¿Cómo hablar del terrorismo en España? 

Autor: Roberth Phoenix

 

 

 

Una larga historia de degradación a los derechos humanos


Si
permiten que sean “la identidad y la sangre” aquello que los divida, entonces la verdadera grandeza del pueblo español se vendrá abajo, pues se utilizará una y otra vez como pretexto para destruirse unos a otros y dejar a lo largo solo un rastro de fatalismo y deseperanza, aprendiendo solo a vivir con la pena en el corazón y la vida sin perdón.

            ¿Como sentarse a escribir sobre una tragedia?... La única forma es después de hacer oración, después de pedir misericordia por aquellos que son victimas del terrorismo, pero nos solo los muertos o los heridos, sino por las familias de éstos, los viudos, las viudas, los huérfanos, los padres que pierden a sus hijos, los niños que tardaran años en sanar, aplicando día a día su dosis de olvido y perdón, niños que con frecuencia con frecuencia hojearán sus recuerdos, donde quedaron huérfanos, muertos, heridos.. ¿Cómo sentarse a escribir sobre una tragedia? No es fácil, pero alguien debe de hacerlo.

            A veces es terrible, sentarse a desayunar mientras los medios de comunicación informan sobre los atentados cometidos en diferentes partes del mundo, del mismo mundo en donde todos cohabitamos, en algún punto de la Tierra, la misma Tierra en la que existimos... Donde hermanos de diferentes raza, preguntan ¿por qué nos asesinan? Y eso me nos hace preguntar a los que miramos el televisor ¿Por que? Y tampoco tenemos la respuesta.

            Pues no importa que tan importante sean las diferencias de casta o de identidad, nuestros hermanos españoles, forman un solo pueblo, y más allá de eso forman parte de la humanidad. Pues ningún motivo justifica la muerte injusta y estúpida de cientos de personas, el terror que queda sembrado en las almas de los supervivientes, el miedo en los espectadores, la perdida de seguridad en una nación y lo peor la ofensa contra Dios y la degradación a los derechos fundamentales del hombre.

            La muerte es algo natural, pero no lo es, la muerte estúpidamente causada por parte de un grupo terrorista, pues entonces el asesinato se vuelve genocidio, y más allá se vuelve la destrucción de la propia naturaleza y esencia del hombre a manos del mismo hombre. Y lo más doloroso es la perdida irreparable, no de los seres queridos, sino de la dignidad humana y de

            Sevilla, Bilbao, Cataluña, Madrid, Andalucía, todos son parte de España, del mismo pueblo, de la misma nación más allá de la misma vida compartida, y si permiten que sean “la identidad y la sangre” aquello que los divida, entonces la verdadera grandeza del pueblo español se vendrá abajo, pues se utilizará una y otra vez como pretexto para destruirse unos a otros y dejar a lo largo solo un rastro de fatalismo y deseperanza, aprendiendo solo a vivir con la pena en el corazón y la vida sin perdón.

            Es difícil hablar de la identidad de un pueblo hermano, cuando en nuestro propio país, vivimos una situación semejante, no en  el terrorismo, pero si en la falsa identidad. Me explico, es un fenómeno que nos invade a todos por generaciones, donde no nos vemos como mexicanos sino como jarochos, chilangos, tapatíos, poblanos, regios, etc. ¿Por qué falsamente nos dejamos llevar por esta tendencia? Cuando estamos fuera del país y nos encontramos a un mexicano, no nos importa de que estado sea, solo nos importa el hecho de que son mexicanos, de que son paisanos.

            ¿Por qué esperar a encontrarnos fuera del país para reconocernos como hermanos? Unámonos hoy y hagamos algo juntos, apoyemos a nuestros hermanos españoles, demos el ejemplo de una pueblo lleno de amor y tolerancia, donde el mayor acto de amor que podamos hacer sea el de unirnos en la oración para que Dios nuestro Señor, apoye a los familiares de las víctimas, que ilumine  a los líderes políticos y religiosos de  aquel país, y que de la fortaleza necesaria a los médicos, psicólogos y sacerdotes que en este momento prestan sus servicios médicos y espirituales.

            Y por último por aquellos de los que nunca nos acordamos, los causantes, pues es necesario que se detengan y dejen de ser la causa de tantas desgracias que hieren poco a poco, no solo a una nación, sino a toda la humanidad. ¿Como sentarse a escribir sobre una tragedia?... A veces llorando, a veces con impotencia, a veces con tristeza, Pero siempre con la esperanza puesta en Dios, de que mañana seremos mejor que hoy.

            Otra historia más de nuestro Éxodo contemporáneo...