celebración que tuvo lugar fuera del monasterio, al dirigirse debajo de un almendro en flor a unos quinientos católicos egipcios: «El obispo de Roma viene como peregrino al Monte Sinaí atraído por esta montaña santa que se yergue como un monumento majestuoso en honor de lo que Dios reveló aquí. ¡Aquí reveló su nombre! ¡Aquí entregó su Ley, los diez mandamientos de la Alianza!». Hace algunos años, Juan Pablo II soñaba con participar en este lugar en un gran encuentro entre los creyentes de las religiones monoteístas: judíos, cristianos y musulmanes. No fue posible. Es más, la comunidad de los monjes griegos del monasterio era contraria a la visita papal. Sin embargo, en este santuario al aire libre, consagrado a la fe en el único Dios, el Santo Padre no renunció a replantear el diálogo, hablando del «viento que todavía sopla en el Sinaí». La fuerza liberadora de los diez mandamientos. El «peregrino tras las huellas de Dios» vino al Sinaí a contemplar el secreto mismo de la libertad del hombre. Según Juan Pablo II, las tablas de la Ley entregadas a Moisés, «no son una imposición arbitraria de un Dios tirano. Fueron escritas en piedra, pero antes, habían sido escritas en el corazón de los hombres como la ley moral universal, válida para todo tiempo y lugar. Hoy al igual que siempre, las Diez Palabras de la Ley ofrecen la única base auténtica para la vida de los hombres, de las sociedades y de las naciones. Hoy, al igual que siempre, son el único futuro de la familia humana. Salvan al hombre de su destructiva fuerza del egoísmo, del odio y de la mentira. Ponen de manifiesto todos esos falsos dioses que le esclavizan: el amor propio hasta la exclusión de Dios, la avidez de poder y de placer, que trastoca el orden de la justicia y degrada nuestra dignidad humana y la de nuestro prójimo. El Papa vivió el momento de mayor emoción de este día al visitar al Iglesia de la Transfiguración del monasterio cristiano más antiguo del mundo (erigido por Justiniano en el 527) en el lugar que conserva las raíces de la «zarza ardiente» de la que Dios se sirvió para hablar a Moisés y revelar su nombre: «Yo soy el que soy». El Papa peregrino se quitó los zapatos, como Dios ordenó a su profeta, se arrodilló y se postró para besar esta tierra santa.

14. Ni el color de la piel, ni la lepra, ni el trozo de tierra, ni la composición de la sangre, ni la raza, ni la religión, ni hombre, ni mujer, ni "judío ni griego" (Rm 10,12), son motivo de discriminación. Aterra ver imágenes, después de 20 siglos de cristianismo, de chechenos atados y arrastrados tras un camión de rusos, o de bautizados en Cristo, haciendo explosionar coches bomba, sea sábado o sea domingo o de masacres en Nigeria. Estamos explorando la existencia de la vida en otros planetas, investigando para extirpar el cáncer y otras enfermedades mortales, y la conciencia del hombre del siglo XXI está viviviendo en la prehistoria. Y además con cinismo, con fanfarronería, y alardeando de tener razón. Caín, al menos, salió huyendo después del crimen y temiendo el castigo que le estaba imponiendo su conciencia; pero los caines actuales han sido capaces de gasear hermanos judíos y gitanos y, más cerca, hutus y tutsis, cristianos y musulmanes y nigerianos… Es deplorable el encallecimiento de la conciencia y la anestesia del sentido de la humanidad, después de que los hombres hayan declarado los derechos humanos. Si ya no hay ni Señor, ni mandamientos, riámonos por no llorar, de los derechos humanos, proclamados por los hombres.

13. Jesús trasforma enteramente la concepción mezquina que de la Ley se habían hecho sus responsables. Y ante la pregunta que les hace Jesús, ellos callan... Están tan seguros de sí mismos, de que sólo ellos poseen la verdad, que ni siquiera admiten el diálogo. Ni siquiera quieren disentir. Quizá temen ser desenmascarados y verse obligados a acusarse. Se callan. Entonces, dirigiéndoles una mirada airada, entristecido por la dureza de su corazón, que no ha querido responder a la pregunta de Jesús, les mira con ira. No le importa enfrentarse a sus contemporáneos, ni andar en contemplaciones con los dirigentes. Jesús es un apasionado, capaz de encolenzarse.

14. Cuando los hombres no quieren cambiar de punto de vista, cuando se encierran en sus propios juicios legalistas, cuando rehusan responder a las preguntas que Jesús les hace, cuando "endurecen su corazón", el Señor se encoleniza. Por eso hay que pedirle que nos cure de nuestros sectarismos, de la estrechez de nuestraa miras. Cuando salieron, la suerte estaba echada. Los fariseos se concertaron con los herodianos sobre la manera de prender a Jesús. El evangelio de Marcos es dramático. Desde el comienzo ya se divisa la cruz. Durante tres años, el combate será tenaz y despiadado.

15. ¿Es que la ley del sábado me impide el cumplimiento de la ley principal del amor? Mirándolos con ira e indignación por su obstinación, le dijo al hombre: "Extiende el brazo". Lo extendió y quedó curado. Jesús sabe lo que se está jugando pero, decidido y valeroso, quiere dejar clara su ley de amor y la razón de su actuación. El Hijo del Hombre, que no ha venido a quebrantar la ley sino a perfeccionarla, no rompe la ley del sábado, proclamada en el Deuteronomio. El Hijo del Hombre, que se identifica con el que hizo la ley del sábado, es Señor también del sábado. Pero odia el mal y sabe indignarse, por lo mismo. 

16. ¿Cómo podía defenderse en su vida ordinaria y laboral, aquel hombre prácticamente manco? Si la lepra es el símbolo del pecado, y la parálisis la imposibilidad de ir a Cristo, la inmovilidad del brazo, es el signo de la huelga espiritual. ¡Cuántos brazos inmóviles en el Reino de Dios! ¡Cuantas manos de cuadro, bellas por el trabajo de la esteticien y cuidadas con esmero de vanidad, son inútiles en el mundo! En los años 50 vimos la película BALARRASA, protagonizada por Fernando Fernán Gómez. Su hermana se había fugado con su amante y estafador y sufren un accidente. BALARRASA, que es seminarista, sale en busca de su hermana, llega y contempla el accidente. La chica está tumbada en la carretera y le pide a su hermano que la confiese. El no puede porque aún no es sacerdote. Y ella, extendiendo las manos con insistencia, musita una y otra vez: "¡Están vacías!" Manos vacías, tiempo perdido, innumerables obras buenas que pudieron hacer aquellas manos, han perdido toda oportunidad. Las manos nos sirven para hacer el bien, para demostrar el afecto. Dos manos que se estrechan, anudan una amistad; una caricia puede dar unos momentos de felicidad, un abrazo con las dos manos pueden estimular golpeando en la espalda del amigo en momentos de angustia y dolor, o felicitarle cuando ha obtenido éxito, en vez de retorcer los labios con envidia mal disimulada y silencio malévolo. El gran escritor César González Ruano, dabe este consejo a otro escritor amigo: "Cuando dos o tres te digan que han leido tus escritos, invéntate una enfermedad". Porque lo que decía Larra en sentido económico, que en España escribir es llorar, es mucha verdad como causa de envidia inmisericorde, sobre todo entre colegas. ¿Qué haría un orador con una sola mano; qué el cirujano y qué el anestesista? Y no basta una mano, son necesarias las dos. Cuando Jesús le devuelve el movimiento a esa mano seca de ese despreciado minusválido, arrinconado y malvisto, le ha devuelto la plenitud de la vida. Jesús también puede devolver agilidad a las nuestras paralizadas para obrar el bien, amor para expresar nuestro afecto, piedad para elevarlas en la oración.

17. Jesús, que ha venido a curar nuestras dolencias, y a librarnos de nuestras esclavitudes, puede y quiere hacer también esta curación, no menor, de devolver el movimiento a nuestra mano seca y sin fruto, para que no quede estéril como la higuera maldita. Acerquémonos a comer su cuerpo para que nos libre de nuestra parálisis espiritual y moral. Que nos acompañe la oración de la Madre de Dios, para que "nos aprieten por todos lados, no nos aplasten; cuando nos veamos apurados, no nos sintamos desesperados; cuando nos veamos acosados, no nos creamos abandonados; cuando nos derriben, no nos rematen. Para que en toda ocasión y en todas partes llevemos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también en él se manifieste su vida; ya que mientras vivimos nos están entregando a la muerte por Jesús, para que los que nos entregan, vivan la vida de Cristo" 2 Corintios 4,6.