La tristeza de una despedida

Domingo VI de Pascua, Ciclo C

Autor: Padre Sergio A. Cordova, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)  

 

 

           

Las despedidas son, por lo general, tristes y dolorosas. A todos nos hacen sufrir porque sentimos una honda y extra�a divisi�n interior. Una parte de nuestro ser se queda all�, en esa tierra de la que partimos, con nuestros amigos y seres queridos; y la otra se viene con nosotros, pero con e l c oraz�n lleno de recuerdos, de las alegr�as y bellos momentos que compartimos juntos, de nostalgias.. y tal vez tambi�n de dolor y de l�grimas.

Santa Teresa de Jes�s nos cuenta en el libro de su “Vida” que, el d�a en que dej� a su padre y la casa paterna para irse a l c onvento, sinti� que se le desconyuntaban los huesos y el alma se le part�a en dos. �Y si eso les pasa a los santos!… Pero Teresa era una mujer de carne y hueso, y con un coraz�n muy sensible, igual o mucho m�s que el nuestro. Los santos no son bichos raros o extraterrestres, sino seres humanos como nosotros.

El mismo Jes�s, al hacerse hombre, quiso compartir con nosotros los mismos sentimientos, experiencias y flaquezas de nuestra condici�n humana. Tambi�n �l goz� de la dulzura de la amistad, de l c onsuelo del amor y del afecto familiar. Tambi�n �l sinti� el desgarr�n de su coraz�n –sensibil�simo— cuando tuvo que despedirse de su Madre, y dejarla sola, para marcharse de casa a comenzar su vida p�blica.

Y experiment� tambi�n el mismo dolor y pesar al despedirse de sus disc�pulos, sus amigos �ntimos, antes de su pasi�n. En e l c ap�tulo 13 de su evangelio, nos refiere san Juan con incontenible emoci�n que “antes de la fiesta de la Pascua, viendo Jes�s que llegaba su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los am� hasta el fin” (Jn 13, 1). El “fin” tomado en sentido temporal y en intensidad: “hasta e l c olmo, hasta el extremo”.  As� comienza el evangelista la narraci�n de la �ltima Cena, su despedida.

�Qu� sentimos nosotros cuando estamos en una comida “de despedida”? �Cuando, reunida toda la familia y los amigos, al final de la misma tendremos que decir adi�s a las personas que nos son m�s entra�ables para marchar lejos, por un tiempo indefinido, y qui�n sabe hasta cu�ndo volveremos a verlos, si los vemos? �Has tenido alguna experiencia como �sta? Y, �qu� podr�amos decir cuando este adi�s es ya para siempre, sin retorno?....

Escuchemos la confidencia �ntima que Juan Ram�n Jim�nez nos ofrece en este poema: “…Y yo me ir�. Y se quedar�n los p�jaros/ cantando;/ y se quedar� mi huerto, con su verde �rbol,/ y con su pozo blanco./ Todas las tardes e l c ielo ser� azul y pl�cido;/ y tocar�n, como esta tarde est�n tocando,/ las campanas de l c ampanario./ Se morir�n aquellos que me amaron;/ y el pueblo se har� nuevo cada a�o;/ y en el rinc�n aquel de mi huerto florido y encalado,/ mi esp�ritu errar�, nost�lgico.http://mariologia.org/ Y yo me ir�; y estar� solo, sin hogar, sin �rbol/ verde, sin pozo blanco,/ sin cielo azul y pl�cido.http://mariologia.org/ Y se quedar�n los p�jaros cantando…”

Tal vez nos suene muy nost�lico. Pero tambi�n esto es una despedida. Al menos, tambi�n est� compuesta por estos ingredientes, aunque no son los �nicos.

Pues bien, en este Evangelio de hoy tambi�n se nos habla de una despedida. Las palabras que hemos escuchado est�n tomadas del discurso de Jes�s en la �ltima Cena. Es cierto que estamos celebrando ya la Pascua de la resurrecci�n del Se�or. S�. Pero tambi�n es verdad que pronto se ir� el Se�or, de modo definitivo, de la vista de los ap�stoles, para subir a l c ielo. Y tendr� que dejarlos, esta vez s�, ya para siempre. �Qu� palabras tan entra�ables, de cari�o y de amistad sincera, tendr�a que decirles? �Cu�les ser�an sus �ltimos consejos y recomendaciones?...

Nuestro Se�or se va. Pero se quedar� espiritualmente presente entre los suyos por medio de su amor y de su Eucarist�a. No obstante, no le parece suficiente, y quiere darnos todav�a m�s. Ya nos dej� el testamento de su amor divino y de su redenci�n, nos dio toda su Sangre preciosa sobre el altar de la cruz, nos regal� a su Madre sant�sima en el Calvario, nos dej� su Evangelio, fund� su Iglesia y los sacramentos… �Qu� m�s pod�a regalarnos?

�Su Esp�ritu Santificador! El pr�ximo domingo celebraremos la fiesta de la Ascensi�n. Y el domingo siguiente vendr� el Esp�ritu Santo el d�a de Pentecost�s. As� nacer� la Iglesia. Ser� su solemne “inicio” en el tiempo, y durar� hasta el fin del mundo. Por eso, nuestro Se�or nos prometi� el Esp�ritu Santo, el Esp�ritu “que procede del Padre y del Hijo” –como rezamos en el Credo— y que es el amor rec�proco entre el Padre y el Hijo, el Amor que es persona divina, la tercera Persona de la Trinidad Sant�sima.

Cristo se ir�. Se tiene que ir. Es m�s, nos asegura que “nos conviene que �l se vaya”, porque s�lo as� podr� venir el Par�clito, el Consolador, “que el Padre enviar� en Su nombre. Ser� �l quien nos lo ense�e todo y nos vaya recordando todo lo que Jes�s nos ha dicho”. Gracias al Esp�ritu Santo existe la Iglesia y los sacramentos. Gracias al Santificador tenemos fe, amor y las dem�s virtudes, porque “la caridad de Dios ha sido derramada en nosotros por el Esp�ritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5, 5).

Cristo se ir�. S�. Pero se quedar� para siempre con nosotros. No s�lo en la Iglesia y en la Eucarist�a. �Tambi�n dentro de nosotros! As� nos lo prometi� �l mismo: “El que me ama, guardar� mi palabra y mi Padre lo amar�, y vendremos a �l y haremos en �l nuestra morada”. �Qu� palabras tan profundamente consoladoras! �Existe en alguna parte del universo un amor m�s grande y m�s intenso que �ste de Dios, que viene incluso a morar dentro de nuestro mismo ser? Tenemos a Dios dentro de nosotros. Entonces, todo est� arreglado: �adi�s soledad, adi�s tristeza, adi�s l�grimas! �Lo tenemos todo! �l est� con nosotros, �l nos consuela, �l nos acompa�a, �l nos sanar�.

Ojal� vivamos esta verdad fundamental y entra�able de nuestra fe cristiana. ��ste es el secreto de nuestra verdadera felicidad!