¿Y que sentido le das a tu vida?

Autor: Rosa Martha Abascal de Arton

 

Hace algún tiempo que no escuchaba un concepto tan poco profundo, irreal y 
vano, como el que escuché hace poco por la radio. 

Se estaba hablando de la causa de la depresión en el trabajo. La conclusión 
fue que había que hacer sentir bien a la gente para que no se deprimiera, 
que no se suicidara, como si este delicado y profundo problema tuviese una 
solución tan simplista. 

Casualmente unos días antes, tuve la oportunidad de ver una gran película: 
K17. Trata del primer submarino nuclear ruso y un contratiempo casi mortal. 
Es un caso histórico. 

En un momento crítico de la película, un grupo de hombres se tienen que someter a una radiación altísima, sabiendo que van a morir al hacerlo, pero 
que van a evitar que estalle un reactor nuclear que podría matar a cientos 
de miles de personas y contaminar con radiación un área gigantesca dejando 
secuelas en millones de hombres y mujeres. 

A pesar del pánico, a pesar de la crisis existencial a la cual se enfrentan de pronto, y de sus debilidades, sus sentimientos, seis hombres van entrando 
de par en par, a la cámara del reactor nuclear para repararlo. Salen 
desfigurados, sin fuerzas, agotados, sangrando, todos ellos morirán en el 
lapso de dos días. 

Un joven, cuando le llegó el turno para reparar, le ganó el sentimiento, la 
histeria, el pánico. Su novia lo esperaba en tierra pues se casarían apenas 
llegaran de la misión. Al ver a sus compañeros muertos en vida, fue incapaz 
de reaccionar y se quedó shockeado. 

Los seis compañeros lograron controlar el reactor nuclear, a pesar de sus 
sufrimientos, de su dolor, esas seis vidas tuvieron un sentido: preservar a 
la humanidad de un desastre mayúsculo, de una tragedia de consecuencias 
incalculables. 

Sin embargo, al poco tiempo comenzó a fallar la reparación. Uno de los pocos 
que podían repararla era aquel que se había abanicado la primera vez. 

En esta ocasión, no dudó, entró a la cámara del reactor y lo reparó, ofreciendo su vida. El sabía que si no lograba arreglar esa fuga, el sacrifico de la vida de sus compañeros sería inútil. Con su propia vida quiso dar sentido al sacrificio de los demás y así su vida tomó un sentido, una fuerza y un realce que ni el mismo se hubiera imaginado. 

Desgraciadamente murió, así como sus otros compañeros. La historia rusa no 
los consideró héroes por no haber muerto en guerra. Sin embargo, estoy 
convencida de que esos siete hombres que inmolaron su vida por salvar a 
millones de seres humanos, son héroes dignos de imitarse. 

Médicamente se sabe que hay tres grandes grupos de depresiones:
a. Endógenas: no se deben aparentemente a nada y aparecen en las personas 
más felices y mejor dotadas, podrían ser genéticas.

b. Sistémicas, ligadas a trastornos de personalidad, lo sufren gentes frustradas, amargadas, autocríticas, es continua y crónica.
c. Reactivas: consecuencia de una circunstancia emocional dura, negativa y 
que no se sabe manejar, se presenta con tristeza, cansancio, falta de ilusión, alteración de sueño, apetito, ideas de muerte, y se busca refugio en drogas, alcohol, fármacos y adrenalina. 

Las causas para estas depresiones pueden ser englobadas en los siguientes 
factores:
1. Soledad, sintiéndose no querido por la gente que le rodea
2. Familias desintegradas, causando inestabilidad emocional y psicológica
3. Falta de desarrollo de virtudes, como único medio de tener una personalidad con fortaleza, perseverancia, esperanza, empuje, visión, capaz 
de superar los peores obstáculos
4. Confusión del libertinaje con la libertad que conduce a una falta de voluntad y vivencia de excesos
5. Falta de amor, auténtico amor, no necesidad, no dependencia, no complacencia, no pasión, no ternura, no lástima: AMOR, SERVICIO, ENTREGA: 
FELICIDAD.
6. Falta de autovaloración, porque los demás no lo valoran, no conocen el valor de cada ser humano y el suyo propio independientemente de sus capacidades.
7. Falta de sentido de vida, ¿para que vivo?¿para que lucho?¿por qué estoy aquí?¿cual es el fin de mi existencia? Estas preguntas solo se resuelven con 
sentido de trascendencia: lo que yo haga afecta mi destino, mi felicidad, pero sobre todo el destino y la felicidad de los demás, de gente que amo y conozco, y de gente que no he visto jamás ni veré. 

Hay gente con mucho dinero, placer, éxito, un gran físico, una sociedad de 
“elite” que vive en depresión en el trabajo, en su familia, en la vida cotidiana, porque carecen de lo esencial, de sentido de vida. 

En cambio, vemos casos como el del K17, en donde la carencia de cosas materiales, es absoluta pero el sentido de vida, el desarrollo y adquisición 
de virtudes es impresionante. 

Hoy puedo asegurar que así como en el K17 hubo muchos héroes anónimos, en 
nuestro México, también los hay. Baste recordar el terremoto de 1985, los 
millones de hogares encabezados por solo uno de los padres, los millones de voluntarios de distintas instituciones y asociaciones a lo largo y ancho del 
país. 

Son héroes silenciosos, son personas que saben amar en plenitud aunque les 
duela, con tal de ver felices a los demás, olvidándose de su propio dolor. 

Yo tengo el privilegio de conocer uno de esos héroes anónimos, digno de ser 
imitado, reconocido y amado, pues con su vida da vida, con sus palabras da 
sentido, con su testimonio da fortaleza con su ánimo da esperanza a quienes 
Dios nos concedió el milagro de conocerlo.