Amar la vida

Autor: Fundación Nueva Cristiandad

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La indiferencia ante los más débiles y desvalidos es una de las características negativas de nuestra sociedad. Es cierto que la insensibilidad hacia el prójimo está cediendo y da señales esperanzadoras de desaparecer. Sin embargo, este es un trabajo que llevará generaciones. A un corazón que se ha acostumbrado a ser indiferente a los sufrimientos de sus semejantes, descubrir en el otro a alguien con nuestros mismos derechos y dignidad le llevará años de autocorrección, de disciplina y de sinceridad para no excusarse en los defectos y egoísmos ajenos. Y sólo así se podrá educar en la generosidad, en la apertura a los demás, con la legitimidad que da la propia lucha personal para superar el egoísmo y la indiferencia.
La sociedad se ha deshumanizado tanto que, en otras cosas, desprecia el respeto y el amor a la vida. Si los seres más indefensos e inocentes de nuestro mundo, como son los niños por nacer que se están gestando en el vientre de su madre tienen este destino abominable: el aborto -ya sea por medios químicos o quirúrgicos-, ¿qué más nos puede sorprender?, si estamos acabando con lo más hermoso creado por el Amor.
Estamos llenos de buenas intenciones para con la naturaleza, luchamos por su preservación y por el uso equilibrado de sus recursos, mientras que por otro lado y muchas veces justificando las anteriores acciones, matamos a nuestros hermanos en el Amor -porque todos somos sus hijos- ¿acaso, se puede pedir más desprecio por la vida? ¿acaso no estamos frente a la pena de muerte generalizada? Y lo que es peor, aplicada sobre los inocentes; ¿qué clase de amor practicamos?, no será que estamos negando uno de los mayores mandamientos del Amor que es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. 
La Beata Teresa de Calcuta, con sabias palabras nos decía: “el país que acepta el aborto no está enseñando a su pueblo a amar sino a aplicar la violencia para conseguir lo que se quiere”... “el aborto destruye la paz y causa ceguera hacia el enfermo, el hambriento y el desnudo”. Porque si decretamos impunemente la muerte de un inocente e indefenso, ¡cuánto más indiferente seremos con los marginados “que vemos” en este mundo!.

“Más grave que la audacia de los malos es la cobardía de los buenos” (León XIII)

La frase anterior nos exhorta a luchar por la vida. Apoyar y perseverar en todo aquello que fomente la Cultura de la Vida. No esperemos, actuemos ya, porque el mal avanza y el bien parece no hacer lo mismo. Denunciemos y opongámonos a aquellos legisladores “soldados de la muerte”, que olvidándose del servicio que deben prestar en favor del bien de su pueblo aprueban leyes que condenan a las nuevas generaciones a la muerte a cambio de favores económicos y de cínicas propuestas en detrimento del desarrollo humano. Son los nuevos Herodes que sin escrúpulos decretan la muerte de millones de niños aún no nacidos.
Aprendamos la lección que han sufrido los países llamados desarrollados que corren el peligro de extinguirse por el acomodamiento que han hecho a la cultura de la muerte y el desprecio hacia la vida. Han optado por el egoísmo y no por el amor. (Aconsejamos la lectura de nuestro artículo “Europa se está suicidando”)
Amar la vida es comprometerse en la obra creadora del Amor que nos ha hecho sus hijos por siempre, viviendo en la dignidad del que quiere siempre la Verdad y la Justicia.

OPTAR POR EL EGOÍSMO ES SUFRIR LA AUSENCIA DEL AMOR

Las Siguientes líneas son algunos testimonios tomados de la revista eslovena “Nasa Drucina” (Nuestra Familia).

“ En cada menstruación recuerdo a mi hijo no nacido y el tema se repite: migraña, dolor, miedo, llanto. Lo grave del tema son los terribles traumas que deja en la mujer y la certeza de que al hijo no nacido no será posible llamarlo de vuelta a la vida.
El síndrome post-abortivo refleja una serie de secuelas típicas del angustioso estado en que se halla la mujer luego de ser sometida al aborto. Muchas de ellas tienen el sueño interrumpido y sufren terribles pesadillas. Otras dicen ver por todos lados a embarazadas, cochecitos con bebés adentro...Grave secuela es la pérdida del sentido de la vida, total apatía, vacío y la sensación que a partir de aquel hecho abortivo todo lo hace mecánicamente.
En muchas nace una real agresividad hacia el padre de la criatura. No son raras las infidelidades y, en algunos casos, la extrema promiscuidad (“no merezco otra cosa”). Se suceden las separaciones y el debilitamiento de la unión matrimonial y las de hecho. Nacen depresiones, viven con sentimientos de culpa, de suciedad, de auto condena.
Las mujeres que ya son madres, después del aborto temen mucho que le pase algo al hijo que ya tienen. Aparecen además, comportamientos autodestructivos con abusos de medicamentos, del alcohol, de drogas, etc. También la actividad exagerada, donde ella trata de convencerse a sí misma y a otros que realmente tiene mucho trabajo y que de ninguna manera habría tenido tiempo para tener un hijo más.
A veces, en algunas mujeres nace el deseo imperioso de olvidar la experiencia del aborto con un nuevo embarazo. Una ginecóloga narra este hecho de la siguiente manera: Recuerdo casos en que menos de seis meses después del aborto, las mujeres vinieron a decirme que estaban embarazadas, y contaron que no pudieron justificar el aborto salvo con un nuevo embarazo. Sin embargo, al niño abortado no es posible devolverle la vida.
El aborto es un hecho que la mujer no olvida....
La mujer que a pesar de la contrariedad de los que la rodean, continúa con su embarazo comprobará el grado de energía que les otorga la lucha para superar las dificultades. Porque convencida de haber obrado bien, es capaz de lograr mucho más.
Dios quiso que en la creación de un nuevo ser “colaboren” con Él un hombre y una mujer. Por eso cuando los dos están de acuerdo en abortar, son responsables ambos. Si bien por naturaleza la que está íntimamente ligada al mismo aborto es la mujer, esto no exime al hombre de su responsabilidad. Si no está de acuerdo, debe hacer lo imposible para ayudar a la mujer a superar la angustia, gestar y dar a luz al hijo engendrado. El hombre generalmente es rápido en delegar la responsabilidad en la mujer y pocas veces confiesa su culpabilidad, cuando en realidad debe sentir igual o mayor culpa que la mujer”.

Hasta aquí hemos transcripto lo relatado por la revista “Nasa Drucina”, nos queda como reflexión prestar mucha atención a los innumerables sufrimientos a los que se somete la persona por haber optado por el egoísmo y no hacer caso al amor, porque el amor siempre es vida.

“Antes de formarte en el vientre materno, Yo te conocía. Antes de que salieras del seno, Yo te había consagrado”. (Jer 1,4-5)

Aquel que nos da la vida, lo hace porque nos ama y si nos ama quiere nuestro bien y siempre estará a nuestro lado. Aunque la vida se nos presente dura y cruel, la esperanza y la fe puesta en Él nos salvará y nos hará dignos del don más preciado en este mundo, el don de la Vida.

“Todo me fue dado como un don
para que yo sea don incesante para los demás.
Porque, si recibí Vida, debo Dar Vida y Amar la Vida.”