¿Grandeza o tragedia?

Autor: Fundación Nueva Cristiandad

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En una oportunidad charlando con un señor mayor, que para imaginarlo podríamos pensar en nuestros abuelos, me decía: " la grandeza o la tragedia de un hombre radica en las decisiones que toma". Me quedé pensando en lo contundente de la frase y en la enseñanza que podría dejarme; estaba claro que había un pedido en ella, que me decía: "o te decides a amar o te decides a no amar para así comenzar tu tragedia".


La vida se nos presenta con la posibilidad de decidir vivir las virtudes morales que nos hacen grandes o no vivirlas y caer en el egoísmo estéril. En el amar también está el sufrir, pero es un sufrimiento reparador que salva y que redime, por eso nos hace grandes, porque aceptando al Amor -que es Dios- aceptamos las dificultades estando seguros que lo que sucede es por Su Gloria y por la felicidad eterna de todos los hombres.
Estamos llamados a ser fructíferos y a sembrar constantemente buenas semillas que siempre dan nuevos frutos. Cada uno de nosotros ha venido a este mundo con dones y gracias que el Amor quiso regalarle. Cada uno de esos dones o de esas gracias son las herramientas para vivir en grandeza y luchar en las tragedias.

PRESENTE Y FUTURO

La sociedad que nos toca vivir muestra con toda su furia los males que son producto del egoísmo humano: el hambre, las enfermedades, el abuso de niños, el maltrato a las mujeres, el libertinaje sexual, la sensualidad del dinero y del poder, la ausencia de los valores, la desintegración de la familia, la corrupción política, etc.
Debemos crecer en la conciencia que todo lo que hacemos influye, trasciende, de un modo u otro se refleja en los demás y en la sociedad en la que vivimos. Formamos un mismo cuerpo en que existe -aunque no queramos- un lazo personal con todos los hombres.
Los actos humanos deben estar enraizados en lo trascendente y lo absoluto. Lo eterno se enraíza en lo temporal, si no se viven los problemas del tiempo no se llega a la eternidad. Si no se tiene conciencia de que somos un mismo cuerpo y que lo que hacemos repercute en todos, no puede haber solución a los males del presente. Vivir en la esperanza de un mundo justo, es estar seguros de que lo estamos construyendo hora a hora, día a día, y que lo que hacemos servirá para un futuro en justicia . 
Actualmente estos pensamientos parecieran ser pura teoría. Si tuviéramos verdadera conciencia de la responsabilidad que tenemos en todos los problemas humanos, no perderíamos tiempo. Cambiaríamos de mentalidad para vivir en la grandeza, sin dejarnos arrastrar por los males de la pereza y la indiferencia. Ahora es tiempo de cambiar, no después, porque estamos padeciendo lo que no supimos afrontar en el pasado. El que ama no se cansa, no se queja, solo tiene tiempo para amar, porque en la medida que damos es que recibimos. 

EL CAMBIO

No pidamos cambio cuando los que ponemos el grito en el cielo pidiendo justicia seguimos siendo injustos, cuando los que debemos dar el ejemplo no lo damos, cuando siendo padres o educadores no mostramos buenos modelos de persona y cometemos ante los ojos de nuestros niños los mismos actos que deploramos en la queja.
De esto se trata tener conciencia de la eternidad pues lo que hacemos en forma individual por más pequeño que sea repercute en el tiempo y en el espacio en todos los hombres. Aceptemos la lucha y mostremos actitudes concretas que motiven a otros a ser justos para formar las nuevas generaciones en el amor.

LA DECISIÓN

Tomar una decisión es optar por una cosa o por otra, en este caso sería como pararnos delante de dos puertas, una llamada Grandeza y la otra Tragedia. La primera se presenta pesada y fuerte, la segunda liviana y débil, una parece difícil, la otra muy fácil. Así se nos presenta la vida con la opción de ser felices luchando, y sabiendo que la carga es dura pero estando seguros de que lo que hacemos se realiza con amor y por amor; o por otro lado ser infelices en la mentira, la indiferencia y la fragilidad de las tentaciones que el mundo nos presenta haciendo que nuestra sociedad se desintegre perdiendo sus valores, su fortaleza en la fe y su afán de lucha por la Verdad y la Justicia.
El hombre nació para ser feliz, el cristiano por el Espíritu que se le ha infundido debe estar convencido de esto y ser ejemplo para que toda persona opte con convencimiento por la puerta de la Grandeza.

"Si la Luz del Amor ilumina tu interior, todo lo verás con claridad y en todo verás a Dios"


“Este artículo está inspirado en los pensamientos del que fue nuestro Director, el Profesor Juan José Galigniana, fallecido en octubre de 2002. A El nuestro homenaje.”