Amistad de calidad

La Hemorroisa (9)

Puntos de reflexión sobre las relaciones interpersonales a la luz del Evangelio.

 

  Y una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años,   y que había sufrido mucho por parte de muchos médicos, y gastado todos sus bienes sin aprovecharle de nada, sino que iba de mal en peor,   cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la muchedumbre y tocó su vestido;   porque decía: Si pudiera tocar, aunque sólo fuera su manto, quedaré sana.   En el mismo instante se secó la fuente de sangre, y sintió en su cuerpo que estaba curada de la enfermedad.   Y al momento Jesús, conociendo en sí mismo la virtud salida de él, vuelto hacia la muchedumbre, decía: ¿Quién ha tocado mis vestidos? (Mc 5, 25-30)  

Todo en la Hemorroísa pasa oculto: su enfermedad nadie la ve y, por ser propia de mujeres los varones ni la entienden; su oración se alza en silencio (DECÍA EN SU INTERIOR: CON SÓLO TOCAR EL MANTO...); su presencia se pierde en la multitud; el milagro, ni Jesús mismo lo advierte al principio (SE VOLVIÓ DICIENDO: ¿QUIÉN ME HA TOCADO?); y una vez producido, sólo lo nota ella, por ocurrir en lo íntimo de su cuerpo...  

Es muy femenino este modo de experimentar los milagros, de pedirlos y obtenerlos. Como criatura en su seno, cada mujer vive gestando algo divino, que sólo se manifiesta después de haberlo madurado largamente.  

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Cada herida es un milagro en gestación.  

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¿QUIÉN HA SIDO?.--- Entre muchos Jesús pregunta por uno. Busca un tú al que mirar a la cara.  

Ella quería pasar por Jesús discretamente, como quien sube al autobús, sin molestar al conductor, para acomodarse en el último lugar.  

Pero Jesús no quiere dar sin darse. Por eso la entresaca de la masa anónima.  

¿Acaso no es así la oración? Empezamos buscando el don y nos topamos con el Dador.  

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¿QUIÉN ME HA TOCADO?.--- El tacto llama a la vista; el uso conduce a la presencia; del manto se pasa al rostro; de la mano, a la mirada; de la parte, al todo (¿acaso no es justamente esto la esencia del verdadero vestido?). Todo en Jesús, hasta su ropa, nos invita a su encuentro.  

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Para muchos vivir es desangrarse. La vida se les va, paulatina e insensiblemente. Y tienden la mano a Cristo, náufragos en la multitud, con su herida vergonzante.  

Quiero ser, Señor, la orla de su manto, el lugar donde salta la chispa.  

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HABÍA SUFRIDO MUCHO POR PARTE DE MUCHOS MÉDICOS--- Cuanto más disienten los consejeros tanto más se concilia el dolor. Tras cada curación fallida la enfermedad se instala con más ahínco. Médicos y curaciones se multiplican, y mientras el enfermo se hunde en la soledad incomunicable. ¿Pues qué es sufrir, a fin de cuentas, sino sentirse solo?  

Sin embargo ahí, en el sótano donde la soledad, es donde la mano temblorosa acierta con Cristo: Y SE VOLVIÓ DICIENDO: ¿QUIÉN ME HA TOCADO?


Autor: Padre Pablo Prieto Rodríguez correo/email