Sacrificio, suprema manifestación del amor

Autor: Rosa Martha Abascal de Arton

 

No hay amor más grande que el de Aquel que da la vida por sus amigos.

Negarse a uno mismo, no buscar satisfacernos, no elegir el camino fácil, darse, servir, inmolarse, sufrir, padecer, privarse, renunciar, abnegación, entrega, sacrificio, donación … son formas de dar la vida por alguien, y es la manera más sublime y pura de manifestar el amor

“Amor, palabra tan desgastada” escribía hace poco un amigo… si, demasiado desgastada, hoy, al antojo, pasión, gusto, sentimentalismo, sensación placentera, atracción, seducción, emoción, arrebato, se le nombra con la palabra amor, quitándole el auténtico, eterno, infinito y trascendente significado que “AMOR” tiene.

Hace poco leí la historia de dos amigos que desde que se conocieron supieron que podían contar el uno con el otro. La vida por sus complicaciones, puso trabas a la amistad, todo parecía como el revés de un tapiz sin forma, sin sentido. Ambos se habían apoyado, ambos eran capaces de dar la vida uno por el otro, ambos tenían una meta común: llegar a Dios por medio de la congruencia y el testimonio

¿Los frutos? Están a la vista, se llamaban Francisco y Clara, ambos buscaron ser fieles a su amistad basada en Dios, ambos son santos, ambos fundadores de órdenes religiosas trascendentes en la vida de la Iglesia Católica (franciscanos y clarisas), ¿el secreto? El amor más puro y trascendente, el amor en Dios, el sacrificio de las inclinaciones humanas para sublimarlas a lo trascendente, a lo permanente a lo eterno.

Y tu… ¿amas a Dios en realidad? ¿estás dispuesto a dar la vida antes de traicionar tus valores? ¿estas dispuesto a negarte a ti mismo para llegar a El? ¿estás dispuesto a arrancarte el corazón y el alma aunque duelan eternamente para dárselos a El? ¿estás dispuesto a ser congruente en tu vocación, en el camino que elegiste, aunque te vaya la vida en ello, aunque el alma se desgarre, aunque el corazón sangre, aunque todo se vea como un bordado sin sentido?

¿Amas a tu familia de verdad? ¿Cuántas veces sacrificas tus gustos por ellos? ¿piensas en lo que el otro necesita antes de lo que tu necesitas? ¿te entregas a tu pareja con esa pasión, donación y servicio con la que Dios dio su vida por nosotros? ¿Antepones el bien y la felicidad de tus hijos a la tuya propia? ¿Buscas vivir para amar y amar para servir? ¿ o te sirves del “amor” para “vivir”?

¿Y con tus amigos? ¿ eres capaz de decirles de frente sus cualidades y defectos para que sean mejores? ¿eres capaz de dar tu vida por la de ellos? ¿Qué tanto los amas por ser ellos o porque a ti te “sirven” de una o de otra manera? ¿eres capaz de vencer aquellos defectos que molestan a los demás para poder amarlos y por lo tanto servirlos mejor?

El alma duele mucho ante el sacrificio, ante el sufrimiento, el corazón se desgarra al querer ser congruente, dar testimonio y servir. Los sentimientos pueden ser como lápidas que nos hunden, o como globos de gas que elevan a las estrellas… allí está el secreto del amor, sacar de ese dolor de ese desgarrre y de esa pena, de esa lápida la fortaleza, esperanza, para ser mejor e influir en otros para que también sean mejores, elevándonos y elevando a los demás para alcanzar esas estrellas.

El dolor, el sacrificio, la entrega por arar el campo, por picar la piedra, por cambiar al mundo por negarse a uno mismo, por evitar traicionar a los valores, a la familia, a los amigos… ese y solo ESE es el auténtico amor.

Por ese amor uno debe ser capaz de soportar, asumir, cargar con alegría, fortaleza, sentido de trascendencia, los sacrificios más pesados y dolorosos, aunque el corazón se marchite, aunque el alma se quiebre,

El dolor nos cuestiona el sentido de la vida, se torna en un despertar a la propia vida, en una búsqueda de Dios, única fuente de paz y felicidad eternos, allí es cuando aterrizamos que El es el Alfa y el Omega, el principio y el fin, y que el dolor por y para El es fuente de redención y de purificación de las propias faltas. El dolor que no es ofrecido en trascendencia, pierde ese valor inconmensurable e infinito

La persona, con el dolor por amor a los demás y a Dios, adquiere madurez espiritual, humana, psicológica, cambia su visión del mundo y de su vocación como persona, se vuelve corredentora y se purifica.

El dolor por amor, el sacrificio por amor, el servicio por amor, la entrega por amor, la negación por amor, desgarra el alma, pero a la vez consolida las relaciones humanas, las hace trascender, las lleva al infinito, a la eternidad, las sublima en Dios y al final del camino, se transforma ese dolor humano, en gozo espiritual… si, el dolor es la suprema manifestación del amor.