Pos-modernismo y familia

Autor: Lic. Norma Mendoza Alexandry de Fuentes

 

      Hoy existen muchas personas, cuya familia podría ser llamada: la familia pos-moderna anti-matrimonio, ya que el concepto de “familia” y de “matrimonio se ha trivializado debido a que se han olvidado sus principales elementos constitutivos.

En el contexto matrimonial hoy ya no es obvio que se necesite un varón y una mujer para constituirlo, y tampoco sería necesario estar casados para procrear. En lugar de enfocar el interés social en una institución designada a enfocar los impulsos sexuales en una unión estable y reproductiva de un varón y una mujer, se están dando, mundialmente hablando, las siguientes tendencias globales:

  1. Retraso del matrimonio y retraso de los hijos.
  2. Aumento de cohabitación.
  3. Aumento de nacidos fuera del matrimonio.
  4. Aumento de monoparentalismo.
  5. Aumento del número de divorcios.

Estas disfunciones y otros problemas sociales podrían prevenirse con el estudio y reconocimiento de las ventajas que supondrían un mayor reconocimiento del valor social de la familia funcional.

“Y vivieron felices para siempre” es lo que los recién casados deberían proponerse poniendo todo su empeño para que así sea desde ese momento y por el resto de sus vidas. Pero si no hay un propósito a largo plazo, si esta frase significa sólo romanticismo, si no hay preparación y firmeza de convicciones en que la unión fructifique, entonces se cae en la disfuncionalidad y el relativismo.

En nuestros días, es común que dos personas que se atraen, de pronto, tengan relaciones sexuales sin proponerse un compromiso a futuro, o más aún, vivan juntos siendo menores de edad, con o sin el consentimiento de los padres. Se tratan de convencer de que están conscientes de lo que hacen y que por tanto, pueden hacer lo que ellos quieran.

Vivimos en una cultura en donde tener relaciones sexuales fuera del matrimonio no es inesperado. Hemos olvidado que el amor entre dos personas del sexo opuesto se debe convertir en un compromiso unitivo que surja de la intimidad de ellos. Platón decía: “No hay hombre tan cobarde a quien el Amor no haga valiente y transforme en héroe”. La tradición filosófica nos dice que “persona y bien, sujeto y objeto son los términos entre los que ‘salta’ el amor. Y el amor ‘salta’ para unirlos, esa es su tendencia. Para unirlos del modo más pleno que permite la naturaleza del amante y de la amada; persona y bien son los términos del amor y el amor es el movimiento radical entre dichos términos”.  En materia sexual, la humanidad se reedita continuamente, pero lo más importante de la objeción apunta en un sentido distinto: el tema matrimonial y  el familiar hacen referencia al sustrato más natural y primario del hombre. La Ley Natural nos dice que así como hay leyes naturales en Física, Química, etc., existen también leyes naturales o verdades básicas que refieren al bien y al mal, a lo correcto o lo falso, que son independientes de nuestra habilidad de percepción y que llevan en sí consecuencias naturales ante su obediencia o desobediencia. También es verdad que en la medida en que las sociedades disciernen e implanten estas leyes sin alteración, dichas sociedades prosperan políticamente, económicamente, culturalmente, estéticamente, artísticamente, en relación a las sociedades que no lo hacen. El punto de vista de la Iglesia es y siempre ha sido que las relaciones sexuales son propias únicamente dentro del matrimonio. Esta es una doctrina crucial porque familias enteras y su prosperidad dependen de mantener su compromiso matrimonial.

La cultura mundial ha querido borrar la noción de que las personas deben preservar su reputación de pureza. Aún entre jóvenes creyentes, no conocen las razones y deben aprenderlas; no alcanzan a entender muchas veces que es por su propia protección evitar que cometan errores que posiblemente alterarán y marcarán el resto de sus vidas; no conocen el hecho de que actuar como si la pureza y la castidad no existieran, degrada la sacralidad del matrimonio.

En esta sociedad pos-moderna, es nuestra responsabilidad entender la naturaleza del concepto matrimonial y enseñarla a las siguientes generaciones. Hemos tenido ya la experiencia de miles de divorcios y de la llamada “revolución sexual” de los años sesentas y setentas. Mucho daño ha sido causado a la cultura matrimonial, sin embargo, debemos tener presente que la unión legal no debe servir solamente para legitimar la unión de hecho entre varón y mujer, pues de esta manera, el matrimonio sería solamente la forma legal de hacer las cosas entre ellos y las otras serían las formas extralegales.

Un estudioso de la materia nos amplía lo anterior: “Ciertamente que el matrimonio, en su sentido estricto de realidad natural, no es esa ambigua y omnicomprensiva formalidad legal. Pero no es menos cierto que, para una gran parte de nuestros contemporáneos, el matrimonio se ha convertido en un mero documento legal o en una formalidad social del status de “honorabilidad”. Y si en esto ha parado la noción de “matrimonio”, cualquiera que guarde un residuo de autenticidad, de sensibilidad y de gallardía frente a los convencionalismos hipócritas y vacíos, ha de pensar  sobre todo si, encima de ese “matrimonio” siempre puede uno echarse para atrás con el divorcio, que -¿para qué hay que casarse? ¿quién le ha dado al legislador, al juez y al poder la autoridad para –supuesta esa concepción formalística y divorcista del “matrimonio”- decir que sólo son “honorables socialmente” las uniones que acepten pasar por su “trámite burocrático”?...”(1)  

Si por tanto, hoy en la cultura pos-moderna nos encaminamos a separar sexo, del amor y compromiso; compromiso, de matrimonio; matrimonio, de procreación; entonces sabremos que quizá también llegaremos a aceptar la “legalización” de uniones homosexuales. ¿Qué futuro nos espera?

“La aceptación social y legal de ‘aventuras’ extramatrimoniales incluso llegan a considerarse como algo ‘simpático’. Suprimen la exigencia de la fidelidad y, con la difusión de contraceptivos, quitan importancia a los hijos. Entonces, ¿qué queda de la grandeza y belleza del matrimonio? ¿para qué casarse? Muchos sostienen, a la vista de todo ello, que lo importante es: - “ que nos queramos…”- y es verdad. Pero precisamente aquí es donde hay que profundizar. Porque para poderse querer bien, a fondo, hay que estar casados”. (2)

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1)       Viladrich, Pedro J. Agonía del Matrimonio Legal. I.E.F. España 1989.

2)       Melendo, Tomás. Amor ¿sin papeles?. En: ISTMO No. 272, México, 2004.