Jesús va al Fútbol

Autor: Roberth Phoenix 

 


La diferencia entre ecumenismo, fanatismo y conocimiento de la fe.


 Estoy convencido de que compartir mi testimonio de amor es más importante que luchar por demostrar que tengo razón en que mi fe es la única verdadera.

            Una vez, cuando estudiaba la secundaria, por recomendación de un amigo sacerdote leí “El canto del pájaro” del Padre Anthony de Mello, un libro por demás maravilloso. Ahí me encontré con un pequeño cuento titulado Jesús va al fútbol, donde narraba como Nuestro Señor asistía por primera vez a un encuentro deportivo entre el equipo de los católicos y el equipo de los protestantes. Cuando uno u otro equipo metía gol, Jesús se emocionaba y gritaba entusiasmado. Desconcertado otro espectador le preguntaba a que equipo apoyaba, y Él contestaba que a ninguno, que simplemente disfrutaba del espectáculo. El otro espectador por consiguiente pensaba: “¡Bah! Un ateo”.

            Cuando leí aquella historia, me reí mucho pues pensé que ciertamente los católicos, los protestantes y todo aquel que tiene una fe, muchas veces se preocupa más en defender su posición de estar en lo correcto, que en practicar lo que su misma fe implica, como amar al prójimo, perdonar, hacer caridad, no criticar ni juzgar, etc. Por esa misma imagen que tenía respecto a los grupos religiosos, llámese, católicos, mormones, evangélicos, cristianos, testigos de Jehová, etc. preferí mantenerme al margen.

            Muchos años después tuve mi encuentro con Dios a través de la Iglesia Católica y fue entonces cuando decidí estudiar e investigar acerca de la religión, el cristianismo, el catolicismo y toda una serie de conceptos que implican profundizar en el conocimiento de la Fe. En éste proceso me encontré con dos tipos de personas, con los que estoy seguro todos nos hemos encontrados.

            El primer grupo, formado por sacerdotes y laicos que nunca trataron de imponerme ideas o conceptos preconcebidos, sino que por el contrario me cuestionaban sobre mis propias creencias, sobre las razones y fundamentos que tenía para creer en Jesucristo como Dios o como hombre, y en porque creía que la Iglesia católica era o no la Iglesia que Él había fundado, fue el que más me ayudo a crecer en el aspecto cristiano al igual que en el aspecto humano.

            Sin embargo también existió un segundo grupo de personas con la fe mal enfocada, que creían tan solo por creer, que nunca habían cuestionado su fe, su razón o su inteligencia, y peor aún, que habían estudiado y que al creer que estaban seguros de fe, se sintieron con la autoridad para atacar y arremeter contra personas con una fe distinta.

            Recuerdo específicamente a una peculiar familia que se dedicaba a impartir una apologética con tintes bastantes fanáticos, que criticaba a los protestantes y a los separados cruelmente, y peor aún, que criticaban a  diferentes sectores de la misma Iglesia simplemente por no congeniar con su visión de la vida. Recuerdo que si alguna persona con una fe distinta, hacía algún acto de caridad inmediatamente pensaban que se trataba de una campaña para reclutar miembros a su culto, o que si algún otro católico cantaba o bailaba para alabar a Dios automáticamente era calificado por ellos como un hereje o un ridículo.

            De ésta manera ésta familia era jurado, juez y verdugo de aquellos con una fe distinta, mientras que ellos mismos hacían cosas a escondidas e incluso en contra de su párroco porque simple y sencillamente no les caía bien, formando así una pequeña secta dentro de la misma Iglesia. Ante estos hechos y otros basados en una conducta bastante cuestionable recordé aquel cuento que leí cuando niño, y pensé ¿cuál sería la reacción de Jesús?... Entonces decidí dejar a ésta familia de lado y seguir adelante con mi vida en la búsqueda de personas que me ayudaran a crecer en mi cristianismo.

            Así, la misma Iglesia Católica me ofreció varias opciones para conocer mejor mi fe como el grupo Servidores de la Verdad, la Escuela Diocesana de Teología para Laicos, el grupo Misioneros Apóstoles de la Palabra, el Colegio Bíblico Apostólico Diocesano, la Escuela de Formación de la Renovación Católica, la Escuela de la Fe, el Instituto Camino, Verdad y Vida, la Universidad Iberoamericana que ofrece diplomados en teología, en doctrina social y en pastoral de jóvenes y adolescentes, entre otros.

            Y también para profundizar en el conocimiento personal del Señor, en los diferentes apostolados y espiritualidades, los Talleres de Oración y Vida, la Pastoral Juvenil, la Pastoral Vocacional, la Escuela de Líderes, la Pastoral de la Salud, la Pastoral Familiar, los grupos catequéticos, juveniles, misioneros y los distintos movimientos y congregaciones religiosas comprendidas dentro de la Nuestra Arquidiocesis.

            Junto con estos grupos el conocer a Dios en la oración y en el testimonio de los cristianos ha sido parte fundamental de mi proceso de evangelización y más aún de compromiso para compartir con otros el conocimiento que Jesús a revelado a un hombre común y corriente como yo. Entiendo perfectamente que tengo aún mucho que conocer no sólo de Dios, sino de mi religión, de otras tantas y de algunos cultos religiosos distintos al mío, sin embargo estoy convencido de que compartir con ellos mi testimonio de amor es más importante que luchar por demostrar que tengo razón y que mi fe es la única verdadera.

            Ahora comprendo mucho más a mi amigo Jesús y su visión ante ese partido de fútbol, pues Dios no pertenece a ningún grupo, ya que Él es universal, único e indivisible, es eterno y más grande que cualquier mente humana.

            Por ello quisiera invitarte a dos cosas, primero a que si tienes dudas sobre tu fe, antes de ir con algún hermano separado busques lo que la Iglesia te ofrece, a que conozcas más tu fe, a que te cuestiones y busques a las personas adecuadas que puedan resolver tus dudas, como tu párroco, algún sacerdote o religioso de confianza, o algún grupo establecido dentro de la Iglesia.

            Y segundo, que una vez obtenido éste conocimiento practiques el ecumenismo tan invocado por su Santidad Juan Pablo II, recordando que la salvación de Jesús no es exclusiva sino que es para los hombres de todos los pueblos.

            Una historia más de nuestro Éxodo contemporáneo...