Un vistazo a la Basílica de San Pedro

Autor: Roberth Phoenix  


 

El arte, la cultura y la contemporaneidad nos conciernen por ser parte importante en la historia y desarrollo de la humanidad y del cristianismo mismo.

En días pasados, como ya es costumbre, tuvimos la visita de un muy querido amigo, el Sacerdote Jesuita y Doctor Heinrich Pfeiffer, Catedrático de la Universidad Gregoriana en Italia, quien como cada año estuvo en nuestra ciudad para impartir un pequeño seminario, esta vez sobre la Basílica de San Pedro, por invitación de otro querido amigo, el Arqueólogo Eduardo Merlo. Por supuesto no desaproveche la ocasión para convivir con este par de personalidades e igualmente de conocer un poco más sobre este magnifico recinto.

El seminario fue impartido en diferentes conferencias y fue enriquecido con imágenes de la arquitectura de la Basílica, la cúpula y sus maravillosos detalles a través de diapositivas. Las cuales fueron complementadas con una excelente explicación sobre la historia, las interesantes motivaciones para su construcción y algunas sorprendentes anécdotas compartidas por el Padre Pfeiffer, lo que resulto ser un placer para aquellos que siempre hemos admirado las bellas artes desarrolladas en el Vaticano.

Entre algunos datos curiosos la Basílica de San Pedro tuvo su origen en un oratorio que el Papa San Anacleto mandó construir sobre la tumba de San Pedro; después el emperador Constantino ordenó edificar una basílica que se terminó en el año 324; destruida a los doce siglos, el Papa Nicolás V la remplazó por otra que fue terminada en 1626 y que consagró Urbano VIII:

Los primeros planos de este templo neoclásico, el más grande del mundo (187 m. de largo por 37,15 m. de ancho y otros tantos de altura) fueron aprobados por Bramante y aprobados por Julio II; le sucedió Rafael, con sus ayudantes los arquitectos Fra Giocondo y Giuliano de Sangallo; después trabajaron allí Baldassare Peruzzi, Antonio de Sangallo y, en 1547, Miguel Ángel, autor de su cúpula renacentista.

Uno de los detalles que más llamó mi atención fue el hecho de que la forma de cruz latina de la Basílica se debió a Carlo Maderno, cien años más tarde. Y por supuesto la importancia de este recinto, al celebrarse en él. eventos tan importantes y trascendentales en la historia del hombre como el Concilio Vaticano II.

Al igual que el año pasado el evento fue organizado por el Aula Angelopolitana y la Cátedra Juan Palafox y Mendoza. Si bien la promoción no fue la adecuada, la respuesta por parte de profesores, críticos de arte y arquitectos fue bastante buena. Pero de nueva cuenta hubo muy poca asistencia por parte de los sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos de nuestra Arquidiócesis, quienes al igual que el año pasado brillaron por su ausencia.

Una vez más la denuncia se hace presente, pues parece que a los católicos no nos interesa el arte, la cultura y la contemporaneidad que forman parte de nuestra realidad, en la cual debemos dar una respuesta al igual que Jesús lo hizo en su realidad hace dos milenios, pues éstas también nos conciernen al ser parte importante en la historia y desarrollo de la humanidad y del cristianismo mismo.

Nuevamente el Padre Pfeiffer se comprometió para regresar el próximo año y compartirnos un nuevo seminario sobre otro maravilloso tema. Espero sinceramente que ésta vez, tú que estás leyendo esto aproveches la oportunidad y disfrutes de un acercamiento a Dios, a través de las diferentes expresiones que nos presenta el arte cristiano.

Una historia más de nuestro exodo cotemporáneo...