La Comunicación - Ruptura de Frontera 

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.

Sitio Web: Un mensaje al corazón

 

LAS REGLAS DE ORO DE LA COMUNICACIÓN

SABER ESCUCHAR A LOS DEMÁS 

TENER PACIENCIA 

SER CLARO Y PRECISO AL HABLAR 

TRATAR A LAS PERSONAS COMO AMIGOS 

SABER INCENTIVAR UN ESPÍRITU DE COLABORACIÓN 

SER MEDIDO Y MESURADO 

NO HABLAR MAS DE LO NECESARIO 



CONTENIDO

1. INTRODUCCIÓN 
2. BARRERAS A LA COMUNICACIÓN 

3. EL ARTE DE LA COMUNICACIÓN

4. SABER ESCUCHAR 

5. NO SEA UN TEMIBLE CHARLATÁN 

6. EL LENGUAJE CORPORAL 

7. COMUNÍQUESE MEJOR CON LOS DEMÁS, SIN SER AUTORITARIO 

8. CULTIVE EL BUEN TRATO A LOS DEMÁS 

9. TRANSFORME EL LENGUAJE EN UN INSTRUMENTO EFICAZ 

10. PROFUNDICE SU COMUNICACIÓN CON DIOS 

11. DIEZ PASOS PARA QUE LA COMUNICACIÓN SEA MAS PERFECTA

12. EL VALOR DE LA COMUNICACIÓN 



INTRODUCCIÓN

Una de las más grandes necesidades que hay en todo ser humano es la comunicación. El hombre no nació para estar solo, nació para la convivencia, la comunión y el diálogo. Necesita, por lo tanto, entrar en comunión con Dios, consigo mismo, con los demás y con la naturaleza para sentirse plenamente realizado y feliz. 

La estructura espiritual, mental, emocional, sentimental y aún física del hombre está hecha para la comunicación, el diálogo y el encuentro con los demás. Así nos hizo el Señor, a Su imagen y semejanza. Dios es, en Su misma esencia, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En ese ser perfecto, que es tres divinas personas en uno, se conjugan la comunión, la comunicación, el amor más puro, el entendimiento y la comprensión mutua. 

Los seres humanos fueron creados por Dios para amar y ser amados. Destruir esta existencia en el amor significa romper la comunión con los demás y vivir como una auténtica isla. 

La comunicación es la base de la convivencia humana. Si usted no se comunica ni mantiene una relación profunda con los demás seres humanos, probablemente terminará en una situación de deses-peración, angustia, dolor y tragedia. Se sabe de ciertas neurosis y demencia causadas por vivir una vida tristemente vacía y sola. Para relacionarse bien con las personas y lograr una comunicación profunda, usted tiene que sentir y creer que tiene mucho que dar y que decir. Descubra lo bueno y positivo que tiene cada persona, reconozca que cada uno es valioso y ámelos. Cuando usted ama a la gente, verá lo fácil que es comunicarse. 

Cultive bien el arte de la comunicación y podrá establecer y consolidar grandes amistades, fortalecer más su matrimonio y ser mejor y más exitoso en sus negocios. 





1. BARRERAS A LA COMUNICACIÓN

La comunicación es un tema vital para el ser humano. La comunicación le permite entrar en comunión con los demás y puede hacer de usted una persona más humana, completa y feliz. Sin la comunicación no se puede vivir de una manera plena. 

Los seres humanos, por diferencias de razas, credos y culturas, se han impuesto demasiadas barreras, con lo que han ido matando la comunicación. Esto es un grave error en que incurren muy a menudo las personas en sus hogares y comunidades y causan serios problemas. 

La gran muralla de China, que se extiende por miles de kilómetros, contribuyó a aislar a ese país por muchos siglos. Asimismo, hay murallas espirituales y mentales enormes que las personas construyen para aislarse del mundo que las rodea. Por esas barreras, las personas se sienten diferentes a los que no son de su propia raza, credo, nación o cultura. Hasta llegan a pensar que los que son diferentes a ellos no son ni seres humanos. 

Las personas se clasifican como si fueran objetos en el plano mundial en cuanto a naciones, continentes y hasta mundos. Las que viven en países pequeños y sub-desarrollados se consideran del "tercer" mundo. Entonces, resulta que deben haber tres mundos distintos, aunque Dios haya creado sólo uno. 

La gente también se clasifica en cuanto a clase social. Se dice que algunos son de la alta, otros de la baja y los demás de la media. La implicación es que los seres humanos son diferentes en cada clase y deben mantenerse dentro de ella, sin mezclarse. Por otro lado, también se dividen por su raza o religión, poniendo mucho énfasis en que las personas sean negros o blancos, o sean de tal o cual religión. Algunas personas piensan que Dios no llega donde otros porque ellos son pecadores, son de otra religión o simplemente son ateos y no creen en Dios. 

A las personas les encanta poner fronteras en la medida en que alguien les cae mal. Unos creen que los que no son de su partido político o su grupo religioso son inferiores. Escudados tras sus murallas, las personas miran a los demás y los clasifican como beatos, locos, degenerados, maleantes, mentirosos o ladrones, dependiendo del caso. A los pobres y miserables les ponen fronteras y cercos para aislarlos y no permitirles entrar donde están ellos, que son los únicos puros, inocentes y limpios. Sencillamente se creen mejores que los demás. 

Las personas crean y se esconden detrás de barreras raciales, culturales, económicas, políticas y religiosas, que llegan a convertirse en vallas de alambre de púas, cuando lo único realmente importante es el ser humano. Por ser creación de Dios, éste se debe situar siempre por encima de la nación, la economía, la raza, el credo o cualquier otro factor. 

Por estos prejuicios, se ponen demasiadas fronteras a la convivencia humana que causan peleas y enemistades y crean superioridades que no conducen a facilitar las relaciones interpersonales. Estas barreras hemos osado ponerlas hasta a Dios. 

Las fronteras que dividen por todas partes crean una enorme torre de babel en el mundo que entristece a Dios. Duele ver personas que maltratan a los que son muy pobres, que desprecian a los niños o que rechazan a los que no son de su raza. El desprecio hacia un ser humano porque es negro, blanco, rico o pobre ofende directamente a Dios. A su propio Hijo le pusieron fronteras hasta acabar con El porque era pobre, no había estudiado en las escuelas rabínicas, era libre ante la ley judía y no se sometía a los sumos sacerdotes en algunas cosas. Jesús era diferente a los demás: era sencillo, inocente y libre porque siempre decía la verdad y hacía el bien; se llamaba a sí mismo Hijo de Dios y amaba a su Padre. 

Dios es el único que no construye barreras, que nos mira con amor y nos ve como en verdad somos. Dios es consciente de que somos simplemente seres humanos y nos trata como tales. 



2. LA COMUNICACIÓN HACE MILAGROS

Dios hace milagros a través de la comunicación, derrumbando y despedazando murallas y fronteras, rompiendo barreras y obstáculos que los hombres han impuesto y que van en contra de Su voluntad. Escuche el siguiente relato que describe uno de esos milagros que realiza Dios por medio de la comunicación. 
Un hombre profesional en el ramo de la ingeniería fue enviado a trabajar en una zona rural muy pobre, poblada de indígenas. A él y a otros profesionales les encargaron estudiar las condiciones existentes en esa área para construir posteriormente un acueducto en aquella zona y se preveía que la construcción tomaría bastante tiempo. El y otros ingenieros y profesionales calcularon que tendrían que pasar por lo menos dos años y medio en esas tierras, por lo que alquilaron unas casas sencillas para traer a sus familias. A los niños los pusieron en la escuela del pueblo más cercano. 

Algunos de ellos no aguantaron las condiciones en ese lugar y se fueron porque extrañaban el ambiente de ciudad, hablar con personas similares a ellos y tantas otras cosas. El hombre de nuestro cuento se quedó con su esposa e hijos por razones económicas, además de que le interesaba mucho el proyecto. 

Por muchos meses, la esposa se mantuvo alejada de los indígenas y no se comunicaba con ellos porque los encontraba sucios, ignorantes y atrasados. Un día salió a caminar, vio a una indígena tejiendo, se interesó por el trabajo que estaba haciendo, le pidió que le enseñara a tejer como ella y poco a poco fue aprendiendo. Mas en ese proceso descubrió algo mucho más importante que el tejido. Aprendió que esa mujer indígena poseía cosas maravillosas, como sabiduría, serenidad, fortaleza, humildad y una gran paz. Gracias a ella, la señora empezó a comunicarse con otros habitantes del pueblo y también aprendió mucho por su trato con ellos. Adquirió una nueva filosofía de la vida a través de la sencillez, paz y alegría de esas personas. 

La comunicación hizo el milagro de descubrir un mundo nuevo y maravilloso que la enriqueció humanamente. Después no quería irse de ese lugar y cuando al fin tuvo que hacerlo se llevó muchos de los tejidos hechos por los indígenas. De vuelta en su ciudad, puso un negocio y los indígenas de aquel pueblo mejoraron económicamente porque ella se encargó de vender sus productos en la ciudad. 

La comunicación rompe fronteras y permite descubrir que el ser humano es realmente maravilloso. Detrás de las diferentes fronte-ras aparece siempre el ser humano y cada persona es maravillosa porque Dios la hizo a Su imagen y semejanza. 

Otro milagro de comunicación fue el caso de un matrimonio que iba camino a la ruina. Entre los cónyuges había una gran desconfianza y aislamiento, así como mucho rencor y resentimiento. Eran dos extraños viviendo bajo un mismo techo pero en dos mundos muy alejados. Afortunadamente, decidieron buscar ayuda profesional. 

El gran secreto del psicólogo fue tratar de hacerles entrar en comunicación. Pero, ¿cómo podía hacer eso, si esa pareja llevaba casi tres años sin hablar más que lo indispensable? El psicólogo les pidió, por separado, que recordaran y escribieran hechos bonitos, graciosos y agradables de su pasado juntos. En la próxima sesión cada uno debía leer lo que había escrito delante de él y de su cónyuge. 

El gran milagro se realizó: cuando uno de los cónyuges contaba algo, el otro aprovechaba para añadir algunos detalles de aquel suceso que habían experimentado juntos en su matrimonio. Poco a poco, empezaron a oírse risas y hasta carcajadas, se empezó a desarrollar un diálogo y comenzó la reconciliación porque ambos lograron comunicarse. 

Después de este ejercicio de recordar hechos ocurridos, especialmente en los primeros años de matrimonio, el psicólogo les fue enseñando otras técnicas de comunicación. Actualmente es una pareja maravillosa, cuyo gran problema era simplemente una falta de comunicación. 

Esta pareja contaba después que su problema se inició cuando fueron cayendo en la monotonía de la rutina y perdiendo el deseo de comunicarse. Preferían contar sus anécdotas amenas y divertidas a otros. Después de la terapia, descubrieron que la primera persona que merece escuchar y compartir estas cosas es el cónyuge. También descubrieron que los esposos pueden pasar momentos increíblemente agradables compartiendo experiencias y recordando sucesos. Cuando descubrieron esto, sus vidas cambiaron. 

Si usted tiene problemas relacionándose con otras personas, recuerde que la comunicación hace milagros. Aprenda a comunicarse efectivamente. 

Había un joven que odiaba a su papá cada día más y además de no perdonarle las cosas que hacía mal, agrandaba los hechos terri-blemente. El joven contó su problema a un sacerdote, quien conocía la historia del padre del muchacho. El sacerdote se dio cuenta que el muchacho no conocía muchas cosas de la historia y el pasado de su padre y los reunió a los dos. Durante la reunión, le dijo al papá que contara lo que le había sucedido durante los primeros años de su matrimonio. 

El padre, que nunca quiso contar esto, empezó a decir que antes de casarse, él y su esposa habían tenido una situación económica más o menos holgada y lograron comprar una casita muy hermosa. A los tres meses de haberse casado, en la empresa donde él trabajaba lo acusaron de un robo que no había cometido. Por esa vil calumnia, lo metieron preso estando la esposa embarazada. Pasó tres años en la cárcel antes de que lo dejaran libre. En el tiempo que estuvo detenido, la esposa tuvo que sacrificarse tremendamente, lavando y planchando ropa ajena, ya que además sus papás la habían marginado creyendo que el esposo era un ladrón. En la cárcel le permitieron trabajar y, aunque ganaba muy poquito, todo lo mandaba a su familia. El llegó a vender hasta sus zapatos y pasar un tiempo descalzo en la cárcel para que su hijo, acabado de nacer, pudiera comer. 

El señor contó todo lo que había pasado a su hijo, que no sabía nada de esto. El muchacho se asombró y lloró frente a su papá, pidiéndole perdón. La comunicación hizo el milagro. El hijo comprendió que si su papá tenía mal genio, si era algunas veces nervioso y hasta neurótico, era por la experiencia terrible que tuvo que pasar en esos años. 

Hace varios siglos, los misioneros empezaron a romper las fronteras culturales y raciales en América. Aprendieron las lenguas de los indígenas y les enseñaron a hablar castellano. Así fue como los misioneros pudieron enseñar la religión cristiana. Hoy día, en América Latina casi todos hablan una misma lengua y las culturas son muy parecidas. 

A través de los medios de comunicación social se ha abierto y ampliado el mundo, convirtiéndose en un lugar pequeño y familiar. La radio, prensa y televisión acercan a millones de hombres y mujeres de todas las latitudes del mundo y hacen maravillas cuando son bien utilizadas. 

La comunicación puede hacer de usted una persona más humana, plena, completa, realizada y feliz. Si usted se convierte en una persona más abierta y comunicativa, promoviendo el diálogo en su familia, empresa y comunidad, las cosas seguramente cambiarán. 

La comunicación franca, sincera, cálida y llena de amor hace milagros rompiendo fronteras, derrumbando barreras y torres de babel que muchas veces crean los seres humanos en el mundo. El milagro de la comunicación ha ocurrido en matrimonios, familias y comunidades cristianas. Cuando se abren los corazones y hay comunicación sincera y profunda, sin miedo al rechazo, ocurren cambios que permiten descubrir cualidades increíbles en las personas. La comunicación hace a la persona mucho más humana. 



3. EL ARTE DE LA COMUNICACIÓN

El Señor dotó al ser humano con dones, virtudes, inteligencia, lenguaje y gestos. Parte de la esencia del ser humano es ser comunicativo y la expresión humana ha sido y es uno de los grandes logros del hombre. Dios quiere que todos los seres humanos se comuniquen y entren en comunión con los demás. 
La comunicación es un arte que se debe aprender para poder relacionarse mejor con los demás. Dialogar implica revelar y expresar pensamientos y sentimientos, con confianza y deseos de lograr una comunicación profunda, para llegar a una comunión con los demás. 

Todos los seres humanos son importantes y sus experiencias, por ser parte de su ser, pueden enriquecer a los demás. Hay que darles su sentido auténtico y expresarlas. Por eso, cuando usted se reprime, le hace un daño tremendo a su propio ser. Es importante aprender a dialogar. La falta de comunicación convierte al ser humano en una auténtica isla. 

Cada ser humano tiene su historia personal de éxitos y fracasos, ilusiones y tristezas, amor y soledad. A cada persona le gustaría transmitir todo lo que le ha sucedido en la vida a otros, pero posiblemente está reprimida por la desconfianza y el miedo o por creer que lo suyo realmente no tiene importancia y mucho menos interesará a los demás. 

Cuando se descubre que detrás de todas las fronteras que se crean está la presencia original, irrepetible, única e increíblemente maravillosa de un ser humano, las cosas cambian y se produce la comunicación. Por eso, es importante dominar perfectamente el arte de la comunicación para que su vida en general, así como su convivencia matrimonial y familiar, mejore notoriamente. 

Queremos señalar algunos elementos que ayudarán a aprender y desarrollar el arte de la comunicación. 

Recuerde que toda persona es un ser humano

Si usted quiere dominar el arte de la comunicación, la primera norma es aprender a pensar que todas las personas que se comunican con usted son seres humanos. Además de ser humano, esa persona también puede ser mecánico, policía, barrendero o médico. Pero sea consciente de que esa persona que se encuentra y habla con usted tiene toda la riqueza de dones, valores, potencialidades e inteligencia que Dios le concedió y por eso es un ser único e irrepetible. 

Muchas veces, las funciones de las personas ocultan lo que en verdad son, pero ciertamente no son máquinas ni robots. A las personas les ponen etiquetas debido a su clase social, así como a su filiación con un partido político o porque pertenecen a un grupo religioso o algún club social. Pero nunca se debe olvidar al ser humano que está detrás del papel que éste desempeña, sea su emplea-do, su jefe, el policía del barrio, el presbítero, el vendedor de la tienda, su cónyuge, sus hijos, padres o abuelos. 

Recuerde que detrás de cada persona hay un ser humano que merece dedicación, respeto y atención. No respetar a una persona es despreciar al mismo Dios que la creó. 

Las personas se comunican porque tienen algo que decir

Cada persona a la que usted se acerca tiene algo de sí que desea entregar a través de la comunicación. En toda comunicación, usted puede salir notablemente beneficiado porque la persona ofrece un poco de sí misma y esto lo puede enriquecer muchísimo a usted. Aprenda a escuchar

Para dominar el arte de la comunicación hay que aprender a escuchar y creo que mucha gente jamás lo ha intentado siquiera. Una de los grandes problemas que se dan en muchos tipos de convi-vencia, como asociaciones, empresas, comunidades y otras, es que la gente no escucha. Hay muchas personas que se sienten mal y se encuentran muy solas porque les hace falta ser atendidas, sobre todo en los matrimonios donde los cónyuges se quejan de que no se les escucha. Convénzase que el ser escuchado es una necesidad, tanto para su esposo o su esposa como para su hijo, su empleado, su jefe o su amigo. 

Reconozca el conjunto de valores que tiene cada persona

Para comunicarse efectivamente, reconozca el conjunto de valores que hay en la personalidad de cada persona. Todo ser humano tiene sus dones, cualidades y valores y merece ser tratado con simpatía, espíritu amplio, respeto y reconocimiento. Haga sentir a su interlocutor que usted lo considera una persona con valores, capacidad y dignidad y lo respeta por eso, pero sea sincero. No se lo diga de forma que aparezca como un adulador o engatusador. Mas bien, demuestre su respeto, atención y consideración con su actitud durante la conversación. Ciertamente, ese reconocimiento lo hará sentir contento y feliz. 

Manifieste su estima a la otra persona

Si reafirma a la persona que se comunica con usted que lo estima y respeta, le tiene afecto y le presta atención, logrará que se sienta bien acogida, se abra más rápidamente y encuentre más dispuesta a la comunicación. Esto hará posible un diálogo más profundo y sincero. Si la otra persona estaba en plan agresivo, en actitud de combate o pelea, bajará las "armas" porque no se sentirá amenazado sino como si estuviera en su casa rodeado de amigos. 

Haga que los demás se sientan bien conversando con usted

Sea agradable en el trato y no caiga en la vulgaridad, usando palabras groseras u ofensivas. Demuestre que usted acepta y respeta a los demás y le agrada estar con ellos. Si la otra persona es su propio hijo pequeño, póngale igual atención. Ese niño vive en su mundo infantil que para él es tan importante como el suyo porque es el único que conoce. Por eso, atienda y respete también a sus hijos. 

Lógicamente, en una conversación usted nunca debe ceder en sus principios morales. Pero tiene que perfeccionar la parte humana si quiere dominar el arte de la comunicación y ser más feliz. 

Comuníquese sin exageraciones

Demuestre que usted es dueño de sí mismo, se sabe comportar y expresarse. Contrólese y mantenga siempre su equilibrio y compos-tura, sin exageraciones. Por ejemplo, no exagere su risa o ademanes, la expresión de su rostro o las palabras y alabanzas que usa. Ponga atención también a su tono de voz para que éste sea adecuado, ni muy alto ni muy bajo. Usted no puede darse el lujo de ser agresivo en su comunicación. Además, Dios no le ha dado derecho a ofender a nadie--ni a sus empleados ni mucho menos a su cónyuge o hijos. Para comunicarse con elegancia y delicadeza, no es necesario ser muy sofisticado porque se corre el riesgo de caer pedante. 

Respete la dignidad y opiniones de los demás

Una forma segura de herir a las personas y ganar enemigos es hacer aparecer a la otra persona ignorante o estúpida. Esto se logra fácilmente burlándose de sus argumentos, señalándole gratuitamente sus defectos y limitaciones, mostrándole su superioridad o diciéndole tajantemente que está equivocado y no sabe lo que dice. Muchas personas son víctimas de esto y sufren el desprecio y marginación de la persona que las hace sentir estúpidas y tontas. Los hijos sufren mucho con este trato de parte de sus padres; también las esposas cuyos maridos se comportan así y aquellos jefes que humillan pública y privadamente a sus empleados. Algunas veces los cónyuges mantienen posturas tan duras con respecto al otro y le restriegan de tal manera sus defectos y errores que los afectan en su auto-estima y los llevan a cometerlos más, aunque sea por rebeldía u orgullo. Muchas personas sufren en su relación matrimonial porque el cónyuge atropella su dignidad con mucha facilidad utilizando frases y palabras hirientes y duras. Estas actitudes son verdaderamente terribles y acaban con cualquier intento de comunicación, traen desgracia y destrucción a las familias y dañan cualquier otro tipo de relación interpersonal. 

Cuando usted se comunica, deje claro que respeta la opinión de la otra persona para que se convenza que usted verdaderamente lo valora y aprecia. Lo importante es que la otra persona se sienta feliz de hablar con usted y no disminuida, desconocida ni rechazada, aunque ambos tengan opiniones contrarias. Demuestre siempre respeto a las personas y no hiera jamás sus sentimientos ni su orgullo. 

Demuestre tolerancia y comprensión

Recuerde que toda persona ha sido creada por Dios a Su imagen y semejanza. El Señor ha dotado a todos sus hijos de excepcionales cualidades que los distinguen. Un grave error que destruye la comunicación es situarse en posición de superioridad y no ponerse en el lugar de la otra persona. Mire las cosas desde el punto de vista del otro. Si usted se coloca en el lugar de la otra persona, comprenderá mejor sus reacciones, opiniones y dudas y eso ayuda mucho a sostener una buena conversación. 

Sepa señalar las diferencias

Si usted tiene que corregir a alguien, criticar una actitud o postura ajena o señalar una equivocación, comience con una auto-crítica, enfocando sus propios desaciertos. La técnica de hacer un análisis propio elimina cualquier posibilidad de que la otra persona piense que usted se cree superior y perfecto. 

¿Por qué colocarse en desventaja? Si usted necesita demostrar algo, hágalo sutilmente, con destreza e inteligencia, de manera que esa persona se sienta más bien agradecida porque usted lo hace con amor y por su bien. Cuando usted tiene que enseñar algo, hágalo como si estuviera recordando cosas olvidadas que la otra persona ya sabe y no recalcando que ella no las conoce. 

Un señor dijo una vez a su hijo: has de ser más sabio que los demás si puedes, pero no se lo digas a nadie. Sea más sabio, pero no trate de demostrar que tiene una inteligencia superior y sabe tantas cosas que los demás no saben, porque esto causa aversión. Hay personas tan cegadas que se creen pequeños dioses que todo lo saben. Muchos matrimonios se vienen abajo por este tipo de actitud. 

Una falla terrible está en hacer declaraciones tan dogmáticas e inflexibles, cuando en realidad todo se basa en la relatividad humana que es tan susceptible a equivocaciones. En cuanto a los principios religiosos y morales, nunca se puede ceder; pero todo lo demás es relativo. 

Cuando usted piensa bien, considera que la otra persona está equivocada y que es necesario señalarlo, hágalo con todo el amor posible y con el interés que la otra persona cambie su punto de vista por su propio bien. El gran error es no saber corregir. Hay que saber criticar constructivamente, con delicadeza y amor dignos de la caridad cristiana. 

No se convierta en un temible charlatán

El que parlotea sin descanso, dando la impresión que jamás va a terminar de hablar y diciendo cosas insignificantes y casi sin sentido, simplemente por hablar y matar el tiempo, pulveriza la atención del interlocutor y hace perder todo interés en la charla. ¡Cuidado! No se convierta en una de esas personas que nunca acaba una conversación y casi nunca dice nada. Así se destruye un medio maravilloso de encuentro con los demás que es la comunicación humana.



4. SABER ESCUCHAR

El diálogo es una manera de vivir más humana y el arte de escuchar es la pincelada que lo hace más sublime, la nota que le da la total armonía. Esta es una de las tareas más hermosas pero más difíciles que hay porque para escuchar hay que hacer silencio en el alma y en el corazón. 
Escuchar no es sólo oír, sino leer el corazón de la otra persona, interpretar lo que está diciendo, profundizar en su alma para comprenderlo, aceptarlo y hacerlo parte de su ser. Escuchar implica hacer silencio dentro y fuera del ser para permitir que el otro entre con todo lo que tiene: miserias y riquezas, virtudes y pecados, amor y odio, dolor y paz, alegrías y tristezas. Hay que permitirle entrar en su corazón tal y como es, acogerlo, aceptarlo y comprenderlo. Escuchar implica, entonces, permitir que el otro entre en su corazón. 

Los seres humanos ponen muchos impedimentos para evitar escuchar, dialogar y comunicarse. No saben hacer silencio interior para atender y entender al otro, supuestamente por falta de tiempo e interés, por indiferencia o frialdad. Ponen etiquetas a las personas con prejuicios, pensando que no tienen nada bueno que decir. 

Hay muchas barreras que impiden a los seres humanos entablar una comunicación adecuada y un encuentro más profundo con sus semejantes. Una de éstas es no querer o saber escuchar. Qué tristeza que en tantos hogares no exista el diálogo, ni haya manifestación de pensamientos y sentimientos. ¡Qué gran barrera se han puesto los seres humanos! 

Dice la Palabra de Dios que nuestra Madre, María Santísima, escuchaba la voz del Señor y guardaba todas las cosas en su corazón. Qué pocas personas en verdad se atreven a guardar silencio para profundizar en su corazón las cosas de Dios y encontrar la paz. La persona que aprende a escuchar medita y profundiza lo que Dios dice, crece interiormente, se convierte en un gigante en conocimientos y es la que puede llegar a ser sabia. Los discípulos de Jesús llegaron a ser grandes maestros y predicadores porque primero fueron seguidores de Cristo y lo supieron escuchar. 

El que escucha ama en silencio y se hace parte de la otra persona. Guarda en su corazón un recinto sagrado donde invita a esa persona con quien quiere comunicarse a reposar con él y allí, interiormente en su alma, lo atiende. El que escucha se convierte en un hombre de paz. 

Una cosa es oír y otra muy distinta escuchar. El que escucha de verdad en alguna forma está amando, colocando al otro en el sitial que le corresponde como ser humano e hijo de Dios. Escuchar no significa estar siempre de acuerdo con la otra persona, pero sí aceptarla en sus diferentes manifestaciones. Así el otro se siente acogido, querido e importante y se realiza un pequeño pero gran milagro de amor, un renacimiento interior. 

Una manera de hacer amigos de verdad consiste simplemente en saber escuchar. Cuando el amor matrimonial se está resquebrajando, muchas veces la causa es que no se están escuchando mutuamente. 

El que escucha a su prójimo, sea su hermano, su esposo o esposa, sus hijos o sus amigos, aprende también a respetar la presencia de la otra persona y se hace más humano. Esa persona llega a amar más porque comprende y conoce mejor a los demás. Cuando le toca hablar, sabe bien lo que tiene que decir porque primero escucha, luego medita en su corazón y después expresa sus pensamientos y sentimientos. 

Para comunicarse efectivamente, usted tiene que hacer el esfuerzo de escuchar. Algunas de las barreras que no permiten escuchar e impiden la comunicación son: 

No querer comprometerse

Es mucho más cómodo vivir solo, tranquilo y sin preocupaciones. Si se comunica y escucha a alguna persona se compromete a ser su amigo, lo cual puede implicar amar y servir a esa persona y preocuparse por ella. 

Tener otros intereses

Hay personas que valoran su finca, su negocio, su dinero, su ropa y muchas otras cosas materiales más que a las personas. Es muy triste cuando se pone una cosa u objeto material como un valor superior por encima de un ser humano. 

Falta de paciencia

A muchas personas les falta paciencia y también control emocional para escuchar. Algunas personas no tienen un momento de paz y tranquilidad para escuchar porque supuestamente tienen muchas otras cosas que hacer. En el fondo es un mecanismo de defensa, una forma de escaparse de la realidad. 

Comprensión

El que en verdad escucha entiende que cada persona es un ser humano irrepetible y único que tiene algo importante que compartir. Es necesario comprender que la otra persona es un ser humano, además de ser su esposa, su esposo, su papá o su mamá, su hijo o su hija, su jefe, su subalterno o su amigo. Ese ser es alguien importante ante los ojos de Dios y como hijo Suyo tiene derecho a que se le escuche. 

Aprenda bien el difícil arte de escuchar siguiendo los siguientes consejos. 

1. Concéntrese y escuche a la otra persona, haciéndole ver que usted está interesado en lo que tiene que decir. 

2. Deje de hacer lo que está haciendo cuando le hablan. 

3. Mire a la otra persona a los ojos. 

4. No interrumpa a cada rato cuando le hablan. Sin embargo, demuestre su interés haciendo algunas preguntas que sean pertinentes, asintiendo con un movimiento de la cabeza, expresando frases que demuestren su comprensión del tema y hasta anotando algún dato que le parezca interesante, sin que decaiga su atención. Haga ver a la otra persona que usted aprecia sus opiniones y está interesado en lo que tiene que decir. Se deben formular preguntas sólo si es necesario para consolidar la impresión que se sigue con atención lo que dice y animar a la persona a continuar dialogando. Mantenga su concentración en lo que le están diciendo y evite movimientos que denoten desinterés, cansancio o aburrimiento. 

5. No hable tanto que impida a la otra persona expresarse. Si quiere que se le aclare algo, pregunte, pero deje hablar. 

6. No se deje arrastrar por sus propios pensamientos mientras otros hablan. Atienda a la otra persona y, de esa manera, su mente se centrará exclusivamente en el tema de la conversación. Deje de lado sus propios problemas tratando que no pasen por su mente mientras escucha. Más bien, ocupe su mente en absorber y analizar lo que le están diciendo. 

7. Concéntrese, participe activamente en la plática y siga con atención lo que la otra persona dice, sin preocuparse demasiado de los detalles. Más bien, preste atención a los aspectos esenciales de la conversación para entender más fácilmente cuál es su posición. No se pierda demasiado en la consideración de los detalles menores que no agregan mucho al contenido básico del diálogo. Fíjese también en los gestos, movimientos y la expresión de los ojos y el rostro de la persona para detectar si oculta algo, si está totalmente seguro de lo que dice, si tiene dudas o abriga temores, desconfianza o reservas, o si quiere agregar algo más. 

8. Mientras escuche, juzgue las ideas del que habla y no a la persona misma. Evite que sus inclinaciones personales, ideas, preferencias o doctrinas le hagan perder la objetividad. Tampoco saque conclusiones mientras escucha porque muchas veces hacer un juicio apresurado no es bueno. 

9. Utilice inteligentemente su capacidad de pensar. El pensamiento es veloz--se piensa hasta seis veces más rápido de lo que se habla. Esto le otorga una gran ventaja cuando escucha y le permite sopesar cuidadosamente cada concepto que se le presenta sin correr el riesgo de perder el hilo de la conversación. 

10. No discuta mentalmente con su interlocutor mientras habla porque eso impide comprender totalmente lo que dice. Retenga los conceptos básicos de la exposición y haga un resumen mental de sus ideas cuando la persona termine de hablar para referirse a eso posteriormente, si lo encuentra necesario. 

Cuando alguna persona se acerca para hablarle de su problema, ayúdele a decir todo lo que piensa. Así obtiene una información más completa de la forma que enfoca el problema y permite a esa persona desahogarse. 

Mientras la otra persona habla, incentívela para que continúe expresando todo lo que desee. De esa manera, le puede ayudar a aliviar sus penas y angustias, a vencer su timidez y romper su soledad. Para lograr eso, conviene hacer breves comentarios mientras la otra persona habla para animarlo a continuar hablando, redoblar su interés en seguir expresando su opinión y dar pie a que complete su planteamiento. Hay personas que necesitan este tipo de ayuda para poder conversar y no se le debe negar. 

Participe Activa y Dinámicamente en la Conversación

Escuchar significa participar activamente en la conversación, por más que en ese momento no se hable o se hable poco. Lo peor es adoptar una actitud pasiva, como una estatua, como si estuviera dispuesto a aceptar cualquier cosa que se le diga con tal que lo dejen en paz. Escuchar debe ser participativo, dinámico y activo, siguiendo las reglas y variantes que se han indicado. Recuerde que su interlocutor no es un enemigo, no importa lo vehemente que sea la conversación ni lo delicado del tema que está tratando. Recuerde en todo momento que, sea quien sea, esa persona merece consideración, respeto y reconocimiento. Es un ser humano, aunque sea la persona con quien va a emprender un negocio, un rival político, alguien que no tenga sus mismas ideas religiosas o un desconocido o extraño. No lo trate como un enemigo. 

Lógicamente, usted no va a transigir en cuestiones de fe, moral o principios básicos de su vida ni tampoco en asuntos de dignidad. Algunas veces tendrá que cortar la conversación radicalmente cuando le hagan una proposición deshonesta o le propongan un tema vulgar que usted no desea discutir. 

La regla básica es que su interlocutor debe ser tratado con simpatía, espíritu amplio, respeto, consideración y reconocimiento. Evite actitudes agresivas de pugna o rivalidad, de que la comunicación es un combate o lucha que va a armar para demostrar que sus ideas son las mejores. Cuando hable con alguien, evite dar la impresión de que es un luchador o boxeador enfrascado en un combate triste y lamentable. Hay esposos que se tratan siempre así y esto es terrible y doloroso. Sólo teniendo una actitud abierta, simpática y agradable con los demás podrá dominar el arte de la comunicación humana. 

Lo cierto es que en la comunicación existen grandes problemas. La gente se siente mal cuando no se le escucha. Hay tantos que tienen suficiente con sus propios complejos y problemas. Si además de ésto no se les escucha cuando hablan pues se ponen peor y se alimenta su complejo de inferioridad. Escuchar no implica solamente callar lo más posible y atender lo que el otro dice, sino "hablar" con la expresión del rostro y con una actitud abierta, concentrada e interesada. 

Escuchar no significa creer todo lo que la otra persona dice ni tampoco olvidar sus creencias y principios morales para aceptar los del otro. Lógicamente, usted debe mantenerse firme en su fe, creencias y principios morales. Pero aprenda a escuchar porque cada conversación puede enriquecerlo mucho y acercarlo más a los demás seres humanos, que son sus hermanos en Cristo Jesús. 



5. NO SEA UN TEMIBLE CHARLATÁN

Un artículo de periódico o revista no debe estar plagado de detalles innecesarios e insignificantes que lo hacen cansado y aburrido al lector. Algo similar sucede con las conversaciones. Los clásicos charlatanes comienzan a hablar de un tema y al poco rato están internados en una selva de digresiones, paréntesis y agregados, que hacen perder de vista el asunto principal, adormecen a los que están escuchando y arruinan lo que pudo haber sido una buena conversación. 
El que monopoliza la palabra todo el tiempo en una conversación y no deja hablar a nadie, arruina cualquier tipo de comunicación humana auténtica. Ciertamente, hay que ser ameno, hacer interesante la conversación y tratar de agradar a las personas, diciendo siempre la verdad, pero sin caer en exageraciones. Hablar por los codos, no permitir que otros hablen y no escuchar a los demás echa por tierra cualquier comunicación posible. Además, es una falta de respeto, porque deja entrever que el otro no tiene nada interesante que decir. 

Hay personas que no comprenden el valor del tiempo. Ocasionan el cansancio y rechazo de todos por estar hablando constantemente, pero no diciendo realmente cosas profundas ni concretas. Evite perderse en una espesa maraña de detalles insignificantes que a los demás no le importan y que no van directamente al grano. 
Para no convertirse en un clásico charlatán, considere las siguientes sugerencias: 

Limítese verbalmente al tema

Vaya al grano directamente, olvidando las introducciones extensas y evitando dar muchos rodeos. Refiérase centralmente al tema, sin hacer tantos paréntesis ni dar largas explicaciones que causen que la persona olvide cuál es el tema central y se aburra de escucharlo. 

Sea breve y conciso

Sea sencillo, preciso y breve en su conversación, pero sin ser extremista. Usar muchas palabras para decir algo que se puede comunicar con pocas alarga en forma molesta la conversación, confunde al que escucha y exige a la otra persona un fatigoso esfuerzo suplementario de atención. 

El asunto es decir las cosas en el tiempo razonable y necesario para comunicarse con claridad y que todos comprendan. Usted será breve en la medida en que no utilice ni un minuto más de lo necesario. Esto significa no dar a ningún tema ni más ni menos importancia de la que tiene. Hay temas que se agotan en segundos y otros que justifican charlas de varias horas. Si trata muy por encima y demasiado rápidamente un tema que exige mayor atención y profundidad, se ganará, justificadamente, el mote de "superficial". Pero, si parlotea larga y excesivamente sobre un asunto insignificante, se merecerá el calificativo de charlatán abusivo. Si usted confunde una cosa con la otra, no llegará jamás a dominar el arte de la comunicación. 

Olvide los detalles secundarios

No alargue su disertación ni la agrande con detalles que agregan poco a lo sustancial. Pero, si se los piden, no dude en proporcionarlos. En conversaciones más informales, usted puede dar más detalles, pero su sentido común y las actitudes de otras personas le indicarán cuándo son necesarios para hacer más amena la conversación y recordar mejor las experiencias vividas. 

No sea pedante

Elimine el lenguaje rebuscado. Usted dará mejor impresión si dice lo que tiene que decir con palabras sencillas. Lo contrario hará pensar a los demás que usted quiere darse importancia o aparecer superior, más culto e inteligente. Use correctamente el idioma, pero no intente impactar con términos escogidos y difíciles. No obligue a los demás a estar consultando mentalmente un diccionario cada vez que lo escuchan. 

George Bernard Shaw decía que el secreto de una comunicación auténtica no consiste en vomitar palabras, sino decir cosas interesantes y con sustancia, usando la menor cantidad posible de palabras. El que habla demasiado causa la impresión que le está robando criminalmente el tiempo a su interlocutor. ¡A nadie le gusta que le roben su tiempo! 



6. EL LENGUAJE CORPORAL

Usted habla y escucha con su cuerpo, y no solamente con palabras. En su vida cotidiana, usted se comunica también con los ojos, el rostro, las manos y cada una de las partes de su cuerpo. Con sus gestos o ademanes, subraya y complementa lo que dice. 
Con el lenguaje corporal, se representan mejor las ideas y se formulan más adecuadamente los comentarios. Las imágenes visuales de su cuerpo, su manera de moverse y lo que demuestra físicamente durante una conversación tiene mucha importancia. Al hablar, usted no solamente utiliza el lenguaje, los conceptos y el cuerpo, sino también la voz. El tono de su voz, entonces, también es importante para lograr una mejor comunicación con los demás. 

Por eso, aprenda a usar su lenguaje corporal. Queremos brindarle algunas ideas que le ayudarán a comunicarse mejor con los demás. Considere los siguientes puntos básicos: 

Use sus ojos para hablar

Los ojos son las ventanas del alma. La persona que mira limpiamente a los ojos de otros es una persona segura, amistosa, madura y sincera. Sus ojos y su mirada pueden decir tanto porque expresan prácticamente todas las emociones--alegría, tristeza, inquietud, tensión, preocupación, estimación o respeto. Por sus ojos muchas veces se puede saber lo que está pensando. Por eso, constituyen una ayuda poderosa en la conversación. 

Entonces, mire a la otra persona cuando habla. Lógicamente, hay que hacerlo en la medida y el momento más adecuado. Una mirada atenta denota concentración e interés en lo que el otro dice. Una mirada limpia y tranquila, expresando seguridad y confianza, hará que la otra persona se sienta asimismo tranquila, segura y confiada. Una mirada suave, comprensiva, tierna y profunda, que también indique seguridad en usted mismo, ayuda mucho a lograr una comunicación adecuada. Pero usted solamente podrá transmitir esta sensación si sus emociones, sentimientos y pensamientos son positivos. Una mirada llena de amor, comprensión, ternura y respeto, como las que utilizaba Cristo Jesús al hablar con sus discípulos, hace tanto bien. 

El uso adecuado de las manos

Sus manos se pueden aprovechar muy bien para complementar sus palabras y dar mayor fuerza a su conversación. No las utilice inútilmente y mucho menos para hacer cualquier cosa que distraiga a la otra persona. Tampoco las use violentamente, palmoteando o pasándoselas casi en el rostro a la otra persona. 

Hay muchas personas que siempre están dando palmadas en la espalda o tocando a los otros en los brazos, como para llamar su atención. Es bueno demostrar cariño, pero también hay que guardar el debido respeto a los demás. Muéstrelo no tocando a la otra persona innecesariamente. Pero tampoco hable o escuche con las manos metidas dentro de los bolsillos porque eso denota indiferencia y mala educación. 

No haga gestos que denoten impaciencia o aburrimiento

Su actitud física demuestra lo que su alma está sintiendo. Si usted finge interés en una conversación, la otra persona se dará cuenta muy fácilmente por sus gestos y ademanes. Moverse nerviosamente o levantarse, cruzar y descruzar las piernas, moverse en el asiento o mirar constantemente el reloj demuestra aburrimiento y es una gran falta de respeto. 

Aprenda a sentarse tranquilo y sepa comportarse cuando escucha. Reparta equitativamente el peso de su cuerpo para no cansarse mientas está sentado conversando. Si usted se sienta en el borde de la silla, es indicativo que desea irse tan pronto como sea posible. Si cambia constantemente de posición, está expresando a gritos que está aburrido. Si usted mueve incesantemente los pies durante la conversación, su interlocutor pensará que está molesto, inseguro, irritado, nervioso, cansado o aburrido. Sitúese en una posición cómoda y descansada que le permita respirar mejor y manejar mejor su voz. 

Cuando esté hablando con alguien, no esté mirando a todos lados: a la ventana, al techo, al suelo o limpiando sus uñas. Tampoco mire morbosa y curiosamente los zapatos, pantalones, camisa o peinado del que habla. Más bien utilice al máximo y de una manera positiva las posibilidades expresivas de sus ojos y su cuerpo para demostrar su respeto y amor cristiano. 

Tranquilícese; manténgase quieto, atento y concentrado en la conversación. Dedique atención a la plática y evite distraerse. La otra persona verá con agrado su actitud porque si usted está intranquilo y sentado de una manera forzada puede desviar fácilmente la concentración del otro. Esa es una falta de amor y caridad cristiana. 

Controle la expresión de su rostro

¡Sonría! Intercalar sonrisas cálidas y francas en la conver-sación transmite confianza, alegría y buena disposición. Sin embargo, no exagere. Sonreír demasiado frecuentemente puede convertir el gesto en una especie de mueca y dar la impresión de que es algo hueco, vacío y fingido. Apretar exageradamente los labios puede delatar que usted tiene dudas o desconfianza acerca de lo que está diciendo o sugerir que no está expresando realmente lo que piensa o siente. 

Sitúese en un clima de conversación tranquilo, haciendo ver al otro que usted se siente contento de encontrarse con él. Elimine sus mecanismos de defensa y no le tenga miedo a los demás. Inspire confianza regalando su mejor sonrisa y eliminando movimientos bruscos y agresivos. Haga que se sientan bien aceptados, contentos y felices de estar con usted. 

El diálogo y la comunicación son importantes para la convivencia. Mucha gente fracasa en su relación con los demás porque no saben comunicarse. Aprenda a conversar mejor para ser una persona más agradable y amena en su trato con otros. Si usted sigue estas normas podrá ser un buen comunicador y conversador y, en el fondo, amará más a los demás. 



7. COMUNÍQUESE MEJOR CON LOS DEMÁS, SIN SER AUTORITARIO 

En el plano de las relaciones interpersonales, en los negocios y cualquier otra situación, usted obtendrá mayor colaboración para cualquier actividad si domina el arte de inducir a los demás a que hagan lo que usted quiera sin imponérselo. Lograr que otras personas, incluyendo sus hijos, hagan lo que usted quiere sin ser autoritario es un arte. Hay cantidad de personas que se quejan de que el que los manda lo hace como un dictador, impositivamente y sin consideración, dando órdenes como si ellos fueran esclavos, tratándolos como animales, y dando a entender que son unos imbéciles que no saben hacer las cosas. Eso produce rechazo, repugnancia y deseos de que esa persona desaparezca. 
Las personas autoritarias producen muchas veces hijos rebeldes y empleados deficientes y además van alimentando rechazo, resentimiento y odio hacia ellos. No haga eso con sus hijos ni con las personas a quienes tiene a su cargo. 

Ejercer cualquier tipo de autoridad, haciendo ver a los demás que son seres inferiores, mantiene un ambiente tenso y difícil que a la larga frustra y arruina cualquier tipo de convivencia humana y produce rebeldía. Eso de que un hijo odia a su padre, que un empleado no quiere a su jefe o que una persona encargada o responsable de una comunidad cristiana sea vista como un dictador es frustrante. Si usted es ejecutivo de empresa, profesora, maestro, jefe de algún grupo, oficinista o dependiente de algún almacén en el que tiene que tratar con el público, o es padre o madre de familia, puede caer fácilmente en la trampa de ser autoritario. ¡No se corra ese riesgo! 

Mandar sin ser autoritario, convencer sin ordenar y lograr cooperación sin aparecer molesto o intransigente son cualidades indispensables para mejorar su trato con los demás. Si usted cultiva el arte de la comunicación y aprende a ordenar sin que al hacerlo deteriore ese trato, se convertirá en una persona popular, aceptada y querida por sus hijos, sus empleados y todos los que tenga a su cargo. Como director de una empresa u oficina, padre de familia, esposo o jefe en cualquier tipo de organización, una cualidad inapreciable es saber hacerse aceptado por los demás con una postura de amabilidad, finura, delicadeza, buen trato y respeto. 

Para impartir instrucciones sin perder autoridad y para que los demás hagan las cosas como usted quiera, debe aprender el arte de la comunicación. Esto se logra siendo convincente, dando argumentos, incentivando, animando la acción, presentando lo que hay que hacer como algo bueno, aunque sea duro, difícil o complicado e inyectando deseos de hacer las cosas por amor al objetivo. Si usted tiene un puesto de mando, es muy importante proporcionar incentivos, estímulos, ideales y metas; animar presentando los objetivos y cómo alcanzarlos. Sepa dar órdenes sin hacer sentir disminuidos, marginados, molestos o rechazados a quien las reciba. Si usted sabe incentivar a sus subalternos, harán las cosas mucho mejor que si los obliga con aire autoritario y los manda por mandar. Para obtener el apoyo que usted necesita, sea una persona afectiva, respetuosa, cariñosa, cordial, amable y atenta. 

Si usted quiere comunicarse efectivamente, ser aceptado y querido, no crea saberlo todo ni esté tratando de demostrar que sabe más que los demás. No piense que los otros son ignorantes ni quiera imponerse siempre y como sea. Sea convincente en su plática en lugar de ser autoritario. 

Actuar con los hijos, empleados y personas que se tienen a cargo simplemente por autoridad y porque le deben obediencia no conduce a la eficacia, entendimiento o armonía. Si usted da una orden terminante y dura, quizás logre que obedezcan, pero harán las cosas a medias, a regañadientes y sólo para salir del paso. Sólo logrará que otras personas hagan las cosas bien hechas si los incentiva. Para lograr esto, usted tiene que convencer a los demás que su idea es buena. 

Para dominar el arte de conversar, convencer y tratar con los demás para obtener ayuda y colaboración, debe aprender a escuchar, tratar amigablemente a las personas y no abrumarlas con un torrente descontrolado de palabras. Recuerde que no se conversa únicamente con la voz; se habla y se escucha con los ojos, las manos, los pies y cada una de las partes del cuerpo. El tono, la modulación y los matices de las palabras son muy importantes. 

Cultive la maravillosa facultad de hacerse obedecer sin lastimar a los demás. El psicólogo Winston Cox dijo que cualquiera puede mandar, pero no todo el mundo logra que sus colaboradores, sea en una empresa, oficina o cualquier tipo de organización, actúen con amor, convencimiento, dedicación y deseos de que todo salga bien. 

Según el psicólogo Cox, las estadísticas revelan que los empleados en una empresa, y también puede ser aplicado a los hijos, rinden un 60 ó 70 por ciento por debajo de lo que sería posible si se les incentivara, además de que actúan simplemente porque tienen que hacerlo. Si los autoritarios, como son algunos jefes o padres, cambiaran su forma de mandar, ordenando sin herir, incentivando e inyectando ideales y metas en sus organizaciones, hogares o comunidades cristianas, la gente actuaría con mayor espíritu de cooperación, tranquilidad y felicidad. 

Aplicando las siguientes reglas en su hogar, oficina, apostolado o cualquier otro cargo en el que tenga responsabilidad, obtendrá mejores resultados. 

Cómo dar órdenes

Si tiene que impartir una orden, hágalo de forma que quien la recibe no se sienta humillado, disminuido o desconocido. Hable a la persona con firmeza pero con suavidad. No actúe pedante ni pagado de sí mismo. Sobre todo no intente demostrar con el tono de su voz o sus palabras que usted es superior en jerarquía o capacidad, aunque lo sea. Trate que los demás lo obedezcan porque usted tiene la razón, porque lo que dice es lo más apropiado y no simplemente porque es el jefe o sabe más. Procure argumentar y dar razones de sus decisiones, aunque sea brevemente. De esa manera logrará que los otros hagan lo que usted quiere no sólo porque usted tiene la autoridad sino porque logró convencerlos con sus razones. 

Cuando pueda, pida opiniones antes de comunicar su orden

Haga el planteamiento de su idea o problema sugiriendo que, a su modo de ver, la solución es la que usted propone. Solicite opiniones a los demás para mejorar, ampliar o perfeccionar la solución que ofrece. Dialogue y converse sobre lo que será el resultado de la acción. Si actúa así, todas las personas se sentirán co-partícipes y verán que usted los tiene en cuenta y valora adecuadamente sus capacidades y talentos. De esa manera, no simplemente obedecerán lo que usted dice, sino que lo apoyarán en forma decisiva porque de alguna manera sentirán que en la decisión que tomó hay mucho de su aporte. Así obtendrá colaboración y no sólo obediencia. 

Reconozca los méritos de las otras personas

El Señor ha dotado a todos los seres humanos con múltiples dones y virtudes. ¿Quiénes somos nosotros para desvirtuar las dádivas de Dios? Convénzase de los méritos de los demás y reconozca sus valores en forma explícita y clara para que ellos sientan que usted está alabándolos sinceramente, no en plan de adulación ni manipulación. Esto le permitirá limar asperezas, atenuar conflictos y, sobre todo, ganarse a las personas. Ellos verán que usted sabe apreciar sus méritos y les otorga el lugar que merecen. Por lo tanto, es bueno reconocer públicamente las cualidades y méritos personales de los demás. 

Hay problemas con esto en los niños. Los padres están muy al tanto de sus defectos y errores para echárselos en cara. Fácil y duramente los atacan y humillan cuando cometen un error, pero pocas veces alaban sus virtudes y éxitos ni los felicitan o aplauden por las cosas buenas que hacen, sobre todo los niños más pequeños. Esto causa traumas, complejos de inferioridad y, además, rechazo y hasta odio hacia los padres. 

Elogie los aciertos de los demás

Es normal que una persona se sienta satisfecha cuando ha hecho algo bien. Cuando a esa persona se le reconoce públicamente sus aciertos, su satisfacción es doble. Si usted otorga ese reconocimiento, ganará simpatías y consolidará el espíritu de cooperación que desea o necesita ampliar en los otros. Cuando alguna persona hace algo bueno en su empresa, oficina, hogar o comunidad cristiana, no importa lo que sea, elogie cada vez que pueda y en ese mismo momento sus logros. 

Es muy importante elogiar los aciertos de los demás, pero procure que sus elogios no parezcan desmedidos. Si usted exagera, las personas pensarán que sólo los expresa para manipularlas o predisponerlas a su favor. 

Nadie quiere sentirse herido. Si usted tiene que señalar algún error, no lo haga en forma dictatorial ni ofensiva. Si alguien se equivoca, hágalo aparecer como una cosa natural en la que usted también pudo haber incurrido alguna vez. Utilice frases como, "Yo en el pasado cometí muchas veces este mismo error, así que le voy a pedir, por favor, que haga esto un poquito mejor; yo sé que usted puede." O esta otra, "Yo sé que todos podemos equivocarnos así; es normal y lo comprendo. Pero si usted cambiara en esto o lo otro, podría hacer mucho mejor las cosas." De esta manera se crea un clima de confianza, afabilidad y calor humano en su familia, comunidad o trabajo, en el que nadie se sentirá incómodo o culpable. 

Haga que la otra persona se sienta importante

Haga sentir a los otros que en verdad pueden hacer lo que usted les pide. Diga, por ejemplo, "Confío en usted, creo en sus cualidades y capacidades y sé que es capaz de hacer esto." En muchas ocasiones, esto funciona como si fuera una varita mágica, porque la otra persona se siente importante, aumenta su confianza en sí misma y se motiva para que actuar mejor y responder a la confianza que usted deposita en ella. 

Si a una persona se le incentiva, se le anima y se promueve su confianza y amor en sí misma, puede lograr todo lo que se proponga. Es importantísimo lograr esto en los niños, especialmente los más pequeños. Si usted actúa así con ellos, verá qué maravillosos resultados obtendrá. Repítales siempre que ellos pueden, inyécteles confianza en sí mismos y hágales sentir que usted confía en ellos. Nunca alimente su complejo de inferioridad porque eso los afectará negativamente para el resto de sus vidas. 

Si usted sigue estos consejos le aseguro que logrará comunicarse mejor con los demás. 



8. CULTIVE EL BUEN TRATO A LOS DEMÁS 

Uno de los problemas más grandes que se confrontan en la comunicación es no cultivar el buen trato. Todos los seres humanos quieren que los estimen, los tengan en cuenta y les reconozcan sus méritos. Si se cultivara el buen trato a los demás, las cosas marcharían mucho mejor. Nuestra relación con las demás personas generalmente se realiza a través de la comunicación y la mayoría de la gente no sabe dialogar. 
La norma básica es tratar a los demás con la mayor simpatía, respeto, consideración y reconocimiento y se basa en una realidad indiscutible. Si usted comienza por desconocer esta realidad y trata mal a las personas, está eliminando el clima de amistad y amor que podría predominar, arruinando una amistad o la oportunidad de establecer una comunicación profunda. Pero, lo más importante y delicado es que estará arruinando a otra persona. En los matrimonios, en las relaciones con los hijos, en situaciones de trabajo, como oficinas, tiendas y almacenes, se descubre muchísimo este problema. Cambie de actitud y no sea tan agresivo. 

La forma, el tono y la intención son elementos fundamentales para lograr una comunicación activa y fructífera con quienes se comparte la vida y el trabajo. Si usted desea cultivar el buen trato con los demás, considere estos consejos: 

Seleccione cuidadosamente sus palabras

Todo lo que usted diga influye en los demás, no importa quien sea: su hijo de seis o 15 años, su empleado o amigo, alguna persona que trabaje en una tienda u oficina o cualquiera otro con quien se encuentre. Procure que lo que dice refleje su confianza en la honradez y aptitudes de quienes lo escuchan; y su aprecio y respeto a las otras personas. Por eso, escoja bien sus palabras y utilice aquellas que no se puedan prestar a más de una interpretación, que no produzcan malos entendidos y que expresen claramente un sentimiento de aprecio, estima, respeto y confianza. 

No trate a los demás como niños

Cada persona profesa un valor muy alto a su propia capacidad y, por lo tanto, todo lo que pone en duda esa capacidad molesta y causa resentimiento. Toda persona se resiente cuando le dan consejos del tipo que se da a los niños o a las personas que son incapaces de encontrar un camino correcto. Diga las cosas de manera que las personas no se sientan como niños, corregidos y humillados. En otras palabras, no los trate como si fuera su papá, como si ellos no supieran nada y usted es el único que lo sabe todo. 

Haga sentir a los demás que son importantes y necesarios

Si usted está haciendo algo importante en su oficina, empresa u hogar, aunque sea lavar la ropa o cocinar, y desea pedir ayuda a los demás, deje claro que ellos son imprescindibles y necesarios para acometer la empresa o idea propuesta. Haga que se sientan jugadores importantes en lo que usted necesita realizar y para lo cual está pidiendo colaboración. 

Actúe con respeto hacia los dependientes en las tiendas o almacenes. En una oficina o cualquier tipo de relación comercial, procure que las personas se sientan importantes y que lo que usted desea realizar no se puede cumplir sin su ayuda. Igual el que vende como el que compra; nadie debe ponerse por encima de los demás y hacerles ver que no son importantes y están simplemente como instrumentos o medios para conseguir objetivos. 

Preocúpese más por los demás

Para cultivar el buen trato, ganar amigos, convivir mejor con otras personas y sentirse más feliz, preocúpese más por los demás. Piense en aquello que cree que ellos desean y demuéstreles que está interesado en ayudarlos a conseguirlo. Aparezca siempre como un intérprete de los deseos y aspiraciones buenas y nobles de sus seres queridos, sus empleados, sus jefes o aquellas personas con quienes quiere entablar una relación comercial, sin comprometer nunca sus principios espirituales y morales. 

Hable con palabras sencillas

Emplee palabras y términos que las personas reconozcan y comprendan sin dificultad. Respete y asimile la forma de hablar de otras personas, siempre y cuando no sea nada vulgar ni soez. Si son sus hijos, ubíquese a su mismo nivel y hable su lenguaje. Si son empleados, socios en una empresa o miembros de una comunidad cristiana, busque siempre mantenerse a su nivel tratando de utilizar su mismo lenguaje. Así facilitará un encuentro profundo con los demás y esto le ayudará a cultivar el arte de la comunicación. 



9. TRANSFORME EL LENGUAJE EN UN INSTRUMENTO EFICAZ 

¿Cómo se puede transformar el lenguaje en un instrumento eficaz y una ayuda invalorable para poder comunicarse y conseguir sus propósitos en la vida, siempre que sean buenos? Los siguientes consejos seguramente le ayudarán: 
No hable demasiado

Hay personas que tienen palabra fácil y pueden hablar mucho y sin mayores dificultades. Conversar eficazmente con los demás no es sinónimo de facilidad de palabra, significa no excederse en el uso de las palabras. Es mejor no hablar demasiado, utilizar las palabras como instrumentos y no convertirse en un instrumento de las palabras. 

No deje que la conversación se agote

Para comunicarse eficazmente, no deje que los temas de conversación se agoten. Un secreto del buen comunicador es impedir lagunas en las conversaciones. Cuando alguna aparece, elimínela oportunamente formulando alguna pregunta o haciendo una observación que permita retomar el hilo de la conversación. 

Esté informado sobre temas de actualidad

En una conversación generalmente surgen temas vinculados a sucesos presentes y de actualidad. Por lo tanto, lea, conozca el mundo en el que vive y manténgase informado. Logrará que sus temas de conversación sean amenos y, además, que las personas se formen una buena impresión de usted. 

Sobrepóngase a las inhibiciones

No tenga miedo de hablar y expresar sus opiniones. Convénzase que su opinión es importante porque es suya, aunque sean detalles que usted pueda considerar insignificantes. Tenga en cuenta que si usted no exterioriza su manera de ver las cosas, no será tomado en cuenta por los demás. Ciertamente, escuche lo que le dicen y medite en lo que usted va a decir, pero no permita que le domine su temor de hablar. Ahuyente su aprensión a sostener sus ideas. Elimine sus miedos y su timidez. 

No sea un servil

Sea tolerante, complaciente, amigable y cordial con los demás, pero nunca servil. El que acepta todo lo que le dicen por temor a no indisponer al otro deja siempre una impresión pésima. Acoja con interés y simpatía las opiniones de los demás, pero exponga también las suyas, por más contradictorias que le parezcan. Cuando lo haga, cuide de no ser brusco y por todos los medios trate de no aparecer intolerante. Pero argumente con valentía en favor de sus puntos de vista. Respete las opiniones de los demás, pero defienda también las suyas. 

Elimine sus prejuicios 

Cuando participe en una conversación, controle sus ideas. Limpie su mente de todo pensamiento que no esté relacionada con el tema y la persona que lo está exponiendo. No deje que sus impulsos afectivos deterioren su capacidad de analizar lo que le están diciendo. Converse con objetividad, como si fuera un científico, utilizando su mente y su razón. Posiblemente la persona que está hablando no le cae simpática, pero su tema de conversación es importante e interesante para ella. Controle sus sentimientos, escuche con la cabeza lo que le está diciendo, analice las ideas que le están presentando y no permita que sus prejuicios lo controlen, pues eso impedirá una comunicación profunda. 

Comunique con claridad sus pensamientos

Sea preciso, sencillo y metódico en la forma de exponer sus ideas. Exprésese tratando de dar una imagen exacta de lo que está pensando, concéntrese en el tema central y no se pierda en detalles ni digresiones. Si en una parrafada usted mezcla varios asuntos o muchas ideas, su exposición se hará confusa y perderá eficacia. Por eso, no trabaje más de una idea a la vez. Es imprescindible que piense con seguridad y exactitud. Añada algo de humor, si desea, pero no se exceda. 

Use palabras apropiadas y exactas

Para dar una idea precisa de lo que quiere decir, use palabras breves y específicas. Comunicarse implica tiempo, que vale oro para usted y para quien lo escucha. Cada palabra y modo de decir tiene una función especial. Por eso, busque las palabras adecuadas que no sean rebuscadas ni rimbombantes que la gente no entiende, simplemente para que crean que usted es muy inteligente. Economice tiempo y lenguaje y al mismo tiempo evite malos entendidos. Despeje su charla de términos que sean altisonantes y de expresiones vulgares porque ésto, en definitiva, siempre cae mal. 

Estos consejos le ayudarán un poco más a comunicarse y expresarse mejor y a dominar el arte de la expresión verbal. 



10. PROFUNDICE SU COMUNICACIÓN CON DIOS

Hay una clase de comunicación muy profunda que usted debe aprovechar al máximo--la de Dios con usted. El se comunica con usted constantemente utilizando diversos medios. Es cuestión de prestar oídos a la voz de Dios. 
El Señor le habla al corazón todos los días por medio de inspiraciones, diciéndole lo que es bueno y lo que es malo. Todo lo bueno que usted hace es inspirado por Dios. El se comunica también a través de acontecimientos alegres o tristes en su vida. Además, Dios se está comunicando constantemente a través de su relación con otros seres humanos. Sobre todo, el Señor le habla a través de revelaciones Bíblicas. Los mensajes de Dios se encuentran estudiando y meditando en Su Palabra a través de las Sagradas Escrituras. Ponga mucha atención a la comunicación de Dios y aprenda a escucharlo. 

Usted se puede comunicar con Dios a través de la oración personal y comunitaria o a través de sus obras, que dan prueba de su fe y amor a El. Comuníquese todos los días con Dios, sobre todo por medio de la oración que hace en silencio en su cuarto o en cualquier lugar donde se encuentre a solas. Hable con El porque tiene mucho que decirle, le encanta comunicarse con usted y siempre está dispuesto a escucharlo con atención e interés, porque lo ama. Por supuesto que la comunicación entre los seres humanos es muy importante. Si usted está casado, yo le invito a cultivar una comunicación más profunda, cálida y sincera con su cónyuge. Muchos matrimonios se derrumban porque la comunicación y el diálogo se pierden. Para mantener su relación matrimonial firme, sólida y duradera, profundice en esa comunicación estableciendo un diálogo íntimo y profundo, que revele sentimientos y emociones, alegrías y tristezas, ilusiones y también frustraciones. 

En relación con sus hijos, por favor escúchelos, no importa que tengan tres o cuatro años, porque para ellos su mundo infantil es muy importante. Favorezca al máximo el diálogo con sus hijos adolescentes y conviértase en su mejor amigo. Así, cada vez que tengan alguna preocupación o problema, sabrán que cuentan con usted para escucharlos y darle la debida importancia a lo que tienen que decir. El no escuchar a los jóvenes algunas veces causa desgracia y ruina en sus vidas ya que no encuentran quién los escuche y caen en situaciones muy graves, difíciles y lamentables. 

Las personas que se interesan por tener buenos amigos saben la importancia que tiene el arte de la comunicación. Los amigos son un tesoro maravilloso. Es bueno cultivar amistades buenas y sanas y toda amistad se alimenta de la comunicación. Cultive este arte también con los compañeros que trabajan en su misma empresa, en su grupo social o político o en su comunidad cristiana. La comunicación apropiada y eficaz evita muchos problemas que ocurren por deficiencias en esta área. 

Es fundamental que usted desarrolle la comunicación en la sociedad en que usted vive y con el mundo que le rodea. Este es el lugar en el que Dios dispuso que viviera. Esté alerta, infórmese y manténgase al tanto de todo lo que sucede y los problemas que aquejan al mundo, en lo social, económico, político y religioso. No se enclaustre ni se comporte como un avestruz que mete la cabeza en un agujero para no involucrarse ni comprometerse en nada. El Señor quiere que usted esté consciente de los problemas porque así podrá dar más de sí para ayudar a encontrar respuestas a tantas dificultades e injusticias que hay en el mundo. 

La comunicación con usted mismo es esencial. Establezca un diálogo profundo con su propio ser, para que sepa discernir qué es lo que le pasa, cuáles son sus mayores inquietudes, preocupaciones, problemas, ilusiones y deseos. No sea una persona extraña consigo mismo. Anímese y dialogue con usted mismo de la manera más positiva posible. Si comete algún error, no se califique de estúpido, imbécil o tonto. Más bien, respétese y no utilice un lenguaje duro ni ofensivo con usted mismo porque se predispone a sentirse peor. Cada vez que haga algo bueno, dé la gloria a Dios. Pero, también felicítese por lo bueno que hizo porque hizo lo mejor que pudo. Refuerce positivamente sus dones, valores, talentos y capacidades porque son dádivas de Dios. Anímese a seguir adelante utilizando un lenguaje positivo y respetuoso. Nunca se insulte, se desprecie ni se ofenda porque usted fue creado por Dios y El no hace basura. 

Mantenga comunicación con la naturaleza y el universo cada vez que pueda, acudiendo a los lugares donde la naturaleza está virgen y pura, o sea mares, montañas, bosques, ríos y jardines. Permita que el Señor se comunique a través de los elementos de la naturaleza, como la luna y las estrellas, flores y pájaros, el verdor de los campos, la paz de las montañas y el frescor de los ríos y mares. Afine sus sentidos para absorber los elementos de la naturaleza, donde todo es bello y hermoso porque por medio de ella nos habla Dios. 



11. DIEZ PASOS PARA QUE LA COMUNICACIÓN SEA MAS PERFECTA 

Para que la comunicación sea más perfecta, se necesita en primer lugar tener algo que decir. Para eso, hay que estudiar mucho y vivir la vida plenamente para tener algo que compartir con los demás. 
En segundo lugar, se necesita tener alguien a quién decirlo, porque si nadie escucha no hay comunicación. Entonces, cultive el compañerismo, la fraternidad y el amor a los demás, para que siempre tenga alguien a quien comunicar sus cosas. 

En tercer lugar, para que la comunicación sea perfecta, debe nacer no sólo de la mente sino también del corazón. 

Cuarto, se necesita que la comunicación sea sincera, que se diga la verdad. Cuando se miente se corta la comunicación con los demás y con Dios. 

Quinto, la comunicación debe ser clara, para que se entienda bien lo que usted quiere decir. 

En sexto lugar, para que la comunicación sea perfecta, se necesita conocer al interlocutor para determinar cómo comunicar mejor las cosas. No es lo mismo hablar de política o economía con un profesional que con un niño de doce años. Hay que adaptarse al nivel de la otra persona. 

Séptimo, usted debe procurar siempre que lo que dice quede en la mente y en el corazón de quien le escuche. Por eso, utilice su mente y también su corazón cuando se comunique con los demás. 

Octavo, toda comunicación, para ser perfecta, debe hacer el bien y promover el desarrollo integral. Procure que cada vez que se comunique se produzca algo bueno. Si lo que va a decir es negativo, va a ocasionar problemas o hacer daño, es preferible callar a decir tonterías o cosas dañinas, vulgares, ofensivas que arruinen la fama y el buen nombre de otras personas. Su comunicación debe hacer siempre el bien. 

Noveno, ame, aprecie y muestre interés en las personas con quien se comunica. Entonces se sentirá motivado para decir cosas buenas y no malas. 

Décimo, hay que dar tiempo para que la comunicación se realice. No atropelle ni acelere a la otra persona ni la contagie con sus nervios. Para que se realice con éxito la comunicación, se debe buscar el momento y lugar adecuado. 



12. EL VALOR DE LA COMUNICACIÓN 

Para entrar en comunión con los demás, es muy importante hablar no solamente con la mente sino también con el corazón. Abra su corazón cuando hable, sea una persona positiva y sincera en sus expresiones para poder decir cosas que motiven en las personas alegría, entusiasmo, paz y tranquilidad. Sus palabras deben ser el medio por el cual se transmite algo bueno a los demás. Dios le dio el lenguaje para que se comunique positivamente. Cuidado con utilizar la lengua para destruir, aniquilar o decir simplemente banalidades. Sea una persona más profunda. 
Si usted observa esto, se dará cuenta que la gente poco a poco lo aceptará. En la medida que su personalidad se prolongue en el corazón de otros se sentirá aceptado y querido por ellos. Para esto, hable con la mente pero también con el corazón y sea una persona buena que sabe comunicarse. 

La comunicación es un arte y es vida. Quiero que usted se convierta en una persona comunicativa con los demás, porque saber comunicarse con el prójimo es una fuente de felicidad. Es muy importante para su bienestar tener un diálogo permanente con Dios, con usted mismo y con los demás y no vivir una vida triste y solitaria. El Señor no lo creó para eso. Mantener buenas relaciones interpersonales y comunicarse es necesario para que una persona sea más humana, plena, completa y feliz. 

Es bueno que usted se dé cuenta que en la comunicación y el diálogo, usted se hace más humano, se enriquece, se identifica más con los demás y entra en comunión con los otros seres humanos. Por medio de la comunicación, usted puede dar y también recibir mucho. Nunca desprecie a nadie y abra su corazón a los demás sin miedo, siendo sencillo y estando disponible para ellos. Todas las personas tienen muchísimo que aportar para enriquecer la comunicación. Por eso, hay que romper las fronteras que se han impuesto los seres humanos y que les impiden acercarse unos a otros. 

¡Vamos . . . despierte! Promueva el encuentro, la amistad y la convivencia con la gente. Cultive y mejore de una manera profunda sus relaciones interpersonales. Aprenda a comunicarse con sus seres queridos y con todas las personas con las que tiene que relacionarse. Para lograr esto, le retamos a que aprenda el hábito, bueno y saludable, de escuchar. Escuche a Dios y también escúchese a usted mismo, pues sus ideas y pensamientos más profundos son importantes. No se minusvalore. 

La mejor comunicación es con Dios y El siempre quiere decirle algo. Dios lo escucha siempre, es su mejor amigo y lo comprende. El Señor tiene todo el tiempo que usted necesita y siempre está disponible para atenderlo. Tenga plena confianza en Dios y acérquese más a El orando mucho. Expóngale todo al Señor con sus propias palabras, háblele con amor y fe y El lo escuchará. Cultive y alimente su espíritu y su mente leyendo, meditando y reflexionando la Palabra de Dios y dialogando más con el Señor a través de la oración. Escuche a Dios en los acontecimientos y en las personas porque allí también nos habla. 

Sonría siempre pensando que Dios lo ama y está diciéndole algo a través de este mensaje al corazón. No olvide que dondequiera que vaya, en cualquier momento o circunstancia, el Señor está con usted. Puede entrar en diálogo con El mientras camina, maneja su automóvil, espera el autobús o aguarda a alguna persona. Dentro de su alma está el Señor y si entra en diálogo con El cada vez que tiene la oportunidad se va a sentir mucho mejor. ¡Venza la soledad! Pida al Señor la fuerza necesaria para cultivar la comunicación. Con Dios usted puede hacerlo. Con El todo se puede, porque CON EL, USTED ES . . . ¡INVENCIBLE!