Dios y las artes del hogar 

El alma y las manos (10-01-04)

 

La casa se parece a las personas que la habitan: tiene alma y cuerpo, acusa el paso del tiempo, envejece, se maquilla. Sus objetos (muebles, utensilios, adornos) van cobrando significados nuevos, el tiempo los humaniza, los espiritualiza; el espacio se puebla de recuerdos; los muebles "se hacen" a sus usuarios: Pedro, Marta, Pepe, Lola. La simple mirada, de tanto posarse sobre un objeto, le confiere cierta marca personal que lo hace único.

Por eso cuidar los objetos de la casa es cuidar en ellos a sus moradores, acceder a sus corazones, y salirles al encuentro.

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El intenso trabajo de María en las bodas de Caná lo resume el Evangelio del siguiente modo: "et erat mater Iesu ibi": Y LA MADRE DE JESÚS ESTABA ALLÍ (Jn 2, 1).

Esta exquisita discreción es una peculiaridad del oficio doméstico. La actividad se recapitula en la presencia; el hacer se reabsorbe en el estar. Se hace lo que se debe para que las personas sean lo que son.

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Y LA MADRE DE JESÚS ESTABA ALLÍ (en las bodas de Caná, Juan 2,1).--- María está dondequiera que haya un hogar. En él y a través de él Ella revive el misterio de la Encarnación, alumbra a Cristo en nosotros, lo cría y lo lleva a su madurez. Pero ese ALLÍ, o sea la casa, hemos de realizarla nosotros con la convivencia y el trabajo.

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SUPONIENDO QUE IBA EN LA CARAVANA, HICIERON UN DÍA DE CAMINO BUSCÁNDOLO ENTRE PARIENTES Y CONOCIDOS (Lc 2, 44).--- En esta caravana de la vida los parientes y conocidos compartimos muchas cosas: cultura, fe, tradiciones, recuerdos, vecindad, compromisos, penas, alegrías… Aunque diversos en edad, carácter y condición, formamos entre todos aquel ámbito donde el hombre crece y se abre a la vida.

BUSCÁNDOLO ENTRE PARIENTES Y CONOCIDOS… ¡Por aquí hay que empezar! Si quieres encontrar a Cristo en el Templo, empieza buscándolo entre los tuyos. Investiga primero en la familia y acabarás hallándolo en la Misa…

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Sólo puedes "crear" un hogar hermoso si "crees" en sus moradores. La confianza en lo mejor del prójimo (creer) confiere a la labor doméstica talante artístico (crear). Lo que se crea está en función de lo que se cree. Si crees que los tuyos son maravillosos (por más que a veces no lo demuestren), crearás para ellos cosas maravillosas. La belleza nace de la fe.

¿Y qué fe? Una fe ciertamente humana, en cuanto su objeto son meros hombres, pero divina, pues profesa y realiza tu fe en Cristo. Apoyándote en Él, cree en tu prójimo y te sorprenderás de lo que sale de tus manos: EL TODOPODEROSO HA HECHO COSAS GRANDES POR MÍ (Lc 1, 49).

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Asistir al crecimiento del prójimo implica ante todo creer en que se producirá; creer que esa persona (el hijo, el marido, la esposa, el hermano) puede y debe ser quien promete ser.

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Cocinar es unir. Es convertir el alimento en vínculo entre personas, hacerlo participable por muchos; es sazonarlo de comunión, comunicarle sabor a familia. De modo que, como dice el Apóstol, FORMAMOS UN SOLO CUERPO PORQUE PARTICIPAMOS DE UN MISMO PAN (1 Cor 10, 17).

Dios no da algarrobas crudas. Para los que somos sus hijos, Dios en persona nos amasa su Pan (cf. Lc 24, 16-17).

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¡TODO ESTÁ A PUNTO! (Mt 22, 4), exclama el rey de la parábola. ¿Y cuál es este punto propicio? Consiste en esa feliz combinación entre el aderezo de los alimentos, el apetito de los comensales y la disposición de los corazones. Cuando falla uno de estos tres factores el encanto de la mesa se desvanece. La comunión a que tendía decae o incluso fracasa.

¡TODO ESTÁ A PUNTO!--- Esta misteriosa síntesis tiene su momento y lugar precisos, que es necesario observar. Pues la comida fraterna es figura de aquella fiesta de bodas donde Dios desposa a la Humanidad, o sea la Iglesia. La cita es aquí, en esta vida terrena, que para el Anfitrión eterno dura apenas un instante: lo justo para que aceptemos el convite...

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"Os doy lo mío pero condimentado, aliñado, de modo que os guste". Esto insinúa Cristo con su parábola: HE PREPARADO MIS TERNEROS CEBADOS, EL BANQUETE ESTÁ LISTO. ¡El Cielo está en su punto! ¡Venga, empecemos ya aquí abajo! ¿Para qué esperar? ¡La tierra es un aperitivo, un entrante! ¿Qué es la Misa sino "praelibatio", preludio, anticipo?

La fiesta se presagia. Aún no hemos atravesado la puerta y ya su aroma nos llega a este vestíbulo de la vida terrena. Basta un rato de oración, un roce con los sacramentos, un gesto de servicio a los demás, para barruntar lo venidero; ¿no oyes al gran Rey?: TODO ESTÁ A PUNTO: VENID (Mt 22, 1-14).

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PREPARAS UNA MESA ANTE MÍ Y MI COPA REBOSA (Salmo 22)..--- No sólo preparas, Señor, el alimento para el comensal, sino el comensal para el alimento. Mediante la Encarnación del Verbo, tu cocinas lo divino para darle sabor humano. Y luego a nosotros, estos zarrapastrosos de los caminos, nos tomas, y lavas y trajeas y perfumas con tus sacramentos. ¡DICHOSOS LOS LLAMADOS A LA CENA DE BODAS DEL CORDERO! (Apocalipsis 19, 9).

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La cocina confiere al alimento "estructura humana", es decir, alma y cuerpo. El arte culinario hace que la comida se parezca a quien se la come.

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YO AQUÍ ME MUERO DE HAMBRE…ME LEVANTARÉ E IRÉ A MI PADRE… (Lc 15, 17-18). El hambre de pan despierta en el hijo pródigo el hambre de filiación. Más que la sustancia alimenticia, lo que echa en falta es su sabor humano. Lo que añora no es tanto el pan como lo simbolizado por él: a su padre.

Este mensaje también lo proclama nuestra comida cotidiana: que pertenecemos a aquella casa donde Dios nos espera paternal con los brazos abiertos. El rito de comer juntos, con los usos y convenciones que lo acompañan (la compra, el guiso, los cubiertos, la sobremesa, etc.), suscita el apetito espiritual por el auténtico "pan de los hijos": Cristo. Un hambre que alimenta con sólo sentirla.

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La voz del pan es su sabor, ¿no la oyes?: "ven, únete a los que me comparten, bienvenido a esta casa, aquí vales por ti mismo, eres parte de nosotros …"

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La ropa es el medio con que expresamos, protegemos y vivimos nuestra intimidad. Una persona no sólo tiene ropa, sino que "se tiene" con ella: le sirve para tomar posesión de sí, afirmar la propia libertad y abrirse a la convivencia.

El cuidado de la ropa (comprar, lavar, planchar, conservar, arreglar) honra la intimidad del prójimo en el instrumento con que la cultiva.

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"La Virgen está lavando / y tendiendo en el romero" (villancico popular).--- Lavar periódicamente la ropa ("hacer la colada") significa asumir la vida de los demás con sus ritmos y su desgaste, según se plasma en las prendas. Nuestra vida, por ser humana, lleva la impronta del trabajo, de la acción, del uso, del cambio…

 Autor: Padre Pablo Prieto Rodríguez correo/email