Desierto y semillas de trigo

Autor: Roberth Phoenix  


El trigal se agarra obstinadamente a la vida entre vientos y tempestades, para sobrevivir

De entre los muchos momentos que Dios me regala en la vida, algunos de los que más disfruto, son los momentos de oración, esos “tiempos fuertes”, en que la compenetración con Dios es tal, que no son necesarias las palabras. 

Desde hace aproximadamente tres años, conocí los Talleres de Vida y Oración del P. Ignacio Larrañaga, los que han sido una maravillosa oportunidad para aprender a orar, y conocer a ese Dios amoroso y paternal. Curiosamente, los talleres como su nombre lo indica, son un “hágalo usted mismo”, que puede llevar a los tallerístas (personas que toman el taller), a un encuentro nunca antes imaginado por ellos mismos, con Papá Dios.

Entre las muchas riquezas que podido experimentar con mi oración, se encuentran los desiertos, que son días en los que me he podido retirar a la soledad para orar con la presencia plena del Espíritu Santo. Recuerdo que en el Evangelio, se menciona mucho que Jesús oraba en el desierto, de día, de noche, siempre en el desierto... ¿Qué tendrá el desierto?

Hoy puedo decir que entiendo un poco más la magnitud y la riqueza de la oración, pero para ser sincero no siempre fue así. Recuerdo que al principio, me preocupaban más otras cosas como la vida o la muerte, pero ha sido esa pequeña y obstinada perseverancia la que me ha ayudado a llegar hasta los brazos de Jesús, en la presencia siempre reconfortante de María.

Una de las comparaciones que hace el Padre Larrañaga sobre la oración, es que ubica al ser humano como una sala completamente obscura, en la que al encender un fósforo, algo se ve, una mesa, algunos libros, tal vez unas sillas. Si encendemos cinco fósforos, se ve mucho más, paredes, alfombra, cuadros. Al encender cincuenta fósforos, notamos que es una sala hermosa, aun que todavía con lugares en penumbra. Pero si encendemos mil quinientos fósforos, la sala es un espectáculo inolvidable de belleza, colores y figuras.

Pues bien, la oración no solo me ha hecho descubrir a Dios como un Padre amoroso, sino a mi propia sala llana de luz, a mismo en niveles que nunca imagine. Y supongo que es la propia experiencia la que me hace pensar que un hombre que vive su vida sin oración, en realidad no vive. Porque orar se llega a convertir en esa necesidad básica, como respirar o comer. Llega un momento en que simplemente no se puede dejar de orar, y cuando no se ora es como si algo faltara. Algo en el interior que no se puede saciar con nada más. Digámoslo así, es una pequeña-gran adicción a Dios. Aunque afortunadamente las consecuencias de esta adicción, son trasformación de vida y unas ganas inmensas de vivir y amar.

Larrañaga compara a la transformación de vida con sembrar un trigal en el campo, a la siguiente semana no se ve nada, y tal vez en la que sigue tampoco, todo sigue igual. Pero a las cuatro semanas podremos observar con emoción un trigal verde y tierno que emerge tímidamente sobre la tierra. Cuando llega el invierno, y caen toneladas de nieve sobre el trigal recién nacido, éste, aplastado por el enorme peso, sobrevive, persevera. Vienen terribles heladas, capaces de quemar toda vida. El trigal no puede crecer, ni siquiera respirar. Así que simplemente se agarra obstinadamente a la vida entre vientos y tempestades, para sobrevivir.

Cuando asoma la primavera y el trigal comienza a respirar, de nuevo comienza a escalar a la vida, lenta paro firmemente. Y aunque no se note la diferencia entre los meses, el trigal va creciendo. Y al final de la temporada, con ojos asombrados podremos encontrar un espectáculo conmovedor: un inmenso trigal dorado, ondulado suavemente por la brisa. ¿De donde viene esta maravilla? De las noches horribles del invierno. Por haber sobrevivido con una obstinada perseverancia, hoy tenemos un espectáculo que nos hace llorar de emoción.
Yo no sé si soy una espiga de trigo que a sobrevivido al invierno, pero lo que sí sé es que algún día seré parte de ese inmenso trigal dorado, y lo mejor, es que estaré acompañado de muchos de ustedes. Así que vamos a orar.
Una historia más de nuestro Éxodo contemporáneo...