¿Navidad? ¡Que siga la parranda!

Autor: Roberth Phoenix  



Si quiero que nazcas en mi corazón, Si quiero que nazcas en mi vida, Si quiero aceptarte en mi casa y que seas parte de mi familia, de mi vida, de mi mismo



Llegó la época navideña, esa época maravillosa en la que damos rienda suelta a los sentimientos y las emociones, también a las fiestas, las reuniones familiares donde hablamos mal de aquellos que no llegaron, o donde podemos emborracharnos hasta embrutecernos. Pues parece que actualmente, la navidad solo sirve para eso, descargar nuestros propios traumas y complejos en los demás, bajo la justificación de “Es época de navidad, y además, es solo una vez al año”.

 

Así, los que celebran la navidad se dividen en grupos. Por un lado están los depresivos, aquellos que con el pretexto de que llega la navidad, se sienten mal, pues no han logrado lo que desearon, o porque las fiestas los ponen tristes, y se la pasan con una actitud de “por favor compadézcanme”. Por otro lado están los intelectuales, aquellos que piensan que navidad es solo una fiesta más para uso de la mercadotecnia en donde los centros comerciales aprovechan para subir sus ventas, cosa que no está tan lejos de la realidad, pero que como todo eso se les hace una sarta de hipocresías, no quieren saber nada de nadie.


El tercer grupo esta conformado por aquellos que se reúnen en la casa del amigo, vecino, compadre o hermano, para hacer una fiesta más con la familia y los cuates, disfrutando de la cena, los chistes picantes y mucho alcohol, siempre al ritmo de “llegó la navidad para reventar y la noche parece empezar, que corra el tequila para relajar, que mis piernas parecen saltar. Una noche de baile y risas, con mis amigos buscar conquistas, quiero parrandear.” Pues este parece ser el nuevo himno navideño, que corre de boca en boca y de mente en mente.


Por último están los que más abundan, los del espíritu navideño de dos semanas, aquellos que preparan sus mejores ropas, para reunirse con los familiares, el novio, la novia o los amigos. Y por supuesto para estos no pueden faltar los regalos comprados y empacados en algún centro comercial de lujo, pues es el centro de la celebración. Y llega el momento de los abrazos, de los besos, de platicar, de desearse lo mejor y de felicitarse unos a otros.


¿Pero que pasa con el único y verdadero sentido de la navidad?... El nacimiento de Jesús. Pues éste el evento que estamos celebrando, el acontecimiento que cambio la historia de la humanidad, pues Jesús, el hijo de Dios, vino al mundo, y lo hizo para salvarnos, para regalarnos a su Padre como nuestro Padre. A regalarnos la resurrección y el amor eterno de Papá Dios. ¿Por qué olvidamos a Jesús en su cumpleaños?


Los testigos de Jehová dicen que la navidad es un invento del diablo y por eso se privan de celebrar al rey de reyes, al único Señor, a Jesús. Pero nosotros católicos, podemos hacerlo y no lo hacemos, en vez de eso, la pasamos en familia movidos por un falso sentido de amor. Cuando en realidad lo mejor que podemos regalar es el compartir del nacimiento de Cristo, el amor por excelencia.


Muchas navidades vienen y van, y parece que esos “buenos sentimientos”, son sólo pasajeros, y una y otra vez nos decimos, vamos a estar juntos y a conservar estos sentimientos durante el años, pero una vez pasadas las fiestas, lo olvidamos y volvemos a nuestro ensimismado ritmo de vida. Quitamos el árbol y el nacimiento y con ello el nacimiento de Jesús va también al baúl de los trebejos, que será abierto hasta el próximo año.


Ahora parece que Navidad no es una vez al año, sino que ni siquiera en esas fechas dejamos a Jesús nacer en nuestros corazones, en nuestras vidas, en que sanemos y perdonemos al otro, sin comenzar el año peleando, en donde llevamos la paz a nuestros propios hogares sin pelearnos por cualquier cosa o mejor aún, sin emborracharnos, gritarnos o fastidiarnos los unos a los otros.


Dejar nacer a Jesús en aquel “hágase” de la Virgen María, fue un momento que cambió la historia para siempre. Cambiemos pues, también nosotros nuestras vidas pidiéndole a María que nos enseñe como dar ese “Sí” a Dios, para que Jesús nazca en nosotros, en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestro matrimonio, noviazgo, con nuestros hermanos o con nuestros amigos. 


Después de todo la Navidad, es el nacimiento y de ahí parte la vida con Jesús. Aprovechemos esta navidad para dar ese “Si” a Jesús. Ese “Si quiero que nazcas en mi corazón, Si quiero que nazcas en mi vida, Si quiero aceptarte en mi casa y que seas parte de mi familia, de mi vida, de mi mismo.” Pues será entonces cuando la navidad dejará de ser solo una fecha para ser una verdadera celebración de amor y paz para los hombres y mujeres de todas las naciones.

Una historia más de nuestro Éxodo contemporáneo...