¡Yo también estuve allí!...

Domingo de Ramos, Ciclo C

Autor: Padre Sergio A. Cordova, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)   

 

Ya viste la película “La Pasión de Cristo”, de Mel Gibson? Es el tema de moda y el film ha roto todos los récords de espectadores. Muy por encima de “El señor de los anillos”, de Tolkien. Después de las polémicas y de la polvareda que levantó, hace ya varios meses, felizmente la película de Gibson se ha impuesto al gran público internacional. Y ha convencido y conquistado a todos por su arte, por su fuerza dramática, por la representación de la verdad desnuda de los hechos; pero, sobre todo, por el tema y contenido que trata, realizada con una grandísima piedad; por la inmensa carga espiritual y religiosa, y por la densidad moral de los personajes: desde Jesucristo, María y la Magdalena, pasando por los apóstoles y los discípulos, hasta llegar a cada uno de los judíos y romanos que retrata tan fielmente el film.

Desde el inicio de la Cuaresma salió a la pantalla en los Estados Unidos, en Australia e Inglaterra, y enseguida se vendieron los boletos por miles y miles. El público se ha volcado en masa y han acudido a verla grupos y comunidades enteras, no sólo de católicos, sino también de protestantes, musulmanes y de personas que se declaran no creyentes ni practicantes. Y todos han quedado impactados. Todo el mundo lo sabe y está de acuerdo con estos datos. En Europa y en Latinoamérica también ha comenzado ya a circular la película, con una acogida asombrosa.

Durante un tiempo se cacareó el tópico de que era “antisemita”, y otros la han tachado de demasiado violenta. En México todavía se sigue esgrimiendo este último prejuicio, tal vez para evitar que los adolescentes y los jóvenes la vean y se beneficien de tanta riqueza espiritual. Se permiten ver películas con escenas claramente violentas o descaradamente obscenas; y, en cambio, a la Pasión de Cristo se le etiqueta una clasificación de tipo “C”, apta sólo para mayores de 18 años… Es una vergüenza.

Se sabe que, cuando el productor se la mostró a Juan Pablo II, el Papa comentó al final: “Es como realmente sucedió”. Esta película no hace otra cosa sino reflejar con total veracidad los hechos de la Pasión de nuestro Señor tal y como la narran los Santos Evangelios. No es cínica –como tantísimas otras que se permiten ver hoy a los adolescentes—, pues aquí no hay ningún regodeo en la tortura. Es más, se queda muy por debajo de lo que realmente sufrió Jesucristo durante las últimas horas de su vida. Ciertamente, es fuerte. Pero, si hay que tacharla de “violenta”, se trata de una violencia muy diferente a la habitual. No es la sangre del mundo de Hollywood. Aquí está respresentada la violencia de los pecados de la humanidad –también de los tuyos y de los míos— que Cristo se cargó sobre sus espaldas para alcanzarnos la redención. Es la Sangre preciosa de Cristo, derramada por nuestra salvación. El mismo Jim Caviezel, el protagonista, quien interpreta la figura de nuestro Señor, ha dicho que “esta película trata de amor, de sacrificio, de perdón y de esperanza”.  

Y por supuesto que tampoco es antisemita. En este caso, todo el pueblo italiano también tendría que protestar contra ella porque acusa la brutalidad de los soldados romanos de entonces. Jim Caveziel ha explicado en diversas entrevistas que “quien diga que esta película es antisemita, es que no conoce el Evangelio”, porque es la representación en vivo de los cuatro evangelistas. La historia llevada a la escena. Más aún, ha afirmado que “si la película es antisemita, entonces también la Biblia es antisemita”.

Pero no es espectacular ni escandalosa. Es una meditación. O, mejor, es una verdadera contemplación espiritual, llena de piedad, de asombro, de admiración, de profundo dolor, de amor, de compasión y de respetuosa veneración. Su fin no es simplemente “impresionar” al espectador, sino ayudarle a meditar y a revivir la Pasión de Cristo, más con e l c orazón que con la razón. Se trata de llevarle a una profunda experiencia espiritual. El mismo Jim Caviezel confiesa que el rodaje de la película fue precisamente eso para él: una experiencia espiritual muy honda de identificación con nuestro Señor. Todos los sufrimientos de Jesús que se nos ofrecen a la vista son para herir e l c orazón y la conciencia del espectador; para hacerle ver quién es el que sufre y por qué se carga esa cruz: el Hijo de Dios que, por amor a nosotros, por nuestra redención y a causa del pecado de toda la humanidad, abraza esas torturas que nos devuelven la paz y nos alcanzan la salvación.

El pasado 18 de febrero, el diario español “La Razón” publicó un artículo de Vittorio Messori –periodista e intelectual católico de gran prestigio y renombre internacional— en donde expresaba el enorme impacto que causa la película. Recordaba una frase de Fra Angélico: “Para pintar a Cristo, hace falta vivir a Cristo”. Y es lo que Mel Gibson transmite en esta extraordinaria producción cinematográfica, de altísima calidad en el plano técnico y artístico, de gran densidad teológica y de profundísima riqueza espiritual.

            Un corresponsal de CBS en Dallas, Jody  Dean –gran técnico, artista, experto productor y crítico cinematográfico— recientemente escribió un artículo sobre el tema y decía, entre otras cosas, que “esta película no ‘entretiene’. Es una experiencia, en un nivel de emociones apenas comprensibles… Es conmocionante. Te atrapa en los primeros cinco segundos, y ya no te suelta… Ese Hombre (Jesús) no era un conscripto. Fue voluntariamente, doblegando su naturaleza por todos. Y éste no es un hombre común. Éste es el Rey del universo. La idea que alguien pudiera pasar por este tipo de castigo es impensable… pero este Hombre era inocente, completamente Santo. Estaba pagando el precio de todos los demás”. Y, al terminar la proyección, nos deja helados, sin palabras, como bien lo expresaba Vittorio Messori en su artículo antes citado. Cualquier comentario resulta insuficiente.

Definitivamente, es una película que todos los cristianos deberían ver para meditar y valorar un poco más el precio de nuestra redención. Te hace sentir que también tú estuviste allí, presente en todos esos acontecimientos, viviendo de cerca la Pasión del Señor. Te hace pensar, te conmueve, te hace gemir y llorar. Pero no se trata, como ya sabes, de una novela romántica o sentimental. Así sufrió y murió Aquel que, por amor infinito hacia nosotros, nos redimió de la muerte y nos dio vida eterna.

            Hoy es Domingo de Ramos. También llamado “Domingo de Pasión” porque inaugura los días santos de nuestra redención. Yo creo, sinceramente, que esta película es una manera muy eficaz para prepararnos a revivir la Pasión de Jesucristo nuestro Señor en esta Semana Santa. Pero no nos quedemos sólo en la película. Acompañemos a Cristo en estos días con un gran fervor, con piedad sincera y reverente. Y, sobre todo, que esta contemplación nos lleve a una auténtica conversión. Convertirse, que es volver a Dios, acercarnos a Él a través de los sacramentos y del cambio de vida, de actitudes y de comportamientos. En los sacramentos se contienen los frutos y las gracias que Cristo nos ganó con su Pasión, muerte y resurrección. Recibirlos es participar en su muerte y en la vida eterna que Él nos ganó con sus sufrimientos. Y el que se acerca a Cristo, debe tratar de imitar también las virtudes que resplandecieron durante la vida de nuestro Señor. ¿Estás dispuesto? ¡Comencemos, entonces, la Semana Santa!