Talleres de oración y vida

Autor: Roberth Phoenix 

 


Una opción de vida en abundancia a través de la oración.


Un extraordinario método para aprender a unificar la oración y la vida, porque como en todo taller, se aplica la teoría a la práctica entrando paso a paso en una relación afectiva, personal y profunda con Dios, de manera variada y progresiva que conduce a una liberación interior en un proceso de humanización y de santificación cristificante.

            Hace algunos años me invitaron a tomar un Taller de Oración y Vida del Padre Ignacio Larragaña. Recuerdo que cuando llegué a la primera sesión me explicaron que existían talleres para adultos y para jóvenes, y además me ofrecieron una serie de promesas que al principio sonaban bastante utópicas como liberación de tristezas, angustias y agonías mentales, sanación de heridas de la vida, superación de complejos de inferioridad, de culpabilidad, de inseguridad, de manías persecutorias, recuperación de la estabilidad y la alegría de vivir, porque lo divino y lo humano deben ir tomado de la mano.

            Si bien en el momento mis dudas al respecto se hicieron presentes, también mis ganas de profundizar en el encuentro con Dios y fueron éstas últimas las que me impulsaron a abrir el corazón y, con Biblia, cuaderno y bolígrafo en mano, adentrarme en las profundas aguas de la oración. Éste taller resulto un extraordinario método para aprender a unificar la oración y la vida, porque como en todo taller, se aplica la teoría a la práctica.

            Debo aclarar que, si bien es cierto, desde niño mis padres me enseñaron a rezar, pero en éste taller descubrí que la oración es mucho más que eso. Es entrar paso a paso en una relación afectiva, personal y profunda con Dios, de manera variada y progresiva. Las distintas sesiones enriquecidas con la Palabra de Dios, el mensaje del Padre Ignacio y la modalidad de oración, combinadas con las prácticas semanales, las vivencias y los textos bíblicos me fueron llevando poco a poco hasta encontrarme con ese ser supremo cara a cara.

            De hecho lo más interesante fue que mi concepto de “que flojera estar rezando” se transformo en la experiencia más extraordinaria de mi vida, pues conocí todo un mundo nuevo que siempre me llevaba a Él, a mi papito, a mi Abbá.. En este taller pude aprender donde, cuando y cuanto orar, a silenciarme mental y corporalmente, a colaborar con mi cuerpo, y sobre todo a encontrar un estilo personal de comunicarme con Dios.

            Además las múltiples modalidades de oración me sirvieron para cada estado de ánimo, como al estar triste, abatido, preocupado o por el contrario completamente dispuesto. Ahí pude aprender desde las modalidad más sencillas como la lectura rezada, la oración escrita, la de abandono, la de alabanza, acción de gracias y petición, hasta las más profundas como la oración en lugar de Jesús, el perdón en el Espíritu de Jesús, la oración de acogida y la de elevación, pasando por la oración corporal, la comunitaria, la auditiva y la oración con la naturaleza.

            La práctica de la oración que pude aprender en este taller me pudo conducir a la liberación interior en un proceso de humanización y de santificación cristificante, y como era lógico no pude evitar compartirlo con aquellos a quienes deseaba invitar a que participaran de ésta gran experiencia. Así un grupo de jóvenes amigos míos se hicieron participes de esta experiencia y yo por mi parte, alterné la riqueza de ambos talleres, los de jóvenes y los de adultos.

            Un buen día me invitaron a profundizar en la experiencia de la oración entrando a la escuela de Formación para Guías de TOV, preparándome para compartir de manera personal siendo guía. Si bien yo pensaba que la escuela de formación era básicamente pedagogía necesaria para dar dichos talleres, me llevé una gran sorpresa al descubrir que ser guía de TOV, es optar por un estilo de vida, una identidad espiritual, es un camino de conversión, lento y evolutivo que requiere de formación permanente, ser testigo de que aprender a orar es aprender a vivir.

            Es aceptar la unificación interior que logra equilibrar la vida laica, con la necesidad de responder a un profundo llamado espiritual. Es un esfuerzo constante que se entiende solamente viviéndolo, porque contra todo obstáculo se sigue buscando la Presencia Viva que ha transformado la existencia, la fuente secreta de fuerza que es la ternura, el amor y la misericordia de Dios.

            En este caminar de ser tallerista en el proceso para ser guía se comprenden la naturaleza y la finalidad de los TOV, sus fundamentos, misión apostólica y el patrimonio espiritual de un hombre por demás bendecido por Dios, el Padre Ignacio Larrañaga. Quien, a través de sus mensajes, logra descubrir y leer entre líneas la personalidad de Jesús, a quien cariñosamente llama el pobre de Nazaret, el ejemplo y entrega de vida en el silencio de María, y por supuesto el arduo camino para lograr el estilo y vida de los guías.

            Debo confesar que me he convertido en un incondicional de estos talleres pues a través de ellos he encontrado la única experiencia permanente y trascendental en mi vida, la experiencia de amor y salvación de Jesucristo. Pues como dice el Padre Larrañaga “Jesucristo constituye nuestro modelo a seguir. El utiliza con nosotros la misma pedagogía que el Padre utilizo con Él: la pedagogía del amor, fundada en la intimidad del encuentro, en la ternura y en la misericordia que, a su vez, nos guiará por el camino del abandono y de la humildad para ser testigos incansables de su amor.”

            Así que si tu que estás leyendo éstas líneas, sientes esa necesidad irrefrenable de cambiar o dar sentido a tu vida, o necesitas reforzar tu espiritualidad para servir mejor en tu apostolado esta puede ser la opción que buscas. ¡Ánimo! Recuerda que si lloras de noche porque te falta el sol; las lágrimas te impedirán ver las estrellas.

            Una historia más de nuestro Éxodo contemporáneo...