San Lorenzo

Autor: Pedro Díaz- Landa

 

                       I      

 

 ¡Gloria a Dios en las alturas!

¡Y preces al mártir Lorenzo

que hoy es su día!   

Y preparémonos, porque  en dos noches

llegarán las Perseidas

a traernos  remotas noticias 

-el que decapitó  a  la Medusa-

allá  por el lejano hemisferio  boreal.

Ellas, las Perseidas, velarán en los cielos

evocando la noche  en que escoltaron

a  San Lorenzo

hasta el Reino de Dios.    

Ellas estarán  repitiendo

el  celeste cortejo que formaron

cuando la partida del mártir cristiano

en el año  258.

 

     San Lorenzo fue uno de los  siete diáconos

de la Iglesia de Roma

y murió en el martirio

cuatro días después

de la decapitación del Papa  San Sixto II,

ordenada por el emperador Valeriano.

Su cuerpo fue colocado

sobre una parrilla incandescente

y quemado a pedazos.

Sus carnes calcinadas chisporroteaban

y las chispas  ascendían a lo alto del éter

y  alumbraban de meteoritos la noche de Roma.

 

       Las cenizas del mártir descansan

en el cementerio de Ciriaca, en Agro Verano,

junto a la Vía Tiburtina.

Su primera capilla

la erigió el emperador Constantino

y hoy sigue allí la iglesia de San Lorenzo,

quinta  basílica patriarcal de Roma.

 

                          

                              II

 

     Las  Perseidas  son estrellas fugaces

que hace más de  17 siglos

se presentan en estos días de agosto

en una maravillosa lluvia de meteoros.

De ahí que la tradición las llame

las  Lágrimas de San Lorenzo…

En  los años de mi juventud

yo exploraba estas noches de  agosto

junto a mi amada

y  ambos compartíamos  emocionados

el idilio de la Luna y Venus

mientras  yo le iba  recitando  

versos de Nervo y de Tagore.

 

      Y hoy yo recuerdo a mi enamorada,

que voló al Cielo como San Lorenzo.

Y  uno su recuerdo al recuerdo del  mártir.

Y oro en silencio.

Y dentro de dos noches,  el 12 de agosto,

 contemplaré

 la lluvia de las Perseidas

con  párpados más cansados, pero con ojos más inquisitivos

que en aquellos venturosos años de mi juventud.

 

     Dirán que las Perseidas  son las partículas errantes

del  cadáver de un planeta extinto,

que al entrar en nuestra atmósfera

se incendian al calor de una fricción terrífica.

Pero a mí me parece mucho más hermoso

creer que esas estrellas errantes

vuelven a nuestros cielos  desprendidas

de las fraguas de Mirfak,

Algol,  Atik  y  Menkib,

allá en la constelación de Perseo…

¡a llorar por la muerte de San Lorenzo!