La forja de tu alma… tarea indispensable

Autor: Rosa Martha Abascal de Arton

 

Arena, sequía, carencia de movimiento, soledad, peligro… a lo lejos un oasis que camina, pues cada que te acercas, el se aleja.

Un sol resplandeciente que quema. Un cielo azul que sofoca. Habiendo calor, tu alma está fría, habiendo luz, no sabes a donde caminas, es el desierto, un desierto que encuentras a lo largo de la vida, en diferentes formas, en diversas circunstancias.

Te falta esperanza, todo parece estar contra ti, nada tiene sentido, tu corazón se entristece y tu mente se obseca… estás seguro de que tu cruz es tan pesada, que nadie podría cargarla, es tan horrible, que todos deberían compadecerte… pobre de ti, estás solo y no entiendes porque pasan las cosas, reniegas de la vida y dudas que Dios existe, hablas de más, actúas muy poco y tu vida va por un derrumbadero.

Vale la pena, que antes de que sigas auto santificándote y compadeciéndote por la vida que te ha tocado vivir, y sigas cuestionando el porque de la misma, entiendas que tu no tienes la respuesta a todo, que solo Dios sabe el porque y el para que.

Existió una vez un rey que no creía en Dios. Su más fiel guardián, lo trataba de convencer día a día de lo contrario. Le enseñaba la inmensidad del mar, la maravilla de las flores, la perfección de los animales, el equilibrio de la creación, la grandeza del amor y la trascendencia de la amistad, el valor de la vida y de la felicidad. Pero el rey no se convencía de nada y le refutaba con las enfermedades, el dolor, los fracasos, los problemas, el hambre y la pobreza.

En una ocasión, el rey salió de cacería, iba con el su guardián. Sin saber como, el rey fue atacado por un león, el guardián lo defendió como pudo, pero aún así, el león le arrancó un dedo al monarca.

Furioso el Señor por la ineficiencia de su guardián, al regresar a palacio, ordenó que se le encerrara en una torre y gritó con todas sus fuerzas, que más que nunca, estaba convencido de que Dios no existía.

Pasaron algunos años, en otra cacería, el rey fue apresado por una tribu de nativos que pretendían sacrificarlo, pues eran caníbales. El rey por primera vez en su vida comenzó a encomendarse a ese Dios al que nunca había llamado.

Llegó la hora del sacrificio, el rey fue conducido ante el jefe de la tribu. Al verlo, el jefe furioso comenzó a gritarle a sus ayudantes, el monarca no entendía nada. De pronto, uno de los caníbales lo desató y le dijo que se podía ir, muy confundido el rey le preguntó porque no lo iban a matar a lo que el caníbal respondió que estaba defectuoso por no tener un dedo y que ellos no consumían seres humanos defectuosos.

El rey se dirigió a su palacio agradeciéndole infinitamente a Dios que le hubiera conservado la vida. Al llegar mandó llamar al guardia que llevaba años encerrado, le contó lo que le había sucedido, le pidió perdón por haberlo encerrado y le dijo que ya estaba convencido de que Dios si existía.

El guardia muy tranquilo le dijo que no le pidiera perdón, que el estaba muy agradecido por haber estado encerrado en la torre. El rey sorprendido le preguntó cual era esa causa de su agradecimiento. El guardia contestó: “si yo no hubiera estado encerrado, habría estado protegiendo a mi rey, y por lo tanto, al ser apresado aunque usted hubiera vivido, a mi si me hubieran matado, porque yo tengo mis dedos completos”.

Dios sabe lo que hace y porque nos toca vivir la circunstancia específica de nuestra vida. Es probable que la persona a la que amas no te ame como tu, o que la hayas visto de la mano de otra, o que en el trabajo no sucedan las cosas como las tenías previstas, o que tengas un accidente, o que sufras un revés económico…

Aparentemente todos esos son males, las tinieblas, el desánimo, la frustración, el desencanto se apoderan de tu alma.

Pero es en esas batallas, en ese desierto del corazón, donde vas forjando tus virtudes o tus defectos, es en esa aridez y tinieblas donde tu fortaleza se acrecienta y madura o donde te desmoronas y pierdes el sentido de la vida.

¿No entiendes? Quizás jamás entiendas, ¿quisieras que las cosas fueran diferentes? Haz lo que te toca y abandónate para que Dios te guíe por donde es mejor.

Por lo pronto, debes entender que tienes una misión en la vida, que eres responsable de cumplirla en las circunstancias, la forma y la profundidad que esa misión tiene.

No se vale solo demostrar que se es capaz de sufrir y morir, sino que debes mostrar como vivir transformando ese sufrimiento en servicio y felicidad.

¿Una vida diferente? Si, esa la irás labrando tu al dar resultados concretos de amor, servicio, entrega a quienes te rodean. La felicidad no es estar contento, es un estado del alma que transmina paz, alegría interior, generosidad, amor, es la sublimación, es el olvido de uno mismo, es ser la flor más hermosa en el jardín de la vida de quienes te rodean, es ser el manantial que refresca a quien tiene sed, es ser la estrella que ilumina la noche, es regalar la sonrisa que acaricia y da esperanza al alma atribulada, es ser el ángel que guía, es dar hasta que duela, es amar hasta la muerte