La humanización del trabajo

Autor: Rosa Martha Abascal de Arton

 

El ser humano a través del trabajo participa en la acción creadora del universo, imitando de alguna forma a Dios.

Hace poco escuche aun amigo decir, que el trabajo era el peor castigo que la humanidad tenía que padecer. Esa actitud me entristeció, ya que la visión que todos como seres humanos deberíamos tener para aprovechar la gran riqueza que el trabajo encierra es otra.
 
El ser humano a través del trabajo participa en la acción creadora del universo, imitando de alguna forma a Dios, el trabajo no es un castigo, es una vocación innata en el hombre que lo lleva a crecer, a perfeccionarse y a darse por medio de su trabajo a los demás.
 
Con lo que hacemos y producimos, mostramos lo que somos. Todo trabajador, independientemente del ámbito en el que realice su trabajo, es en primer lugar, PERSONA, esto nos lleva a una actitud no solo de HACER más y mejor el trabajo, sino a SER más y mejor ser humano.
 
Es por ello que el trabajo tiene en sí mismo una dignidad intrínseca, ya que el ser humano que lo realice tiene la posibilidad de crecer y por lo tanto ser mejor.
Por medio del trabajo, el hombre no solo transforma la naturaleza para adaptarla a sus necesidades, sino que alcanza una plenitud como persona, convirtiéndose en cierto modo en más humano. El trabajo de ésta forma concebido, no puede ser malo, es más, el trabajo es bueno al ennoblecer a quien lo realiza.
 
El trabajo es una forma de trascendencia del ser humano y precisamente por la importancia y el valor del trabajo y su fin, el capital NUNCA puede estar por encima del trabajador. El trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo.
 
Es por ello que llama la atención el esfuerzo que el gobierno mexicano está llevando a cabo con la Reforma a la Ley Federal del Trabajo, cuya base y sustento es la Nueva Cultura Laboral, que pretende sublimar el sentido y el fin del trabajo basándose en una concepción íntegra, real y valorativa de la dignidad humana.
 
Esa Nueva Cultura concibe al trabajador y al empresario como personas, con igual dignidad, con igual capacidad para participar en la toma de decisiones y consensos en la Reforma de la ley, no se puede menospreciar a ninguna de las partes, ya que sin capital no hay trabajo y sin trabajo se acaba el capital.
Es indispensable defender a toda costa, el derecho al empleo, al salario justo, a las prestaciones obligatorias, a beneficios adecuados, al trabajo de la mujer, a la creación de sindicatos con su derecho a huelga, todo en el marco de la ley.
Como dice el poeta Polaco Kamil Norwid, “el trabajo aceptado con amor es la más alta manifestación de la libertad humana”, ya que la persona, libre de trabajar, puede asumir o no ese trabajo como medio de crecimiento personal y social.
 
Así entendido, “el trabajo no es una mera necesidad biológica de subsistencia, es un deber moral, es un acto de amor que se convierte en alegría, la alegría profunda de darse por medio del trabajo a la propia familia y a los demás “ (Karol Wojtyla), la alegría de servir a la sociedad aunque tal servicio conlleve sacrificios.