Ser cristianos en esta España nuestra

 

(La España de ZP)

 

Máximo Álvarez Rodríguez

Maximoalva@telefonica.net

 

Estos artículos han ido apareciendo en la prensa a lo largo de los últimos meses. No cabe duda que la aparición de un nuevo gobierno laicista está teniendo una enorme incidencia en la Iglesia Española. No es una situación deseable, pero debe ser un estímulo para que los cristianos espabilemos y despertemos del letargo. Espero que estos artículos ayuden a reflexionar sobre la situación.

 

Día de reflexión sobre el triunfo terrorista

¿Dialogará Zapatero con la Iglesia?

Dar caña a la Iglesia

Cristianismo y socialismo. Advertencias a Zapatero

Constitución, monarquía e Iglesia

Amor, odio e ignorancia

Barra libre. La Iglesia invita

Terremotos familiares

Merece la pena casarse

¿Sexo y marihuana como alternativa a la religión?

Sindicato de Estudiantes

El sermón de Santiago

Los Obispos y la diabetes

Mar afuera

Una historia posible y legal

Nuevos atentados en España

La culpa es de los católicos

Gracias, Felipe González

Silencio otoñal de Dios

Encuentro con unas amigas de Dios

Frío invernal y Dios

Viaje al Purgatorio

Alianza de civilizaciones por navidad

Enseñar el Islam

Fútbol y política

 

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Día de reflexión sobre el triunfo terrorista

 

En las democracias la alternancia en el poder no sólo no es mala, sino que es necesaria, para que nadie se perpetúe en el mismo. En este sentido es preciso asumir con normalidad los cambios políticos. Otra cosa muy diferente es que éstos se produzcan en circunstancias que podríamos llamar extrañas u oscuras.

En efecto, todos sabemos que, en vísperas de las recientes elecciones, un grupo terrorista ha sembrado de dolor y muerte la ciudad de Madrid. Ha sido un golpe perfectamente calculado y diseñado para cumplir sus objetivos: hacer daño y matar cruelmente y sin compasión a cientos de personas, y conseguir que el partido con mayor expectativa de ganar las elecciones las perdiera.

Decía un miembro del PSOE que lamentaba que su victoria electoral no se pudiera celebrar tan efusivamente, debido a la situación de luto que estamos viviendo. Pero lo más triste, aunque parezca duro decirlo, es que sólo gracias a esas muertes ha sido posible esa victoria socialista. ¡Oh felix culpa!

Curiosamente, uno de los primeros en condenar el atentado fue el Lendakari vasco que, como todo el mundo pensaba, no dudó en atribuirlo a quien durante décadas ha venido sembrando muerte y horror en toda España: ETA. Teniendo en cuenta el escaso favor que Carod Rovira hizo al PSOE, al pactar con la banda terrorista la tregua para Cataluña, todo apuntaba a que este lamentable acontecimiento del tren de la muerte sería un espaldarazo, ciertamente triste, pero merecido a la mayoría absoluta del PP. Pero tan pronto como se apuntó que la autoría podía proceder del integrismo islámico, los presuntos perdedores de las elecciones manifestaron, sin disimularlo demasiado, un enorme interés  por la nueva hipótesis, pudiendo así culpabilizar al PP del atentado, por haber apoyado a los EEUU en la ofensiva, tal vez discutible, pero sincera, contra el terrorismo. Por eso para muchos el malo de la película ha sido el Gobierno y no los terroristas, a quienes en el fondo se trata de comprender, como si tuvieran algunas razones (por culpa de Aznar) para cometer el atentado. Parece monstruoso el argumento, pero no deja de estar subyacente en muchas mentes.

Aunque en teoría se dijo que quedaba suspendida la campaña electoral, en la práctica nada ha habido más ajeno a la realidad, sobre todo por parte de algunos que no respetaron ni siquiera el llamado día de reflexión, dando un espectáculo bochornoso y sin precedentes, orquestados por una impresionante cruzada mediática en la que el grupo de Polanco ha trabajado con uñas y dientes. Nunca unos asesinos habían tenido un éxito tan grande e inmediato como es el cambiar en pocas horas la decisión de miles de votantes. Si en el resto del mundo este cruel invento funcionara con tanta eficacia como en España, no sé a qué esperan los terroristas para patentarlo.

Así mismo, se ha producido un acontecimiento sorprendente, que ETA ha dejado de ser verdugo pasando a convertirse en víctima, en víctima de la calumnia de los mal pensantes que le han atribuido la masacre madrileña. No cabe duda que esta cuaresma ha producido importantes frutos de conversión en la banda asesina, que tan sólo unas semanas atrás estaba decidida a cometer atentados parecidos en otros trenes de la muerte, en la estación de Chamartín., si no fuera por los continuos éxitos del “Gobierno asesino de Aznar”, con el apoyo de Francia y EEUU, en la lucha contra el terrorismo. Pero ahora ya se ha hecho buena y los malos somos nosotros, que la creemos capaz de tanta crueldad. Sabemos que ha sido muy mala, pero no es posible que lo sea tanto....

Escribo estas líneas como ciudadano de a pie que siente tristeza y vergüenza ajena por todo lo ocurrido, no tanto porque ganara uno u otro partido, sino por el triunfo de los terroristas, da lo mismo que sean unos u otros o todos a la vez

 

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¿Dialogará Zapatero con la Iglesia?

 

A raíz de los últimos resultados electorales, un amigo socialista me dijo en broma: “A partir de ahora ten cuidado con lo que escribes”. A lo que respondí con cierta ironía: “Gracias por la advertencia, ya sé que habrá menos libertad de expresión”. Él intentó rectificar, pero le respondí de nuevo: “No disimules, te ha traicionado el subconsciente”. Es sólo una anécdota. En todo caso no vamos a caer en la tentación de halagar al poder, como algunos están haciendo ahora, ni en el miedo a manifestar nuestras discrepancias, aunque ello pudiera comportar sus riesgos.

En principio, es de agradecer al que será nuevo Presidente del Gobierno su ofrecimiento para gobernar con humildad y con actitud dialogante. Bienvenido sea. Pero ello no nos dispensa de preguntarnos si esta prometida actitud de diálogo servirá sólo para algunos o también para las relaciones con la Iglesia Católica.

La Iglesia no es un club de aficionados ni un grupito de gentes que buscan privilegios, sino el colectivo más numeroso de la sociedad española, mayor que ningún partido político, sindicato o cualquier otra asociación. En ella hay gentes de toda clase y condición, y con las más diversas preferencias políticas; ciertamente no se identifica con ningún partido.

¿Ejercerá el nuevo Presidente de todos los españoles esa disposición al diálogo con este importante colectivo, dejando a un lado sus posibles convicciones particulares en el terreno religioso? Por una parte, tenemos motivos para la confianza, si nos atenemos a sus promesas de concordia; pero tampoco ocultamos nuestras dudas y temores, a juzgar por diversas afirmaciones vertidas por el candidato a Presidente en el período preelectoral.

Zapatero tiene derecho a discrepar de la doctrina de la Iglesia y respetamos que en algunos asuntos pueda no comulgar con ella. Pero el tono despectivo y la ligereza con que ha abordado algunas cuestiones relacionadas con el tema eclesiástico nos parece preocupante. Baste recordar sus juicios en temas puntuales como la familia, las relaciones entre ciencia y ética, la educación en general y la enseñanza de la religión, etc... Ya hemos señalado en su momento que sus palabras nos parecían, cuando menos, poco prudentes para quien aspira a ser un hombre de Estado.

A pesar de todo, no hablemos del pasado, sino del futuro. Olvidemos unos comentarios hechos en un ambiente preelectoral, no exentos de la presión de sectores cargados del más rancio anticlericalismo. Sin duda, el realismo del gobernante deberá llevarle en muchos campos a actuar olvidando algunos planteamientos hechos desde la oposición y a emplear esa cualidad propia de los sabios que es saber rectificar. Esperemos que con prudencia política el presidente Rodríguez evite el enfrentamiento con la Iglesia, que es tanto como decir con una inmensa mayoría de españoles, y acepte con humildad y gratitud tantos elementos  positivos y constructivos que aporta la Iglesia en su servicio a la sociedad española, a favor de una sociedad más justa y solidaria, de una juventud más sana, de un ambiente familiar menos deteriorado, de una inequívoca defensa de la vida humana y de la dignidad de todas las personas...

Me atrevo a sugerir humildemente a mi paisano y ahora presidente José Luis Rodríguez Zapatero que su deseo de mejorar nuestras condiciones de bienestar material no le lleve infravalorar las cuestiones que hacen referencia al sentido de la vida, que no confunda la legítima laicidad del Estado con la obsesión laicista,  beligerante o despectiva contra lo religioso. Detrás de él hay una gran mujer, déjese aconsejar en este terreno por la sensatez de su esposa.

Finalmente, no olvide que la Iglesia es sabia y eterna, mientras que los gobiernos siempre son caducos y pasajeros. No tenga miedo a la sabiduría del Evangelio que tan positivamente ha influido en la humanidad y en Europa en particular. Ni olvide la sabia frase del Quijote: “Amigo Sancho, con la Iglesia hemos topado”. De veras, por su bien, y por el bien de España, no tope inútilmente con Ella. Puede estar completamente seguro que su respeto a la Iglesia le podrá acarrear reproches, pero jamás le quitará votos, sino todo lo contrario.

 

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Dar caña a la Iglesia

 

Estos días son noticia las relaciones de la Iglesia Católica con el Gobierno que, según algunos medios, prepara una “hoja de ruta” contra los “privilegios” de la Iglesia. En realidad ya hace tiempo que nos hemos dado cuenta de que estos gobernantes no miran con simpatía a la Iglesia. Sin embargo, de acuerdo con la Constitución Española, los poderes públicos deberán mantener especiales relaciones de cooperación con la Iglesia Católica. La razón es obvia: sigue habiendo una inmensa mayoría de españoles que son católicos y la misión de la Iglesia es de servicio a la sociedad.

 Veamos. Soy cura de tres pueblos, con unos cinco mil habitantes, en una cuenca minera, que han votado siempre de manera mayoritaria a la izquierda, primero al PCE, después al PSOE. Pero ello no impide que aún sea mayor el número de quienes se consideran católicos. Se bautizan, comulgan, se confirman, van a clase de religión, se casan por la Iglesia o piden exequias cristianas, asisten a los actos de culto, con mayor o menor frecuencia, y, por supuesto, son creyentes la práctica totalidad. La relación con las autoridades locales, de izquierdas, es francamente buena, y su trato a la Iglesia es exquisito, de respeto y gran colaboración. No entiendo por qué a nivel nacional no ha de ocurrir lo mismo.

En efecto, de todos es conocida esa obsesión de acoso a la Iglesia por parte de algunos de nuestros gobernantes actuales, que nos trae a la memoria los peores recuerdos del período anterior a la Guerra Civil. Sin embargo sería injusto achacarlo sin más al Partido Socialista. Me explico. Mentiría si dijera que Felipe González o Alfonso Guerra han sido santos de mi devoción. Pero, viendo lo que ahora se ve, me doy cuenta de que eran personas inteligentes y con un sentido de estado que ahora otros parecen no tener. Alguien vendrá que bueno te hará. Por tanto que no se den por aludidos todos los socialistas, sino solamente aquellos que  pretenden arrinconar a la Iglesia.

De veras que no entiendo el por qué de esta fobia, tal vez odio, a la Iglesia Católica, tanto si entendemos por Iglesia el pueblo como los curas y obispos. Vamos a ver: hoy día, un cura es una persona que desempeña una función al servicio de los demás. Sería falso y absurdo pensar que uno se hace cura por dinero. El sueldo normal de un cura es poco mayor que el de un pensionista de la agraria. Para ser cura se exigen un montón de años de estudio. Ahora, tras hacer bachillerato, hay que hacer una licenciatura de seis años, civilmente reconocida. Quién sea capaz de hacerla es capaz de hacer otra carrera o encontrar otro trabajo mucho mejor remunerado. Todos los compañeros curas que han querido hacer otra carrera u oposición lo han conseguido sin problemas. Se supone que quien llega a cura no es más torpe que otros compañeros de Seminario que lo han dejado y que están muy bien situados. Si además de no ser un chollo económicamente hablando, supone otras muchas renuncias, se entiende que uno se hace cura por servir a los demás.

Para ser cura lo primero que hay que hacer es estudiar un montón de años; en primer lugar varios años de filosofía, para aprender a pensar y razonar, así como un montón de asignaturas que ayudan a tener una formación bastante completa: historia, literatura, idiomas, derecho, psicología, música... además de otros estudios serios, de nivel universitario, que hacen referencia más directa al tema religioso. En casa de un cura hay algo que nunca falta: montones de libros, porque además nos gusta seguir estudiando toda la vida. Aunque sólo sea desde un punto de vista meramente humano, lo que dice la Iglesia merece un respeto. La iglesia, entre otras cosas, es sabia. Ahora que están de moda los comités de sabios, no vendrá mal contar con ella.

Nuestro objetivo no es hablar para contentar a la gente y obtener unos votos. En este sentido tenemos una libertad que ya otros quisieran para sí. Nuestra obsesión es ayudar a los demás, estar presentes allí donde hay un anciano o un enfermo, donde nos necesitan. Somos de hecho verdaderos asistentes sociales. Atendemos a muchas personas que necesitan que alguien les escuche, nos piden consejo sobre los asuntos más dispares. La gente con necesidades materiales, comida, ropa.... las personas con problemas, casi siempre acuden a nosotros, sea para ayudar a salir a los chicos de la droga o para buscar solución al problema de un anciano o un discapacitado... Incluso los organismos oficiales nos piden que les ayudemos a resolver muchos casos. Cuando se cometen atropellos en la vida social y laboral ahí nuestra palabra crítica para denunciar las injusticias. Nos acusan de estar siempre pidiendo. Tienen razón, porque mendigamos en nombre de los más pobres de la tierra. Gran parte de la ayuda internacional al hambre y al subdesarrollo pasa por nuestras manos.

Nos preocupa la cultura, la enseñanza, la educación de niños, jóvenes y mayores, la formación de la conciencia moral para que las personas y la sociedad no vayan al caos. Somos cuidadores de una buena porción del patrimonio artístico, velando por la conservación de los templos. Con mucha frecuencia el sacerdote es animador sociocultural, organiza excursiones, obras de teatro, convivencias, campamentos... Si, además de todo esto, se ayuda a la gente a descubrir el sentido de la vida y a cultivar la fe y la esperanza, el servicio a la sociedad es de incalculable valor.

Hay unos momentos en los que la vida humana corre más serio peligro, me refiero a la vida de los más indefensos: niños, mayores y discapacitados.¿Acaso sólo tienen derecho a vivir los que no tienen defectos ni limitaciones? ¿Es que mete algo en el bolsillo la Iglesia por defender la vida humana desde el comienzo hasta el final? Agradecidos tenían que estar muchos en esta época en la que todo vale a una institución que tiene valor para ir contra corriente, sin importarle ser criticada, para  defender valientemente la vida, sea la del no nacido o la del enfermo o anciano que ya no parece rentable. ¿Por qué llaman carca a la Iglesia, cuando es más progresista la defensa de la vida?

La Iglesia sabe que, independientemente de las creencias de cada uno, la familia es muy importante en la vida de las personas, y tiene todo el derecho a criticar una ley de divorcio que banalice el matrimonio. ¿Por qué no se buscan las causas y remedios ante los problemas familiares, en lugar de dar al matrimonio menos consistencia que a la compra de un televisor, que puedes devolver en el plazo de unos días? ¿Por qué en lugar de regular las uniones homosexuales se les quiere equiparar en plano de igualdad al matrimonio? ¿Acaso no es una manera de devaluar el verdadero matrimonio entre hombre y mujer? ¿Por qué si el ochenta por ciento de los padres piden la clase de religión para sus hijos, de acuerdo con su derecho constitucional, se les quiere privar de ello?

La Iglesia siempre fue perseguida, desde sus mismos comienzos, empezando por su fundador. Pero siempre ha sobrevivido persecuciones, dictaduras, y crisis de todo tipo. Sinceramente, lo que más me preocupa en este momento no es la situación personal de los curas, que con la gracia de Dios podremos con todo, sino el enorme daño que se le hace a la propia sociedad a la que la Iglesia trata de servir desinteresadamente.

 

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Cristianismo y socialismo

 Advertencias a Zapatero

 

 

Un día, hablando del Islam con un compañero de claustro, le dije que El Corán había copiado bastantes cosas de la Biblia, a lo que él me respondió que por qué no al revés. La respuesta es obvia. Es como si dijéramos que Cervantes copió de Camilo José Cela. El Islam surgió en el siglo VII después de Cristo. Algo parecido ocurre con las relaciones entre cristianismo y socialismo. Guste o no guste, hay que decir que cuanto de positivo pueda tener el socialismo en lo referente a la defensa de la igualdad, de la solidaridad o de la libertad, está tomado del cristianismo. No olvidemos que la modernidad ha empezado con Jesucristo.

Dicho esto, deseo citar a continuación algunas frases escritas por un conocido político de izquierdas:

- “Cristianos y socialistas podemos hacer muchas cosas juntos. Nuestra pasión por la igualdad, por la justicia o por la libertad tienen correspondencia con la búsqueda de la solidaridad o del amor al prójimo que está incorporada a las creencias religiosas del cristianismo... Cristianismo  y socialismo no son dos mundos contrapuestos”.

- “El cristianismo es una realidad entremezclada con el partido socialista que no conocemos bien. Es más, a veces la distorsionamos porque la vemos por apariencias que no son reales, por prejuicios heredados o por pretendidos intérpretes de lo que es el colectivo de cristianos y cristianas en España, que no refleja la realidad. En el PSOE hay muchos miles de afiliados que son a la vez cristianos y millones de votantes socialistas que se declaran cristianos”.

- “Se ha mostrado en la práctica aquello que se decía en el congreso del PSOE de 1967: Socialismo y cristianismo, en tanto que religión de amor al prójimo, son absolutamente conciliables”.

- “Es de justicia reconocer el hecho y la calidad del compromiso de tantos cristianos socialistas en el pasado y en el presente del partido”.

- “Lo cristiano socialista forma parte de nuestra entidad. Así hemos de reconocerlo. El cristianismo constituye una de las culturas sociales que apoyan el socialismo en España... Como dice F. Pons, si fuese incompatible el apoyo al socialismo y la condición de católico en España, tendrían que cerrar la mitad de las iglesias o tendría que cerrar el partido socialista”.

- “Sé cómo ha evolucionado la expresión social del cristianismo. Recuerdo especialmente la decisiva contribución de tantos cristianos en la oposición al franquismo y en la transición democrática. Y, mirando hoy a la sociedad, es obvio que ese suelo común de valores de solidaridad y dignidad de la persona tiene en el cristianismo una de las más importantes matrices culturales. Es más, en el trabajo de base que realizamos en barrios, pueblos y ciudades, vemos cómo numerosas asociaciones y movimientos sociales que trabajan por la paz y los derechos humanos, contra la exclusión social y por la solidaridad Norte-Sur, se reclaman de origen e iniciativa religiosa, en particular, cristiana. Es de gran interés para un partido socialista colaborar con este mundo de cristianismo social... El cristianismo es un colectivo pluriforme que necesitamos para conformar esa mayoría social que nos permite gobernar. Es un desafío para nosotros ser interlocutores y referentes del mismo, que nos vean como los mejores aliados para traducir políticamente sus demandas”.

- “Podemos diseccionar estas prácticas éticas respecto de sus motivaciones religiosas. Sin embargo algo me dice que esta no es honrado con la realidad. La expresión social de este mundo no puede ser reducida con planteamientos materialistas o neopositivistas... Reivindicamos y defendemos un Estado aconfesional. Sin embargo la laicidad en este  nuevo contexto no puede convertirse en el argumento para un dogmatismo antirreligioso. La defensa del pluralismo y de la democracia no puede hacerse sobre la indiferencia o el rechazo a la religión. La religión puede ser un complemento valioso de la democracia. Y la democracia es el mejor marco para el ejercicio de las religiones”.

- “La creencia religiosa no es ajena a la esfera pública... En cuanto hecho compartido por una amplia ciudadanía con indudables efectos en la vida cotidiana, en las referencias éticas, incluso en el comportamiento político, es preciso tomar la religión como un asunto público. Un asunto que es preciso examinar desde los valores constitucionales. En este sentido han de apoyarse aquellas formas religiosas que contribuyan a un desarrollo de la ciudadanía democrática y a una sociedad justa”.

- “La relevancia pública del cristianismo, para los socialistas, radica en la capacidad para inculcar en la conciencia humana valores comunes que también han constituido, desde hace siglos, el objetivo de la lucha social de la izquierda”.

Hasta aquí me he limitado a copiar al pie de la letra una serie de frases escritas por un socialista. Perdónenme que aún no haya citado el nombre de su autor. Ello no obsta para que me atreva a recomendarle al Presidente del Gobierno Sr. Rodríguez Zapatero que las tenga en cuenta; que si tan importante es el cristianismo no se niegue al diálogo con él, ni impida que todos los estudiantes tengan la posibilidad de conocerlo en la escuela, ya sea desde una perspectiva confesional, o desde una opción no confesional. Pues es muy grave ignorar algo que en España tiene tanto peso ético y sociológico.

Finalmente quiero dar las gracias al autor de las frases que acabo de citar. No vendría mal que otros muchos socialistas, entre otros los que tanto atacan a la Iglesia o a la asignatura de religión, las tuvieran en cuenta. Si desean saber el nombre del referido autor les diré que es un tal José Luis Rodríguez Zapatero, en las páginas 11 a 15 de un libro escrito en el año 2001 bajo el título: “Tender puentes. PSOE y Mundo Cristiano”. De nuevo recomendamos al nuevo Presidente socialista que lea y lleve a la práctica lo escrito por Zapatero.

 

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Constitución, Monarquía e Iglesia

 

Obran en mi poder dos preciosos libros, rescatados en casa de mi abuelo, editados en 1932 y 1933: “El niño republicano” y “Lecturas de oro”, que es una edición escolar de la Constitución de la Segunda República (1931). No me extraña que tanto en esa casa como en otras del pueblo hubiera tantas simpatías republicanas, aunque mi abuelo (casualmente apodado el Rey) no llegara a hacer lo que el tío Miguel, que en las mullidas de las vacas puso como iniciales las letras V R, que para nada se correspondían con las suyas propias, sino que significaban “Viva la República”. No obstante, mi abuelo se jugó el tipo, ocultando y alimentando en el pajar, en plena guerra, a algún rojo perseguido.

Con más o menos razón, en los últimos siglos muchos españoles han achacado los males de España a los abusos o negligente actuación de los reyes. Ello provocó la aparición de la Primera República, la cual, a pesar de las buenas intenciones de muchos republicanos, fue un rotundo fracaso que culminó con el golpe de Estado del General Pavía, el cual entró en las Cortes,  siendo un claro precursor de Don Antonio Tejero. A continuación se restauró la monarquía.

Pero ni con república ni con monarquía parecía posible evitar el deterioro y división de la sociedad española. Incluso en la primera guerra mundial (1914) España estaba dividida, sin participar ella, unos con el bando aliado y otros con el germano. No es tampoco casual el hecho de que en torno a esta época fueran asesinados varios presidentes del Gobierno (Canalejas, Cánovas, Eduardo Dato), claro síntoma de inestabilidad.

Bien entrado el siglo XX, de nuevo se trató de poner remedio a los males de España, agravados con la miseria y el terrorismo, con la solución militar, implantándose (quién lo diría, desde la sensata Cataluña) la Dictadura de Primo de Rivera. Nadie parece dudar que desde el punto de vista de las obras públicas y del florecimiento cultural, fue ese paréntesis una época gloriosa en la historia de España; y la figura del General golpista no trae malos recuerdos. Pero, inevitablemente, la falta de democracia generó corrupción y abusos. De nuevo surgió el malestar y no sólo hubo de terminar la dictadura sino que con ella se fue la monarquía. Aunque se pensaba restablecer la Constitución de 1876, ya no fue posible.

Muchos españoles pusieron, entonces, las esperanzas en la solución republicana. El triunfo de la izquierda (sólo en las ciudades) en unas elecciones municipales hace que el 14 de abril de 1931 España se acueste monárquica y amanezca republicana. Mas pronto las esperanzas se desvanecieron, y muchos de los que acogieron con entusiasmo el movimiento republicano comenzaron a sentirse defraudados. Una fecha de muy triste memoria fue el 11 de mayo de 1931, día en que comenzaron a arder en Madrid cientos de Iglesias y conventos, ante la pasividad de los gobernantes. Esta vorágine anticlerical se extendería por toda España, con el lamentable balance de veinte mil iglesias y conventos quemados y más de seis mil curas y religiosos asesinados. En la zona de Fabero, por poner un ejemplo, desde Guímara a Sancedo, no quedó prácticamente ninguna Iglesia en pie y los sacerdotes vivieron meses de verdadera angustia. Ciertamente no hay ninguna razón que justifique semejante atrocidad, por muchos que fueran los fallos de la Iglesia. Concedamos que la Iglesia hubiera tenido mucho poder y riqueza, que fuera conservadora o estuviera de parte del poder monárquico. Pero ello no justifica semejantes atrocidades. Y menos en un régimen democrático. Por todo esto, mis familiares, republicanos, sí, pero civilizados y creyentes, y otros muchos españoles desencantados comenzaron a desconfiar de la República. Creo, sinceramente, que la Constitución de 1931, en sus artículos 26 y 27, manifiesta con claridad meridiana su talante antieclesial, favoreciendo muy poco la concordia pacífica entre españoles, una gran mayoría católicos.

No es de extrañar que ante el insostenible deterioro de la situación surgiera de nuevo un levantamiento militar y que la Iglesia, tan duramente acosada, viera en él un rayo de luz y de esperanza para ella y para España. Desgraciadamente ello degeneró en una guerra civil en cuya crueldad participaron no solamente dirigentes militares y políticos, sino también el odio, la venganza y la envidia fratricida de muchos españoles. La propia Iglesia fue consciente de que era preciso restablecer en España la normalidad democrática y desempeñó un importantísimo papel en la transición. El Régimen de Franco, apoyado en un principio por el natural instinto de supervivencia de la Iglesia, terminó resultando inaceptable. Recuerden la dolorida queja de Carrero Blanco sobre la “ingratitud” de la Iglesia, o la cárcel de Zamora que estaba llena de curas, o el discurso de Tarancón al nuevo Rey en la Iglesia de los Jerónimos, o las reuniones clandestinas de sindicalistas y opositores al Régimen en locales eclesiásticos. La doctrina del Vaticano II jugó un papel decisivo.

Ciertamente también la Monarquía, restaurada, o más bien instaurada por el propio Franco, ha sido otra pieza fundamental en el  cambio a la democracia. Un momento muy importante ha sido la nueva Constitución de 1978, nacida del consenso y que sentó las bases de la convivencia entre los españoles, no complaciendo plenamente a nadie para que así pueda servir para todos. Pero hete aquí que hubo un momento en que en el Parlamento parecían revivirse los fantasmas del pasado, llegando ser Congreso de los Diputados, en palabras de  Carrillo, “una jaula de grillos”. El misterioso intento de golpe de estado del 23 F, de dos  generales “monárquicos”, afortunadamente no acabó con la democracia. Pero sostienen muchos que le hizo un gran favor, poniendo un poco más de orden y respeto en medio del caos parlamentario. Como quiera que sea, nadie parece dudar que la Monarquía puso a salvo la democracia. El breve espacio de éste artículo no nos permite profundizar en el tema. Pero, partiendo de las enseñanzas de la Historia, debemos mimar la Constitución de 1978 y no romper el consenso que permitió su nacimiento y posterior convivencia pacífica durante un cuarto de siglo. Parece que en España los movimientos antimonárquicos, anticlericales, o separatistas no han dado buenos resultados.

El  artículo 16 de la actual Constitución Española (de 1978), con muy pocas palabras, en bastante menos espacio que el que la Constitución de 1931 dedica a la Iglesia, sienta las bases para una armónica relación entre la Iglesia y el Estado: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. Cualquier gobernante que se precie de sensato y prudente, sea del partido, que sea, por su bien y por el de España, en este terreno,  deberá mantener la letra y el espíritu de la actual Constitución Española, sin resucitar ideas de otras épocas, que “huelan a naftalina”.

 

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Barra libre. La Iglesia invita

 

Bajo el título “Barra libre para la Iglesia Católica” aparecía recientemente un artículo en esta misma sección, abogando por la eliminación de la religión en la escuela para evitar que la Iglesia transmita “sus ideas discriminatorias a todo el alumnado”. No vamos a escribir ahora sobre el tema de la enseñanza religiosa escolar por haberlo hecho ya en varias ocasiones. Tan sólo un breve comentario: esos alumnos, a quienes quiere mantenerse en la ignorancia religiosa, la mayoría están bautizados, han hecho la primera comunión, se confirman, se casan por la Iglesia, son enterrados ellos y sus familiares por el rito católico, disfrutan de las fiestas cristianas, y viven en una sociedad mayoritariamente católica. Algo deberán estudiar, aunque sólo sea para saber de qué va la religión y poder criticarla con fundamento.

Hecha esta salvedad, quisiera referirme al tema de presunta actitud discriminatoria de la Iglesia. Me parece que el autor del artículo ha hecho un juicio de valor injusto. Más que con teorías prefiero responderle con hechos concretos. Y, para no divagar, me ceñiré a la porción concreta de la Iglesia que tengo más cerca y conozco mejor, a la Diócesis de Astorga. Si nos fijáramos en la de León o en cualquier otra se podría decir otro tanto. Creo, sinceramente, que si de algo se ha preocupado siempre la Iglesia es de luchar contra todo tipo de discriminación y marginación. He aquí algunos ejemplos:

- Además de su ingente labor educativa en los seminarios, por donde han pasado miles de niños y adolescentes, se preocupó siempre de la creación de centros de enseñanza para que pudieran estudiar el mayor número posible de jóvenes. El Instituto Obispo Mérida de Astorga debe su nombre al prelado asturicense que consiguió su creación y puesta en marcha. Otros obispos posteriores se encargaron de crear colegios en todos los rincones de la Diócesis: Colegio Juan XXIII de Puebla de Sanabria, Colegio Pablo VI de La Rúa, San Andrés de Vega de Espinareda, San Ignacio de Ponferrada o San José de la Bañeza. Miles de chicos y chicas han tenido gracias a ellos la oportunidad de salir adelante en la vida. A esto habría que añadir otros muchos colegios de religiosos o religiosas.

- Cuando la atención a los ancianos no era un negocio, ya estaban las Hermanas de los Ancianos Desamparados cuidando de los más pobres en el Asilo de Astorga, y el Obispado fue pionero en la creación de residencias para ancianos, sin preguntarles nunca por sus ingresos: Residencia San Juan Bautista en Astorga, Hogar Setenta en Ponferrada, Valdegodos en la Zona de Galicia, Villardeciervos en la de Zamora, otro tanto en Villafranca, La Bañeza, etc...

- Fijémonos en otro colectivo propenso a la discriminación, como es el de los  discapacitados o deficientes psíquicos (antes llamados subnormales). Aun hoy sigue siendo modélico y ejemplar el Colegio Santa María Madre de la Iglesia de Astorga, que ahora regenta la Diputación, pero que fue pensado y creado por la Diócesis. Otro tanto ocurre con el de San Juan Bautista en Veguellina.

- Pasemos al tema de mujeres en situación difícil. Sin duda es pionero y ejemplar el trabajo realizado por la Casa de Acogida Nuestra Señora de Fátima, en Fabero, por la que han pasado muchos cientos de mujeres y niños.

- Vayamos a otro mundo tan marginal como el de la droga. Ahí está Proyecto Hombre, nacido y gestionado en la Iglesia. Su presidente es el Obispo, su director un sacerdote. Todos sabemos que Proyecto Hombre es una de las instituciones más serias y eficaces para ayudar a los drogadictos, alcohólicos o ludópatas. ¿Acaso podrá alguien seguir pensando que la Iglesia discrimina a aquellos que la sociedad sí margina y discrimina? Que se den un paseo por los Centros de Santibáñez del Toral o de Fuentesnuevas.

Aun nos quedan más grupos propensos a la marginación y discriminación: los enfermos, los minusválidos, los inmigrantes. Veamos.

- Antes de que la sociedad civil se preocupara de los enfermos, ya la Iglesia estaba comprometida en aliviar sus sufrimientos y al lado de las catedrales, además de una escuela, estaba siempre un hospital. En efecto, los de León, saben que al lado de la Catedral estaba y está el Hospital de la Regla. En Astorga, adosado el primer templo diocesano,  está el Hospital de San Juan Bautista. Y en Ponferrada ya hace cinco siglos que la parroquia de la Encina tenía y sigue teniendo el Hospital de la Reina, por poner algunos ejemplos.

- Pero, ¿qué sucede con los minusválidos crónicos y sin medios para defenderse solos? Ahí está en Astorga el Centro de las Cinco Llagas, todo un modelo y ejemplo del cariño de la Iglesia por este colectivo, no solo por sus cuarenta residentes, sino también por otro grupo bastante más numeroso y que es objeto de especial solicitud de la Fraternidad Católica de Enfermos.

- ¿Y qué decir de los inmigrantes? Pasen por Cáritas de Ponferrada y vean la ejemplar labor que se está realizando con ellos, ayudándoles a arreglar los papeles, a encontrar trabajo y dándoles todo tipo de ayuda. Recientemente se han abierto varias delegaciones de Cáritas para inmigrantes en Cacabelos, Bembibre, Toreno...

- ¿Qué sería de muchos transeúntes si no fueran los Albergues de Astorga, Ponferrada, Fabero...?

Hemos nombrado varias veces Cáritas. Nadie duda de su gran labor social, que daría para llenar muchas páginas. Es el último recurso que nunca falla y al que acuden los que se encuentran en situaciones límite, casi desesperadas.

Pero la preocupación social de la Iglesia no se ciñe al ámbito de lo cercano y local, sino que va mucho más allá de las fronteras diocesanas. La Diócesis de Astorga, como todas las de España, a través Manos Unidas financia cada año varios proyectos de desarrollo en países del Tercer Mundo. Así mismo, a través de la Delegación de Misiones y de Cáritas encauza numerosas ayudas a países pobres. Y, sobre todo, tiene una importante representación de cuatrocientos misioneros repartidos por toda la geografía mundial, seriamente comprometidos en el trabajo por los más pobres y marginados de la tierra.

No crean que se agota todo aquí, en este breve resumen, que no es más que la punta del iceberg. Habría para escribir varios libros. Tan sólo hemos ofrecido este pequeño botón de muestra para que se vea que no se puede juzgar a la ligera. No hagamos como aquel señor que, cuando el cura del pueblo consiguió la traída del agua para sus parroquianos, se negó a poner el agua corriente en su casa diciendo que él no quería cosas de curas. Es preciso informarse y despojarse de viejos prejuicios nacidos de un anticlericalismo trasnochado. El problema no es que se imparta religión en las escuelas, sino más bien la pérdida del sentido trascendente de la vida. La religión no es un estorbo, sino una ayuda. Pero a algunos les cuesta dar el brazo a torcer y no quieren entenderlo. Hoy simplemente hemos querido invitarles a que reflexionen y vean que la Iglesia no es tan mala como ellos creen.

 

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Enseñar el Islam

 

 

Parece ser que el actual gobierno tiene intención de que los musulmanes puedan impartir en los centros de enseñanza la clase de Islam. Creo que están en su derecho, dado que la Constitución Española los ampara. Quizá lo que más llama la atención es que hablan de tomar esta medida los mismos que desearían sacar de la escuela la enseñanza de la religión católica. Obviamente, son mayoría los españoles que piden clase de religión católica. No obstante, siguiendo con la Carta Magna, ambas religiones están en su derecho a ser impartidas en la escuela, y en ese sentido no hay nada que objetar.

En todo caso, hay que reconocer que, mientras en los países de mayoría musulmana los cristianos tienen muy limitados sus derechos, la Iglesia Católica defiende con toda nitidez la libertad religiosa para todos. El solemne documento del Concilio Vaticano II, sobre la libertad religiosa no deja lugar a dudas: a nadie se le puede imponer una religión y a nadie se le puede impedir practicar la religión que desee, siempre que respete los derechos ajenos.

Dicho esto, es preciso señalar, y así lo manifiesta el mencionado Concilio en los documentos dedicados al ecumenismo y a las religiones no cristianas, que todas las religiones tienen muchos puntos en común: creen en la existencia de un ser superior, en la vida más allá de la muerte, en la oración, en el cumplimiento de unas normas morales, etc...

Ciertamente el parecido del Islam con el Cristianismo es enorme. Pero imagino que nadie medianamente formado dudará quién ha copiado del otro. En cierta ocasión un hombre de carrera a quien le dije que el Islam había copiado del cristianismo me decía que por qué no al revés. La razón es obvia: porque el Islam surgió seis siglos más tarde que el cristianismo.

El hecho de que haya que respetar todas las creencias no quiere decir que todas las religiones sean iguales. Ocurre como con las ideas de cada persona: todas son respetables, pero no todas son igualmente acertadas. Sin duda el estudio de la religión es necesario para aclarar posibles dudas. Espero que estas líneas aporten un poco de luz.

La religión ha existido siempre, desde los tiempos primitivos, puesto que el hombre ha tenido necesidad de buscar respuesta a sus grandes preguntas: qué somos, de dónde venimos, a dónde vamos... Poco a poco fue evolucionando y así aparecieron las grandes religiones de la antigüedad: persa, egipcia, griega, romana, hindú, budista.... Todas ellas han sido fruto de esa constante pregunta que el hombre se ha hecho por el sentido de la vida. La mayoría de estas religiones ya han desaparecido, pero han servido de preparación al gran momento en que Dios decide intervenir, hace casi cuatro mil años, revelándose como el Dios único a un pueblo pobre e insignificante, al pueblo de Israel. Ciertamente en la historia y vida de este pueblo hay cosas que dejan mucho que desear. Pero no podemos juzgarlas desde nuestra mentalidad actual. Afortunadamente la primera parte de la Biblia, el Antiguo Testamento, nos muestra cómo este pueblo va evolucionando y madurando hasta conseguir una religiosidad muy auténtica, centrada no sólo en la fe en el único Dios, sino en el amor y en la justicia social.

Pero el momento culminante llega con Jesucristo, que no viene a destruir lo anterior, pero sí a perfeccionarlo. No creo que nadie pueda, aun desde un punto de vista meramente humano, objetar nada contra la persona y doctrina de Jesús. Nadie como él  ha amado a la humanidad, a la naturaleza, a Dios Padre. Nunca trató de imponerse a  nadie, ni nadie ha respetado como él la libertad de las personas... Se nos podrá criticar un montón de cosas a los cristianos, a la propia comunidad de seguidores de Jesús, que es la Iglesia; pero la mayor crítica que se nos puede hacer es, precisamente, que no seguimos el ejemplo ni las enseñanzas de Jesús.

Pasemos al Islam. Allá por el siglo VII después de Cristo, un hombre llamado Mahoma, que al principio era politeísta, descubrió en uno de sus viajes la religión del Único Dios, la judía y cristiana. Ello le llevó a escribir El Corán, un libro sobre el Único Dios, en árabe Alá, totalmente lleno de citas de la Biblia. No es, por lo tanto, un libro con ideas originales. Ciertamente muchas de sus ideas son plenamente aceptables para un cristiano: la creencia en un único Dios, en la resurrección de los muertos y en la vida futura, los preceptos de la oración y de la limosna... Sin embargo a los cristianos nos consideran como infieles por creer que Jesucristo es Dios.

Aceptemos que nos llamen así. No pasa nada, con tal de que se nos respete. Lo grave ha sido que interpretando el mandato de Mahoma de hacer la Guerra Santa contra los infieles fueron barriendo el cristianismo de gran parte de la geografía: Tierra Santa, Norte de África, gran parte de la Europa Mediterránea y Asia Menor, llegando a invadir España. Ello llevó a la Iglesia a meterse en aventuras tan penosas como las Cruzadas.

Así como lo peor que se puede decir de un cristiano es que no siga el Evangelio, quizá lo más preocupante es que un musulmán siga el Corán al pie de la letra, como sería preocupante que un cristiano siguiera algunas leyes del Antiguo Testamento, que han quedado desfasadas (pena de muerte, castigos como la mutilación, trato a la mujer...)

No cabe duda que los musulmanes, y muy especialmente en España, han aportado una enorme riqueza desde el punto de vista cultural y científico. Lo malo es que después no se ha evolucionado o, lo que es peor, como ha escrito un erudito musulmán, en muchas partes se ha impuesto el “integrismo musulmán” que perjudica al Islam y a los verdaderos musulmanes.

Decía Jean François Revel hace casi treinta años, en plena guerra fría, que Europa miraba mucho el peligro comunista, pero que en realidad había que mirar más hacia el Islam. Ha sido buen profeta. Ya sabemos que no todos los musulmanes son iguales y que hay distintas tendencias. En todo caso sería cuando menos imprudente ignorar la espléndida herencia cristiana que tanto bien ha hecho a la humanidad en general y a Europa en particular, y olvidar los riesgos de favorecer no tanto el Islam, que es muy respetable, cuanto el peligrosísimo integrismo islámico.

 

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Sindicato de Estudiantes

 

 

Más de una vez hemos oído decir, a la hora de manifestar que una cosa tiene éxito, que dura menos que un caramelo a la puerta de un colegio”. Pues bien, aun hay algo capaz de suscitar, mucho más que los caramelos, el interés de los alumnos a las puertas de un centro escolar: un cartelito, por pequeño que sea, que anuncie la convocatoria de huelga de estudiantes. Lo de menos es quién la convoca y para qué. Lo importante es saber que surge una buena disculpa para no asistir a clase, con lo que se agradece un día de descanso. En plan egoísta, los profesores deberíamos alegrarnos también de estas jornadas reivindicativas por brindarnos la oportunidad de relajarnos un poco del estrés cotidiano que supone impartir clases. No sé lo que pensarán los padres al respecto, pero, a juzgar por lo que conozco y el éxito de estas convocatorias, parece que una gran mayoría están de acuerdo con sus pobres pupilos, como si fueran víctimas oprimidas por el sistema educativo. No piensan lo mismo algunos otros progenitores, que no consienten que sus hijos secunden las huelgas y pierdan horas de clase.

Cuando aparecieron los sindicatos, nacieron con la noble finalidad de defender a los obreros de los abusos a que se veían sometidos: bajos salarios, condiciones deprimentes de trabajo y otra serie de injusticias. Con el tiempo surgieron también los sindicatos de estudiantes, como organizaciones para defender los derechos de los alumnos. En efecto, los alumnos pueden reclamar centros e instalaciones dignas, pueden pedir que los profesores expliquen bien y sean justos a la hora de calificar, y todo aquello que contribuya a que la enseñanza sea de calidad, que todo el mundo tenga acceso a la misma, etc... Hasta aquí todo parece normal, sobre todo si el defender los derechos no lleva consigo olvidar que también existen unos deberes.

Pero la cosa cambia cuando se entremezclan otros intereses ajenos a la vida estudiantil. El primero de ellos sería la supervivencia del propio Sindicato, necesita hacer algo, demostrar que existe. En este sentido el éxito lo tiene asegurado, no necesita dar muchas explicaciones, con nombrar la palabra “huelga”, con mandar un panfleto, le harán caso sin necesidad de leerlo. No les preguntéis a los alumnos, ni siquiera a los “delegados sindicales” quiénes son sus jefes ni si son o han sido buenos estudiantes, ni si tienen algo que ver o  no con el “Cojo Manteca”, aquel que iba rompiendo semáforos y farolas en las huelgas estudiantiles de la pasada década. Por supuesto, los alumnos huelguistas nunca han tenido oportunidad de elegir o escoger a quienes desde Madrid dicen ser los legítimos representantes de todos los estudiantes de España.

El segundo objetivo es la lucha política. No hace falta más que entrar en su página web para ver qué ideologías están detrás, o leer el último panfleto de convocatoria de huelga, todo un alegato contra el PP. Pero quizá el logro más importante es producir el desconcierto y fomentar la confusión. Veamos una pequeña muestra. El día siguiente a las elecciones del 14 M, una alumna escribió en la pizarra de su clase: “por fin podrán estudiar los hijos de los obreros”. Y es que están logrando convencer a muchos alumnos de que la Ley de Calidad de la Enseñanza sólo permite estudiar a los hijos de los ricos. Nada más ajeno a la realidad. Hoy día el fracaso escolar no se debe a causas económicas, sino a la falta de interés y de esfuerzo de los alumnos y, a veces, a la complicidad de los padres.

Así mismo otra falacia enorme es la de echar las culpas del fracaso de la enseñanza pública a la existencia de centros públicos concertados, lo que llamaríamos la privada. ¿Es que influye negativamente en la marcha del Instituto Gil y Carrasco o Álvaro de Mendaña de Ponferrada la existencia del Colegio San Ignacio o el de las Concepcionistas? A unos y otros centros van chicos y chicas exactamente iguales, de manera gratuita, y unos y otros centros son sufragados con los impuestos de los padres de los alumnos, que tienen derecho a elegir libremente la educación de sus hijos. Si en unos hay más disciplina o menos que en otros no es cuestión de dinero, sino de cómo se gestione la marcha del centro. La solución no está en hundir a los que funcionan bien, sino en exigir a unos y otros que cumplan con la legalidad.

Recuerdo la saña con que algunos abogaban por el cierre del Colegio Diocesano San Andrés de Vega de Espinareda que tanto servicio, prestigio y ganancias dio a la villa. Después de su cierre muchos se manifestaban porque tenían que venir a Fabero a estudiar la ESO y algunos se dieron cuenta, tarde ya, de lo que habían perdido.

Trabajo en un Instituto que parece casi un chalet, rodeado de hermosos jardines y pistas de deporte, acogedor, con sus correspondientes aulas de informática, bibliotecas, laboratorios, clases muy dignas y unos profesores competentes. Cierto que siempre es mejorable, pero aunque se invirtieran cientos de millones, como no haya disciplina, ganas de estudiar, respeto, seriedad académica... de poco serviría llenar las clases de ordenadores y con la mejor biblioteca del mundo, todo esto no valdría para nada.

Entre los frutos inmediatos del Sindicato de Estudiantes está el descontrolar la marcha del curso. Un jueves sí y otro también, a lo largo de estos últimos años hemos visto de qué manera, con las huelgas, se rompe el ritmo escolar, con los consiguientes trastornos y efectos negativos para los alumnos.

A veces, créanme, llego a dudar si en el fondo no habrá poderes ocultos interesados en que los alumnos no adquieran una formación que les capacite para pensar y educarse en valores, de modo que así sean más manipulables. En este sentido comprendo el deseo que algunos tienen de eliminar la clase de religión, porque, entre otras cosas, ayuda a pensar y a ser más libres y críticos. No me extraña que el Sindicato y otras instancias estén tan interesados en su desaparición.

De cara al próximo curso nos encontramos con un panorama incierto. Estaba previsto que comenzara a aplicarse la Ley de Calidad de la Enseñanza, aprobada para corregir los enormes fracasos de la LOGSE. Los nuevos gobernantes y algunas comunidades autónomas parece que no están dispuestos a ello. ¿Quién saldrá beneficiado de este incumplimiento? Sinceramente, creemos que cualquiera menos los estudiantes. Eso sí, su Sindicato puede estar orgulloso de que finalmente triunfen sus tesis.

Finalmente sugiero a todos aquellos que, siguiendo las directrices del Sindicato de Estudiantes desean una enseñanza mejor, para evitar efectos secundarios negativos, convoquen huelgas a la japonesa, es decir, en lugar de faltar a clase, vengan más horas al centro y estudien el doble. Si esto funciona, es que quizá tengan razón.

 

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Terremotos familiares

 

Si, hasta hace no mucho tiempo, raro era el mes en que no se producía en España algún atentado terrorista, ahora rara es la semana en que no se produce algún crimen familiar o, como en el día de hoy, nada menos que cuatro. Por otra parte, nos basta con echar una mirada al entorno familiar o parroquial para constatar cómo se cumple la estadística de que cada cuatro minutos se rompe un  matrimonio en España. Así mismo, en el trato diario con alumnos niños, adolescentes y jóvenes, tenemos ocasión de comprobar la desastrosa influencia que sobre muchos chicos tiene la situación de deterioro de sus familias.

No es, pues, de extrañar que la solicitud pastoral de los Obispos les haya llevado a afrontar este gravísimo problema social, dando lugar a la reciente publicación del Directorio de Pastoral Familiar. No sé cuantas personas habrán leído íntegramente sus doscientas cincuenta páginas, todo un libro, me imagino que muy pocas. E incluso me temo que muchos de los que lo han comentado públicamente no se hayan detenido a leerlo. Otros se habrán quedado, como casi siempre, con las frases más discutibles o polémicas o, simplemente, con los titulares más sensacionalistas que algunos medios han hecho de él. En un documento tan amplio y complejo, elaborado por tantas personas, no sería imposible encontrar alguna expresión poco feliz, si bien  creemos que en este caso los detractores del mismo han sacado las cosas de contexto. Es una pena que ello conduzca a la descalificación global, porque, dejando a un lado esos supuestos puntos “discutibles”, se trata de un análisis muy valioso, certero y sincero de la situación familiar actual. Hay que estar muy ciegos para no ver que dicha situación es en muchos casos realmente preocupante y desastrosa. Podría poner ejemplos muy cercanos, casi dramáticos, pero no es el lugar para hacerlo.

Algo sabemos de malos tratos a mujeres. Hace aproximadamente quince años sugerimos a una comunidad religiosa de nuestra parroquia que se vio obligada a cerrar su colegio de enseñanza, que lo reconvirtiera, dedicándolo a mujeres maltratadas o con problemas. Nuestro “temor” era la falta de personas que necesitaran este tipo de ayuda. Decidimos enviar varias cartas a ayuntamientos y diputaciones, ofreciéndoles este servicio. La Diócesis de Astorga también se implicó en ayudar a salir adelante el proyecto. Poco a poco comenzaron a venir mujeres y niños de todas partes y hoy ya resulta difícil recordar los nombres de todas las personas que han pasado y siguen pasando por esta Casa de Acogida, porque se trata de muchos cientos, pasa del millar. Pero nos queda la satisfacción de saber que la Iglesia ha sido pionera en éste como en otros muchos campos, ayudando a solucionar muchos problemas de tipo social (ancianos, drogadictos, enfermos de sida, transeúntes...  ).

Entre las causas que generan estas situaciones de violencia doméstica, a juzgar por lo que hemos ido conociendo en estos años, hemos llegado a la conclusión de que juega un papel muy importante el alcoholismo, la drogadicción y la ludopatía. Si miramos ahora el ambiente en que transcurre el fin de semana de muchos de nuestros jóvenes, no será difícil adivinar el futuro. Pero, evidentemente, también se dan otras causas, como es la inmadurez con que muchos se acercan al matrimonio, la falta de valores, la influencia perniciosa de los medios de comunicación, patologías como los celos, o el no ser capaz de asumir que tu pareja te abandone, etc...

Generalmente, al hablar de violencia doméstica, tendemos a culpabilizar siempre al varón o a referirnos solamente a la violencia física. También existe la violencia psicológica, que no es patrimonio exclusivo de ningún género. Hemos visto a más de un hombre bueno y trabajador llorar, hundido por los malos tratos psicológicos que le ha propiciado su compañera, llevándoles en algunos casos al suicidio. La psicología diferencial subraya que mientras el hombre es más fuerte físicamente, suele ser más débil psicológicamente. La existencia de mujeres maltratadas no debería hacernos olvidar que también hay hombres maltratados. En todo caso, que quede claro, nada de esto justifica ningún tipo de violencia.

Entre las frases más discutidas del documento episcopal, las únicas con las que se ha quedado la mayoría de la gente, están las referidas “revolución sexual” y al “lobby homosexual”. Creo que es preciso no sacarlas de contexto y no tomarlas  por donde más queman.

No cabe duda que la llamada revolución sexual puede tener componentes muy positivos, en la medida en que puede enlazar con la más positiva y genuina visión bíblica de la sexualidad, creada por Dios para el bien de la persona y de la especie, a veces desvirtuada por ideologías ajenas al cristianismo, como ciertas corrientes gnósticas. Nadie puede negar la importancia de reconocer la igualdad de derechos del hombre y la mujer, la mayor valoración del cuerpo o la dimensión lúdica, relacional y humanizante de la sexualidad. Pero no seamos tan ingenuos como para pensar que el pansexualismo dominante o la banalización  de la sexualidad no tiene sombras. Aunque se le llama a Alfred Kinsey el “padre de la revolución sexual”, no cabe duda que Siegmund Freud ha sido un importante precursor. Sin negar las aportaciones positivas de uno y de otro, no se puede aceptar ciega y dogmáticamente todo lo que han dicho. De hecho, muchos que en su día acogieron de manera entusiasta las teorías kinseyanas hoy están de vuelta, al ver algunas de sus patéticas consecuencias. Con razón dicen los Obispos que “la sociedad, cada vez más farisaica en este punto, ha querido ocultar la multitud de dramas personales que se han producido” por la extensión de algunas ideas de la revolución sexual. ¿Acaso no es verdad esto? ¿No es mejor intentar hacer frente a los problemas, ahondando en sus raíces que torcer la mirada hacia otra parte? ¿Acaso no han sido valientes los Obispos llamando a las cosas por su nombre?

Respecto al llamado “lobby gay” y su fuerte presión mediática, nadie pondrá en duda que se trata un hecho objetivo, fácil de constatar en los últimos tiempos. Es curioso que muchos de los que han dejado de creer en el matrimonio entre hombre y mujer, ahora tienen una fe muy especial en el matrimonio entre personas del mismo sexo. No los juzgo. Simplemente confieso que en este terreno, me considero muy tradicional y anticuado.

Finalmente, Señor Zapalana, respeto su discrepancia con los Obispos en este terreno, pero, ¿realmente ha tenido tiempo de leer todo el documento?. Amigo José Luis, ¿crees que tus comentarios al documento de la Conferencia Episcopal Española son propios de la prudencia y diplomacia de un aspirante a Presidente del Gobierno Español?

 

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¿Sexo y marihuana como alternativa a la religión?

 

La enseñanza de la religión está de moda. Somos muchos los que hemos escrito en esta misma sección sobre el tema, unos defendiendo su legitimidad, otros abogando por su desaparición. De lo último da fe el reciente escrito titulado “El hecho religioso y la escuela laica”, del 14-4-04, que no tiene desperdicio, firmado por Don Felix Barajas. Así mismo, todo el mundo sabe que una de las prioridades del nuevo gobierno socialista es que no se ponga en marcha la Ley de Calidad de la Enseñanza en lo referente a que todos los alumnos, independientemente de sus creencias, tengan un mínimo de conocimientos sobre un tema tan presente en la historia de la humanidad y en el mundo actual como es el hecho religioso. Nunca he entendido esta obsesión por que exista ignorancia en temas de tanta trascendencia. Más aún, los enemigos de la enseñanza religiosa escolar deberían sentirse satisfechos, pues la opción no confesional de la religión podría ser impartida incluso por un ateo o anticlerical.

Parece ser que el autor del mencionado artículo está marcado por alguna experiencia desagradable en sus tiempos de estudiante. Al menos eso se desprende de sus palabras: “nuestros padres denunciaban los abusos sexuales a que éramos sometidos por algunos religiosos”. Ciertamente todo abuso es reprobable, pero de ahí no se puede deducir que la religión no sea importante. Es como si dijéramos que hay que eliminar la Guardia Civil o la Policía porque algunos de sus miembros hayan cometido abusos.

Dicho esto, quisiera comentar algunas de las afirmaciones del referido escrito del Sr. Barajas:

Empiezo casi por el final. Dice Don Felix que “se tilda a nuestros jóvenes de escépticos, de frívolos y de vacíos porque se han alejado de las religiones «oficiales». Ellos tienen su fe. Su religión es universal. Sus grandes catedrales son los espacios abiertos, o los estadiums, o las macrodiscotecas. Sus dioses son sus ídolos del rock, o del deporte. Su incienso es el hachís, la marihuana, el alcohol... Su liturgia la danza y el sexo sin límites. Sólo se es joven una vez... Sin imposiciones. Sin dogmas. En una continua explosión de ilimitada libertad”.

No sabe cuánto le agradezco su sinceridad. Este párrafo es muy elocuente. Creo que Usted es profesor. ¿Por qué no lo propone al Consejo Escolar y al Claustro de Profesores para que lo incorporen al Ideario de su Centro? Tal vez podría finalmente respetarse la alternativa a la religión católica, explicando esta nueva religión de la que Usted nos habla. Algunos temas ya nos los ha señalado en su escrito: cómo fumar porros o ponerse una raya, cómo emborracharse, cómo hacer cada uno lo que le de la gana, cómo vivir una sexualidad desenfrenada... y por supuesto cómo evitar algo tan anticuado y retrógrado como la religión cristiana. Y no crea que le hablo con ironía, pues éste es el camino por el que van  muchos jóvenes cuando no se les da otro tipo de valores trascendentes. Como libro de texto se podrá poner la “Historia criminal de cristianismo”, que cita en su escrito. No sean tontos, aprovechen la alternativa para explicar estas cosas.

El caso es que en su artículo aparecen citas bíblicas del Éxodo y del Deuteronomio así como algunas afirmaciones relativas a la disciplina eclesiástica y a la historia de la Iglesia. Aunque son datos sacados de contexto y no suficientemente asimilados, al menos indican que el Señor Barajas en su día estudió algo de religión y gracias a ello puede escribir y hacer comentarios sobre el tema. Pero muchos de nuestros jóvenes, a este paso, ya no podrán abrir la boca para criticar algo que desconocen.

 Quisiera comentar otra frase: Si lo que realmente deseamos para nuestros alumnos es una educación progresista, acorde con los tiempos, en un contexto laico y aconfesional como el nuestro, en pleno siglo XXI, no queda otra salida que la de eliminar la religión, todas las religiones, del ámbito educativo, en todos sus niveles”. Me gustaría saber qué es eso de una “educación progresista”. ¿Jesucristo es progresista o retrógrado? ¿Qué es eso del contexto laico y aconfesional? ¿No son católicos, más o menos practicantes, la mayoría de nuestros alumnos y sus familias, incluidos muchos de los que no van a clase de religión? Y aunque no lo fueran, ¿el contexto de nuestra sociedad hoy por hoy es de una mayoría de creyentes?.

Dice también el profesor Barajas: “A veces, en clase, surgen debates sobre temas de actualidad que atañen directísimamente a los jóvenes, en su momento vital y social, tales como la sexualidad en todas sus variantes, el aborto, el divorcio, la masturbación, la utilización de anticonceptivos, los abusos sexuales, la violación, las adicciones, todo ello siempre anatematizado por la Iglesia.”. O sea, que ¿legitima Usted, entre otras cosas, los abusos sexuales, las violaciones y las adicciones?. Vivir para ver.

La experiencia religiosa pertenece a la parcela de lo puramente subjetivo, personal, íntimo”. También el matrimonio y el dinero que uno gana y las ideas políticas y el arte... Pero eso no excluye su importantísima dimensión social.

Otra perla: “El hecho religioso, en el siglo XXI, es incompatible con los avances en el terreno de la genética, de la técnicas, de la concepción holística del universo y del ser humano”. Pero vamos a ver, buen hombre, ¿no sabe Usted que los científicos no inventan nada, sino que descubren lo que ya existe? El hombre ha tardado miles de años en descifrar el genoma humano o el interior del átomo. Pero eso ya existía antes de que hubiera hombres. El verdadero científico ha de sentir una enorme admiración ante lo que el hombre no ha creado. Por eso cada vez más nos encontramos con grandes científicos que son grandes creyentes. Recuerde aquello de que “un poco de ciencia aleja de Dios, mucha ciencia acerca a Él”. Y también la frase de Ranher: “El siglo XXI será religioso o no será”.

Habla Usted de la “nefasta influencia de las religiones”. ¿Se refiere Usted a la “nefasta” influencia del cristianismo en Occidente y su innegable aportación a la Declaración Universal de los Derechos Humanos?

Se nos acaba el espacio. Termino con las tres últimas palabras de su escrito: “nuestra supina estulticia”. ¿Se trata de una confesión sincera o de una expresión retórica? Quiero pensar que será más bien lo último, pero sólo si su artículo fue escrito de cachondeo y no en serio.

 

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Mar afuera

 

 

Hace algunos días era noticia la protesta de una asociación de más de doce mil tetrapléjicos de España contra la película “Mar adentro”, por tratarse, según su presidente, de un “canto a la muerte”, mientras que ellos desean un “canto a la vida”. Precisamente entre mis mejores y más fieles amigos se encuentran dos personas que llevan prácticamente toda su vida en silla de ruedas, dependiendo totalmente de sus padres hasta para llevar la comida a la boca. Son hermanos, se llaman Mino y Elena, nacidos en Ancares, pero residentes en Ponferrada, después de haber pasado en Fabero gran parte de su vida. No es de extrañar que tengan otros muchos amigos que les quieren y admiran, puesto que transmiten bondad y alegría por los cuatro costados. Las limitaciones físicas de ningún modo les quitan las ganas de vivir y de disfrutar de sus amistades y de tantas cosas buenas como tiene la vida.

No se trata ahora de dudar de las cualidades artísticas de la película de Amenábar. Una cosa es la calidad cinematográfica y otra muy distinta el mensaje que pretende transmitir: un canto al suicidio asistido. También sabemos que, aunque toma como base la historia de Ramón Sampedro, se permite deformar la realidad, por ejemplo, ridiculizando a un sacerdote tetrapléjico, Don Luis de Moya, que fue a visitarlo en términos muy distintos a lo reflejado en el film.

De muchos es sabido que, cuando Hitler quiso promocionar la eutanasia, también se valió de una enternecedora película titulada “Yo acuso”, urdida por su ministro Joseph Goebbels en 1942. Contaba la historia de una mujer gravemente enferma que suplicaba a su marido que la matara. El esposo decidió matarla, sufriendo por ello una dura condena. La finalidad de la película era desencadenar reacciones emotivas del público en contra de los fiscales y jueces, y difundir una opinión favorable hacia este tipo de “muerte por compasión”.

Algo se de la muerte, en el sentido de que he visto agonizar y morir a muchas personas, y también he visitado a muchos ancianos y enfermos terminales. Una cosa es retrasar absurdamente la muerte (el ensañamiento terapéutico), o el tratar de mitigar el dolor (lo que podríamos llamar sedación paliativa) y otra muy diferente el matar directamente a alguien o ayudarle a suicidarse. Creo que los profesionales de la medicina saben muy bien lo que hacen y para eso no hace falta más ley que la deontología profesional.

Ahora que la Iglesia ha protestado contra la eutanasia se dice que no era intención del gobierno el aprobarla. Mejor. Pero el peligro está ahí y consiste en hacernos creer que hay vidas que no merecen la pena, que ya no tienen valor. En nuestra sociedad del bienestar es tentador eliminar a aquellas personas que no parecen rentables o que nos incomodan, aunque intentemos justificar su eliminación como un acto de piedad: “esto no es vida, pobrecitos... para vivir así están mejor en el cielo”.

No seamos tan indulgentes con la Seguridad Social, a costa de quienes deberían ser sus preferidos, los que nos enseñan a valorar y amar la vida. Se podría hacer otra película, un canto a la vida, quizá “Mar afuera”.

 

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El sermón de Santiago

 

Nuestro querido don Julián Barrio, cura astorgano y en la actualidad Arzobispo de Santiago de Compostela, se ha convertido en noticia por su sermón ante el Rey y el presidente del Gobierno en la fiesta del Santo Patrono. Sus referencias al tema del matrimonio heterosexual, el único que ha existido siempre, dentro y fuera de la Iglesia, han provocado numerosas reacciones críticas. Conociendo a Don Julián, uno no puede menos que tomar a broma algunas de esas respuestas airadas. A parte de que Don Julián Barrio es la bondad y la prudencia personificadas, es un hombre muy listo, con una brillante trayectoria académica, y una vasta cultura, unido todo ello a la sencillez y humildad sin el menor atisbo de afectación. Por eso me da un poco de pena, más que de risa, oír o leer algunos comentarios de quienes no le llegan a la suela de los zapatos.

La verdad es que las lecturas de la misa del 25 de julio no tienen desperdicio como base para un buen sermón, pero, eso sí, con consecuencias. Que le pregunten a don Santiago del Pino, profesor del Seminario, a quien recuerdo con gratitud, por el sermón que pronunció en su iglesia de Moratalaz un día del Patrón Santiago, defendiendo los derechos humanos, allá por el año 1974, que le valió unas vacaciones gratuitas en la cárcel de Carabanchel y una multa de 750.000 pesetas de las de entonces, que pagarían a escote sus feligreses. Pero, hablando de sermones, ¿cómo sería el que predicó el propio Apóstol Santiago, y que llegó a oídos del rey gay, Su Majestad Herodes?. La primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, presenta el enfrentamiento de los Apóstoles con las autoridades, que querían a toda costa tapar la boca a los seguidores de Jesús: «¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ese?» Pero ni caso. Pedro y los Apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que los hombres». La respuesta parece coherente y de sentido común, pero puso todavía más furiosas a las autoridades, y Herodes mandó degollar a Santiago. Seguro que quedó satisfecho, puesto que al fin había acabado con aquel insolente predicador. Pero ¿qué diría hoy el monarca si levantara la cabeza? Se desmayaría viendo el éxito que durante siglos ha tenido el Apóstol, produciendo uno de los movimientos religiosos y culturales más importantes de Europa y del mundo. El fracaso de Santiago sólo fue aparente.

Ya San Pablo (segunda lectura) decía: «Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan». De veras que al leer estas palabras me he sentido reconfortado. Uno es cura con la mejor buena voluntad del mundo y se esfuerza en ayudar a la gente en todos los sentidos, porque esa es la misión de la Iglesia. Sinceramente no entiendo ese desprecio, ese ataque constante, unas veces descarado y otras sibilino que está sufriendo en la actualidad la Iglesia Católica en España y en el que también participan algunos dirigentes políticos que, dicho sea de paso, tienen mucho que agradecer a los colegios de la Iglesia y seminarios por donde pasaron. ¿Se referiría ellos Jesús cuando decía, como recoge el Evangelio del día de Santiago: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo»?. Hay varias formas de tiranía: una es la típica dictadura no disimulada, rechazada por todos los que presumen de demócratas y otra la encubierta y solapada, con apariencias de legitimidad democrática. Por desgracia, para la mayoría de la gente, del sermón del Arzobispo de Santiago de Compostela sólo quedará, sacada de contexto, la referencia hecha al matrimonio heterosexual, como distinto de cualquier otra forma de unión, y no se habrán enterado de otras afirmaciones que son la base y el cimiento de su discurso. Destaco algunas de estas frases:

- «La doctrina social de la Iglesia considera que el sistema democrático funciona únicamente en una conciencia rectamente formada y ésta enmudece si no está orientada conforme a los valores éticos y morales fundamentales de la dignidad de la persona que pueden ponerse en práctica incluso sin explícita profesión del cristianismo».

- «La laicidad en su versión extrema se ha convertido en laicismo con la pretensión de marginar del espacio social la dimensión religiosa... Todo intento de reducir la laicidad a un espacio único no es más que una quimera irreal y contradictoria».
- «La Iglesia puede siempre y en todo lugar predicar la fe con verdadera libertad y emitir un juicio moral también sobre las cosas que afectan al orden político cuando lo exigen los derechos fundamentales de las personas o la salvación de las almas».

- «No es posible entender y servir de verdad a España sin tener en cuenta las raíces cristianas, clave para interpretar la riqueza cultural de nuestra historia, más allá de toda confrontación deshumanizadora».

No sé si muchos oyentes o lectores, incluidos los más cualificados, tendrán capacidad para entenderte. En todo caso, amigo Julián, sucesor de los Apóstoles, enhorabuena, porque, sin que se cele Santiago, te has hecho realmente el merecedor del abrazo que ordinariamente se da al Santo. Al fin y al cabo has encarnado perfectamente su talante. Como Pedro has vuelto a decir que es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres; y, como Santiago, te has arriesgado al degüello, si no físico, al menos moral. Con elegancia, sin perder la compostura y al mismo tiempo saltando las normas de una diplomacia farisaica, has sabido aprovechar la ocasión para decir la palabra oportuna en el momento oportuno. Lo triste es que muchos no alcanzan a entender su profundo significado o sacan de contexto tus palabras. Quiero terminar añadiendo un deseo a otro párrafo de tu discurso y desearía de corazón que nuestros gobernantes lo entendieran:
- «La comunidad política y la Iglesia son entre sí independientes y autónomas en su propio campo, aunque están al servicio de la vocación personal y social de los mismos hombres a través de una sana cooperación entre ambas»

Ojalá lleguen nuestros gobernantes, libres de prejuicios, a comprender la verdadera importancia y necesidad de esta sana cooperación por el bien de la sociedad a la que han de servir.

 

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Los Obispos y la diabetes

 

Cuando algunos estudiábamos pasábamos el día escribiendo a máquina los apuntes que nos daban algunos profesores. Pocos años más tarde, un invento tan sencillo como la fotocopiadora permitiría realizar en pocos minutos lo que antes tardaba en hacerse un montón de horas. Pero lo que ni el mismo Julio Verne pudo imaginar es que algún día se pudiera hacer la “fotocopia” de una persona, entendiendo por tal lo que llaman clonación. Hace no muchos años nos sorprendieron los científicos con  la oveja Dolly, que en paz descanse, fruto de esta técnica que deja atrás la manera clásica y natural de reproducirse los mamíferos. Pues bien, parece ser que ahora ya se está haciendo con seres humanos.

No se trata aquí de la llamada fecundación in vitro, que consiste en procurar la fecundación del óvulo fuera del cuerpo para ser implantado posteriormente en el útero materno, sino de la transferencia del núcleo de una célula somática diferenciada al citoplasma de un ovocito al que se le ha quitado el núcleo, convirtiéndolo en un cigoto que puede desarrollarse como un embrión normal.

Pero parece ser que si en lugar de implantarlo en el útero de una mujer, produciendo así una “fotocopia”, esto es, un clon de la persona donante del núcleo, se mantiene en el laboratorio, se pueden cultivar tejidos aptos ser trasplantados a un paciente, que bien podría ser el mencionado donante, sin temor a que se produzca un rechazo inmunológico.

Dicho en un lenguaje más fácil de entender, un enfermo de diabetes o de alzheimer, por ejemplo, podrían curarse de la siguiente manera: se crearía un nuevo ser humano, en su fase embrionaria, haciendo una clonación del paciente. Si este embrión se implantara en una mujer saldría un doble del enfermo. Pero de no ser así se sacrificaría para curarlo.

La pregunta que tenemos derecho a hacernos es la siguiente: ¿Todo lo que es científicamente posible  se puede admitir desde el punto de vista ético? ¿Es moralmente lícito? Nadie duda la importancia que tienen los trasplantes de órganos y la cantidad de vidas que se salvan. Pero sabemos que esto no se puede hacer a cualquier precio. En estos mismos días unas religiosas misioneras han denunciado que en un país de África están desapareciendo niños y personas mayores que son cebadas y posteriormente asesinadas para vender sus órganos. Nadie duda de la eficacia desde el punto de vista científico. Pero  no deja de ser algo inmoral y totalmente reprobable.

En el caso que nos ocupa, a la hora de valorar un descubrimiento científico, no podemos mirar solamente a su eficacia, sino que también la ética tiene una palabra que decir. Si la clonación de seres humanos con vistas a la reproducción parece unánimemente rechazada desde el punto de vista de la bioética, ¿no tenemos derecho a dudar de su legitimidad moral aun cuando se trate de clonación no reproductiva terapéutica? En las personas prudentes, al menos debería quedar un lugar para la duda.

En este sentido creo que los Obispos tienen legitimidad para opinar como cualquier ciudadano sobre este tema, pero pienso que además su opinión es muy respetable porque no se fundamenta en ocurrencias arbitrarias, sino en argumentos sólidos. Por eso me sorprenden, aunque no tanto, viendo de donde proceden, algunas descalificaciones ligeras que se han hecho estos días, cuando los Obispos han manifestado sus reservas a la aplicación de ciertos avances de la genética. Me viene a la memoria una señora que llamaba indignada a la radio, criticando a los obispos por meterse en estos asuntos. Pensaría la pobre mujer que por culpa de ellos no podría curarse su diabetes. Pero el tema es mucho más complejo.

No olvidemos que la gran cuestión que subyace en el fondo de toda esta polémica es la de saber cuándo empieza realmente la vida humana, cuándo se produce ese nuevo ser humano, único, irrepetible, distinto de sus progenitores y que no se puede medir cuantitativa sino cualitativamente. Muchas veces hemos oído aquello de que la vida humana es sagrada desde el comienzo. Tal vez sólo teniendo esto presente podremos seguir defendiendo que la vida humana es sagrada en todas sus fases de desarrollo, incluido el final. Desgraciadamente ni siquiera se respeta en las fases ulteriores al nacimiento, por lo que no es extraño que tampoco se respete antes. En todo no descalifiquemos sin más a quienes intentan defender la dignidad de la vida humana en todas sus etapas.

 

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Gracias, Felipe González

 

 

Recientemente, en esta misma sección, en un artículo titulado “Dar caña a la Iglesia”, he escrito que, viendo lo que ahora se ve, me resulta más fácil comprender que Felipe González ha demostrado ser una persona inteligente y con un sentido de estado que ahora otros parecen no tener. Sin pretender canonizarlo, mirando hacia atrás, resulta fácil darse cuenta de que en sus catorce años de gobierno estuvimos muy lejos de la tensión Gobierno-Iglesia Católica que se está viviendo en los momentos actuales.

La aparición de un artículo de Felipe González en el Periódico de Cataluña el día 24 de noviembre, bajo el título de “Laicidad y confesionalidad”, me ha sorprendido gratamente, ayudándome a reafirmar los elogios al ex Presidente González en lo referente a sus relaciones con la Iglesia. Desearía que lo leyeran y tuvieran en cuenta aquellos que durante tantos años lo han tenido como líder indiscutible.

Dicen que es de bien nacidos ser agradecidos y en este sentido Felipe lo es al afirmar su “condición de cristiano de formación, ineludible la definamos como la definamos”. No es ningún secreto que su vocación política nació precisamente en grupos de jóvenes cristianos comprometidos de Sevilla, como ha ocurrido con otros muchos dirigentes políticos y sindicales de izquierda, que recibieron formación y enorme apoyo de la Iglesia durante la transición.

En unos momentos en que muchos hacen gala con arrogancia de su ateísmo o agnosticismo, González afirma: “no me sitúo entre los ateos, ni siquiera entre los agnósticos, sino entre los que perdieron su fe y sufren una especie de minusvalía para hacerse comprender por los que la usan como arma de combate por sus creencias”. No cabe duda que se adivina una especie de nostalgia por sus tiempos de creyente.

Dedica Felipe buena parte de su artículo a recordar con simpatía y admiración al entonces Secretario de Estado del Vaticano, Mons. Agostino Casaroli, del que dice: “Era un hombre inteligente, culto y experimentado como pocos de los que he conocido. Ya ocupaba su cargo cuando se firmó el  Acta Final de Helsinki, allá por el año 1974, que marcaba una etapa diferente en las relaciones entre el Este y el Oeste de aquella época de guerra fría. En ninguna de las conversaciones que mantuve con este hombre dejé de sentir el placer intelectual de sus palabras. Y aquella ocasión en la Moncloa no fue una excepción, más allá de contenidos difíciles en la relación entre el Vaticano y el Gobierno español”. Precisamente este Obispo representa a una Iglesia renovada y dialogante, tras el Concilio Vaticano II, dispuesta a prestar un gran servicio a la humanidad, y Felipe supo comprenderlo inteligentemente.

Más adelante prosigue el artículo con una serie de datos en los que intenta demostrar que mientras gobernó trató bastante bien a la Iglesia. En efecto, basta comparar con el momento presente para darle la razón. Alguien vendrá que bueno te hará. Lo cual no quiere decir que no hubiera tensiones o que todo fuera perfecto, pero sensiblemente mejor que lo presente.

Otra grata sorpresa que nos da Don  Felipe en su escrito es la mención que hace del sacerdote Martín Patino por un artículo publicado en El País bajo el título “Respetar la laicidad”. Por si no lo saben, Martín Patino fue un gran colaborador del Cardenal Tarancón y junto con él desempeñó un importante papel en la transición política. Se dice, incluso, que fue éste cura el autor material de la famosa homilía leída por Tarancón ante el Rey Juan Carlos I en los Jerónimos de Madrid, un espléndido programa para instarle a promover la democracia.

He leído el artículo de Patino y me ha parecido espléndido. Me alegra saber que Felipe González también sea de la misma opinión. Si Zapatero y quienes le rodean lo leyeran y lo entendieran probablemente desaparecería esta absurda tensión que estamos viviendo. Permítaseme citar alguna frase de Martín Patino: “La laicidad europea hunde sus raíces en la tradición cristiana. El reconocimiento de la laicidad del Estado y de la política es hoy algo evidente y está en el corazón de la identidad de Europa. Ni el hebraísmo, ni mucho menos el Islam, pueden afirmar esta verdad cristiana de manera tan tajante. Y cuando no ha sido así, la Iglesia misma se llenó de nubarrones”. Ahora bien, continúa Patino: “su versión extrema, el "laicismo", entre nosotros, se deja llevar por una exagerada vigilancia, que pretende expulsar del espacio social a todo lo que huela a religioso”. Continúa Martín Patino aludiendo al importante papel que el Vaticano II concede al laicado y añade: “En los frecuentes diálogos que he podido sostener con defensores de la laicidad, he notado el desconocimiento lamentable que tienen de esta doctrina conciliar y un cierto resentimiento adolescente, incluso para luchar desde la misma barricada... Una cosa es que el poder eclesiástico se apoye en el poder político para imponer sus principios y otra muy distinta que se valga del derecho constitucional para colaborar con el Estado y ofrecer un servicio a los ciudadanos que libremente lo elijan. Todo intento de reducir la laicidad a un pensamiento único no es más que una quimera irreal y contradictoria”.

¿No les parece que algunos de nuestros gobernantes actuales padecen ese “resentimiento adolescente”? Para terminar, agradecería a los del pensamiento único que  tuvieran presentes las palabras con que Felipe González con bastante sensatez y sentido común termina su más que interesante y esclarecedor artículo: “La Iglesia católica o, si prefieren, la cristiandad, es demasiado importante en nuestro espacio español y europeo, más allá de los aspectos relacionados con la fe, para que se caiga en la tentación de utilizarla de manera excluyente”. El que tenga oídos para oír, que oiga.

 

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Una historia posible y legal

 

Juan y Marta se conocieron durante un fin de semana. Ella se enamoró profundamente de él, y él también quedó prendado de su simpatía. Al cabo de algún tiempo decidieron ponerse a vivir juntos. Les parecía una tontería casarse. De la Iglesia pasaban y, además, aunque nunca llegaron a estudiar eso del sacramento del matrimonio, les parecía que era algo pasado de moda. Pero tampoco veían razones para acudir al Juzgado, puesto que pensaban que lo importante es el amor y no los papeles.

Medio año más tarde, Marta quedó embarazada. Al principio estaba muy ilusionada con su niña, pero un día, a los dos meses del embarazo, cambió de idea y decidió deshacerse de ella. Teniendo en cuenta que la nueva ley de ampliación de despenalización del aborto le permitía abortar sin mayor dificultad y sin necesidad de aportar ninguna razón, optó por eliminar la criatura.

La convivencia entre Juan y Marta no era difícil, mas pronto se produciría un cambio decisivo en sus vidas. Todo comenzó con la aparición de una tercera persona: Pedro, un joven muchacho del barrio, con el que Juan iba por las tardes a jugar al tenis. Pedro era homosexual declarado, pero ciertamente a Juan eso no le parecía motivo suficiente para dejar de ir con él a practicar deporte... En este sentido tenía toda la razón, puesto que no se debe discriminar a nadie. Pero poco a poco la amistad entre ambos fue afianzándose hasta el punto de que llegaron a tener relaciones íntimas. Al fin y al cabo, pensaban, cada uno tiene derecho a escoger su orientación sexual, y decidieron unir sus vidas para siempre. Marta entró en una profunda depresión, pues no era capaz de entenderlo, y estaba pesarosa de haber abortado, pues al menos le habría quedado algo de Juan, a quien seguía queriendo con toda su alma.

La recién estrenada ley de matrimonio de homosexuales sería un espaldarazo que animó y ayudó a Pedro y a Juan a formalizar legalmente su situación, y decidieron acogerse a ella, casándose. La boda fue muy sencilla, pero no exenta de polémica, puesto que el alcalde, de derechas, se negó a casarlos, aunque, eso sí, delegó en un concejal. Las acusaciones de antidemócrata e intolerante, evidentemente, no se hicieron esperar.

Salvado este escollo, la vida de los nuevos esposos transcurría con normalidad. Pero les faltaba algo que no tardaron en conseguir, cuando les dieron en adopción un hermoso bebé, que en principio era la alegría de la casa, aunque el pobre rapaz pronto hubo de encontrarse con las risas de sus compañeros en la guardería, que no paraban de tomarle el pelo, preguntándole a ver cuál de los dos era la mamá.

La felicidad es efímera y pasajera. Pedro comenzó a ser infiel, al enamorarse perdidamente de otro chico. Juan lo pasó fatal. Comenzaron los trámites del divorcio que, afortunadamente en este caso, se ejecutaron con bastante agilidad. Mas no acaba aquí la historia. El marido de una amiga de Marta, muy celoso él, en un ataque de celos mató a su esposa. Marta también lo pasó muy mal, pero creemos que eso no justifica lo que ella misma haría más tarde: denunciar a su ex-compañero Juan de agresiones, a fin de sacar provecho a la denuncia. Sin comerlo ni beberlo, Juan fue a dar con sus huesos a la cárcel, costándole Dios y ayuda demostrar su inocencia. Pero el daño ya estaba hecho. Los golpes que le fue dando la vida acabaron con su salud. Gravemente enfermo, y sin ganas de vivir, pidió que le aplicaran la eutanasia. Una inyección letal pondría punto final a su existencia terrena.

Lo que acabo de escribir puede parecer una caricatura. Pero, tal y como se plantea la vida hoy día y las perspectivas de futuro ¿no creen Ustedes que la realidad superará la ficción?. Aunque pueda parecer mi escrito cargado de ironía, me duele tanto como a cualquiera el creciente sufrimiento de una sociedad cada vez más desconcertante.

De todos es sabido que nuestros gobernantes han prometido una serie de leyes, calificadas de progresistas, que hacen referencia a las situaciones que he ido recogiendo en este artículo: aborto totalmente libre, equiparación de las parejas homosexuales al matrimonio entre hombre y mujer con posible adopción de hijos, probablemente algún día la eutanasia, etc. La pregunta que me hago es si estas leyes van a contribuir a la existencia de una sociedad más feliz, o si realmente están creando un ambiente que conduce a lo contrario. El hecho de que la religión católica, como señaló Juan Pablo II al presidente Zapatero, no vea bien esta serie de medidas, ¿se debe a una visión anticuada de la vida o es una denuncia valiente y profética que intenta poner luz en medio de la confusión?

 

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Nuevos atentados en España

 

Aun siguen resonando en nuestros corazones los ecos del atentado del 11-M.. No tengo la menor duda de lo que tiene que suponer el inmenso dolor que seguirán experimentando los familiares de las víctimas. Me resulta fácil de entender. Allí, entre Santa Eugenia y el Pozo vive parte de mi familia. Cuando en aquella trágica mañana llamé a Vallecas, se puso al teléfono uno de mis seres más queridos, mi sobrina Raquel que estaba hecha un mar de nervios y de angustia. Aquel día se quedó dormida y perdió la ruta de la muerte que le lleva cada día a la universidad. Por una parte estaba agradecida a la vida, y por otra con la incertidumbre de saber cuál sería la suerte de sus compañeras. Afortunadamente tuvieron mejor suerte que otros vecinos del barrio.

En todo caso no quiero pensar el dolor que supondría haber perdido a mi sobrina y ver troncadas todas sus ilusiones, como es el terminar el próximo año la carrera de medicina. Por eso me duele el ver cómo se han destruido tantas ilusiones y proyectos. Particularmente desolador ha sido ver cómo entre las víctimas había varias embarazadas y que también se frustraron vidas ya existentes dentro de ellas, que esperaban ver pronto la luz e inundar de sonrisas y ternura sus hogares.

Recuerdo cuando se nos anunció a la familia que Raquel, mi primera sobrina, había sido concebida. Tan sólo tenía unas semanas de vida, pero ya era ella misma, ya la empezamos a querer. Pues bien, ayer se anunciaba una de las prioridades del que será nuevo gobierno de España: el asesinato impune de miles de seres humanos en el seno de sus madres. No otra cosa es ese ansia progresista de ampliar la ya de por sí inhumana ley del aborto. Dirán que eso no es un asesinato. El nombre es lo de menos. También podemos llamar a las acciones terroristas “interrupciones voluntarias de la vida de seres inocentes” y no por eso es menos cruel. En el caso del aborto serán miles de vidas frustradas, miles de niños indefensos asesinados, pero nadie protestará, no habrá manifestaciones, no se pondrán velas ni flores en ninguna parte. A no ser que se decida poner velas encendidas en las ventanas de nuestras casas. Yo al menos sí voy a poner una vela en la mía, como señal de protesta. Para que no la apague el viento la pondré dentro de un tarro de cristal.

De nuevo nos encontramos ante la doble moral y la hipocresía de muchos progresistas y ecologistas que se irritan sin tocan los huevos de las cigüeñas y dicen ser defensores de los derechos humanos, pero no sólo no dan un paso para defender algo tan elemental y básico como es el derecho a la vida, sino que legitiman su destrucción cuando es más débil e indefensa.

Es cierto que las mochilas asesinas de Madrid han producido un paisaje desolador, transmitido por los medios de comunicación a lo largo de estas semanas. Quizá deberían también ofrecernos esas imágenes patéticas de filmaciones ecográficas en las que se ve cómo el niño, con su corazoncito acelerado, huye dentro del útero materno del tubo cortante que triturará su cuerpo, mientras una potente aspiradora se dispone a absorberlo;  o mostrarnos la piel ulcerada de las criaturas que son abrasadas y torturadas dentro de la madre, mediante la inyección salina, o una bandeja con los trozos de niño extraídos mediante el procedimiento de legrado, sin olvidar el abandono y agonía de quienes son expulsados del seno materno mediante la minicesárea. 

Muchos papás comentan entusiasmados la experiencia de ver por primera vez a sus hijos a través de un monitor de ordenador. Si todos somos iguales, ¿por qué no todos los niños tienen derecho a recibir, ya desde esa etapa de la vida, el afecto y protección de sus padres y de la sociedad? ¿Acaso esos niños concebidos a quienes se les interrumpe la vida no desearían también ser un día excelentes médicos o psicólogos, o deportistas, o padres y madres de familia.?

En España se están produciendo, y a partir de ahora mucho más, con la aprobación del nuevo gobierno, muchísimas más muertes de inocentes que las producidas por todos los atentados de ETA y del integrismo musulmán. Pero esos muertos no importan, porque no salen en la tele.

Zapatero a sus zapatos. Lo suyo es defender y velar por el bienestar de todos los españoles. Repito, de todos. Todo el mundo habla de su bonhomía y muchas más cualidades que no niego. Pero perdóneme que le diga, y esto no es hacer política, que si en este terreno no cambia de idea, será como quien da mucha y buena leche, pero de una patada la esparrama toda.

 

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Merece la pena casarse

 

 

Los curas, además de casar a nuestros feligreses, también hacemos bodas de gente de nuestra familia. En mis primeros años de cura, en el sermón de la boda de unos primos, casi no hablé de otra cosa que del divorcio. Mis primos, con gran sentido del humor, me dijeron: pero hombre, cómo se te ocurre hablarnos de esto el día de la boda, si nosotros no nos casamos para divorciarnos. Tenían toda la razón. Gracias a Dios son un matrimonio verdaderamente feliz y ejemplar.

Ya sabemos que cada cuatro minutos se rompe un matrimonio en España, que va en aumento la violencia doméstica y que la familia está pasando una grave crisis. No vamos a cerrar los ojos a la cruda realidad. Pero hoy deseamos fijarnos no en la botella medio vacía, sino en la botella medio llena. Es cierto que cuando un matrimonio se rompe, sobre todo si es de gente famosa, casi siempre es noticia, pero cuando la gente se quiere, aunque sean mayoría, no se les da publicidad.

Cada año en mi parroquia hay un día dedicado a la celebración conjunta de bodas de plata y oro. No todos las celebran, porque unos ya han muerto, otros matrimonios se han roto, algunos se siguen queriendo mucho, pero les da corte celebrarlo públicamente, y otros lo celebran con una alegría y emoción que nada tiene que envidiar a la que pudieran sentir el día de su boda. Al final de la misa, se les da la oportunidad de que nos den testimonios de su experiencias. Nunca olvidaré el testimonio de Palatino, en sus bodas de oro: “En mi vida he hecho muchas cosas de las que tengo que arrepentirme, pero hay algo de lo que nunca me arrepentiré: de haberme casado con Ernestina”. Es tanto como decir: si mil veces volviera a nacer, mil veces volvería a casarme contigo.

Hace pocas semanas presencié la agonía de otro primo, de cuarenta y ocho años, padre de tres hijos aun menores de edad, consciente de que se estaba muriendo. A pesar de la gravedad del momento, tuvo humor para decirle a su esposa: “Lamento no haberme divorciado de ti hace tiempo, pues así ya no tendrías que sufrir ahora por mi muerte”. Ciertamente lo decía en broma y en ese doloroso trance sólo estaba suspirando por ella, que, por cierto, siempre estuvo a su lado. Me emocionó comprobar lo que significa en esos momentos tan difíciles la compañía de la persona amada.

El año pasado, un feligrés dueño de un taller, que hacía muchos servicios con una grúa, solía ir muchas veces acompañado de su esposa. Se querían mucho y les gustaba estar juntos. Un trágico accidente acabó con sus vidas. Era emocionante dar sepultura a los dos féretros. Recuerdo que dije a los asistentes: aquí no cabe decir ni siquiera aquello de “hasta que la muerte nos separe”, sino más bien aquello de “juntos hasta la eternidad”.

Me contaba un amigo tras la muerte de su esposa: “con tal de que estuviera viva, de poder verla, no me importaría que me hubiera abandonado y estuviera con otro hombre. Me conformaría con verla feliz, aunque no fuera conmigo”. No deja de ser una preciosa muestra de amor. Muchos recordarán aquellas palabras de Severo Ochoa, a la muerte de su mujer Carmen Cobián: “con la muerte de mi esposa, mi vida ha terminado”. Ya no le encontraba sentido a la vida. Mi abuelo no llegó a decir eso ante la muerte de mi abuela, con la que llevaba sesenta años de matrimonio, pero nunca olvidaré sus lágrimas y las palabras tan llenas de ternura y cariño que le dirigía: “mi niña, mi niña”. No tardó muchos meses en hacerle compañía; pienso que murió de amor.

Ciertamente el verdadero amor es mucho más que una emoción pasajera o que un mero goce fisiológico. He oído de labios de muchos matrimonios que la clave fundamental para conseguir esta armonía que dura toda la vida se resume en dos palabras: amor y respeto. Casi nada.

Que nadie piense que en estos matrimonios han estado ausentes las dificultades, que no han tenido que pasar por momentos difíciles. Pero es preciso aprender a querer de verdad. Hay muchas personas que dicen: “es que ya se ha acabado el amor”. Mercedes Lozano, en un precioso libro titulado “El amor de pareja” se pregunta a ver de qué amor se está hablando, y si una madre o un padre podrían asegurar que sólo estarán junto a sus hijos mientras sientan amor por ellos y que, en caso contrario, los abandonarían. Y añade: “Eso ni se nos pasa por la cabeza. El amor a nuestros hijos lo soporta todo: indiferencia, lejanía, rechazo... Ese amor es la responsabilidad de nuestra vida y la llamada de nuestras entrañas. Ese amor permanece. No nos complicamos demasiado analizando la fluctuación de nuestros sentimientos para con nuestros hijos... En cualquier caso el amor conyugal tampoco puede ser tan distinto... Aunque el sentimiento sea importante, el amor de pareja no puede ser solamente sinónimo de sentimiento”. El esposo o la esposa no es un extraño, como no son extraños los hijos. El/ella también son “carne de mi carne”.

Ya sabemos que en la vida práctica no siempre es todo tan sencillo. Las cosas importantes en esta vida requieren voluntad y esfuerzo. Pero hay esfuerzos y sacrificios que merecen la pena. El titulo de este artículo afirma que merece la pena casarse. Es cierto que en nuestro libro “Casarse en estos tiempos” uno de sus capítulos lleva el mismo título, pero entre interrogantes: ¿Merece la pena casarse? Una lectora me mandó una carta diciendo: “En este capítulo ofreces los pros y los contras para hacerlo o no. De todas formas lo equiparas de tal manera, que la verdad da la sensación de que no quieres ponerte en una de las posiciones”. Ciertamente no era esa mi intención, sino más bien resaltar que, a pesar de las dificultades, merece la pena casarse. Me alegra que la lectora haya seguido escribiendo: “Merece la pena. Es verdad que trae consigo problemas, pero yo creo que prevalecen los buenos momentos. Casarse no sólo significa atarte a una persona para toda la vida. Significa compartir tu vida con esa persona, los momentos de alegría, las tristezas, las enfermedades, los hijos. Prevalece sobre todo el sentirse persona y tener propias opiniones sin que el uno eclipse al otro, pero siempre razonando entre ambos. Para mí, sí que merece la pena casarse”. Enhorabuena  a quienes piensan lo mismo y ánimo a quienes luchan por ello.

 

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La culpa es de los católicos

 

 

Se habla mucho últimamente de la “guerra” del gobierno socialista contra la Iglesia Católica. Aunque algunos dirigentes políticos traten de convencernos de que esto no es cierto, los datos están ahí, pero también las palabras. El propio Presidente del Gobierno no ha tenido pelos en la lengua a la hora de manifestar su obsesión por el laicismo, en contra de la Iglesia “carca”, o “casposa”, que diría Pepiño Blanco.

Los hechos son ya de sobra conocidos: poner el mayor número de dificultades para que se estudie la religión en la escuela, devaluar el matrimonio, atentar contra la vida de los más indefensos (aborto y eutanasia), tratar de tapar la boca a la Iglesia, quitándole la aportación económica, promocionando otras religiones no siempre respetuosas con los derechos humanos, considerando la religión como un hecho privado y procurando no darle relevancia en los medios de comunicación como TVE, etc...

Pero para ser justos hay que decir que no es el gobierno el único culpable. Esas ideas están en la calle, ese anticlericalismo baboso y trasnochado, generalmente unido a la más supina ignorancia religiosa, surge por doquier en cualquier conversación. Resulta fácil encontrarse con gente que hace suyas todas esas medidas gubernamentales. Aunque también cabe decir que se trata de la pescadilla que se muerde la cola, en el sentido de que este tipo de gente ha llegado al poder y no sabe administrarlo sin renunciar a su particular y sesgada visión de las cosas.

Decía Aristóteles que las ideas de las personas no son innatas, sino adquiridas. La forma de pensar de la gente depende mucho de las fuentes de donde procedan esas ideas. Por desgracia no es la fuente principal el estudio serio,  el manantial de sabiduría que se ha ido acumulando a lo largo de los siglos, sino las charcas fangosas y contaminadas por quienes se dejan guiar por el espíritu del mal. No hace falta ser un lince para descubrir el daño que están haciendo algunos periódicos, revistas, emisoras de radio, cadenas de televisión, escritores, profesores... Creo que no es necesario dar nombres. Cualquier lector medianamente enterado podría hacer una amplia lista. En este sentido, independientemente de quien gobierne, resulta difícil sustraerse de estas influencias perniciosas.

 

A pesar de todo seguimos pensando que la culpa es de los católicos

 

- De los muchos bautizados que han renunciado a su fe, a la fe recibida de sus antepasados, de la que se avergüenzan o que ahora combaten, a veces con saña.

- De los católicos que no se han esforzado en formarse adecuadamente. Es verdad que podemos tener mucha culpa quienes tenemos la misión de ayudar en este proceso formativo, pero también son muchos los que no se molestan en profundizar en el conocimiento de la religión o lo hacen por los caminos menos adecuados.

- De los católicos que rehuyen todo tipo de esfuerzo, utilizando esa frase en el fondo cínica y contradictoria: “soy católico, pero no practicante”.

- De los padres que no piden la clase de religión para sus hijos. Quieren que sus hijos se bauticen, que hagan la primera comunión e incluso que se confirmen. Han prometido públicamente que se comprometen a educar cristianamente a sus hijos, pero después no quieren que asistan a la clase de religión. Estamos luchando por unos derechos y cuando los tenemos los despreciamos. Realmente si todos los padres católicos fueran consecuentes y estuvieran unidos, no hay gobierno que se resista.

- De los católicos muy prontos para exigir a la Iglesia que les sirva a la carta en aquello que a ellos les interesa, pero que no están dispuestos a colaborar ni un ápice con ella. No es ningún secreto que, a pesar de todos los millones de católicos que hay en España, actuando como se actúa de hecho, resulta bastante difícil la autofinanciación de la Iglesia. Una gran mayoría ni siquiera se molesta en algo tan sencillo como poner una x a favor de la Iglesia en la declaración de la renta, sabiendo que por eso no va a pagar más impuestos.

- De los católicos que sólo lo son de nombre, pero no han llegado a establecer una relación de amistad con Jesucristo; de los que, siendo miembros de la Iglesia, quieren salvarse al margen de la comunidad de creyentes e incluso tiran piedras contra ella.

- De los que sienten complejo de inferioridad por ser cristianos, o se dejan llevar cobardemente del respeto humano a la hora de manifestarse como tales. De los que aunque sepan que la Iglesia tiene razón, se callan o no dan un solo paso para defenderla.

- De los que observan y acaso lamentan la actitud sectaria de algunos gobernantes, pero los siguen votando. Sí, porque no olvidemos que la gran mayoría de las medidas que se están tomando en España contra la religión católica, se apoyan en el voto de los católicos.

- Por supuesto, también podemos ser culpables los pastores que no nos entregamos suficientemente a cuidar el rebaño.

Nuestros gobernantes deberían comprender que la Iglesia Católica presta un gran servicio a la sociedad, para que los hombres y mujeres sean más felices; que colabora en la consecución una sociedad más libre y justa, promueve la cultura y la buena educación, socorre a los más desfavorecidos, ahorra muchos millones de euros al Estado y además ayuda a encontrar el sentido de la vida...

Si algún día España llegara a ser mayoritariamente musulmana, cosa nada imposible, tal vez muy poco se podría hacer para evitar la actuación de un hipotético gobierno islámico contra los católicos (como sucede en muchos países del mundo) por mucho que estos se esforzaran en defenderse. Pero de momento, a Dios gracias, no es éste el caso. Por todo ello, lo que hoy ocurra contra la Iglesia Católica es fundamentalmente culpa o responsabilidad de los católicos.

 

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Silencio otoñal de Dios

 

Estos días otoñales, en los que el paisaje se viste de los más variados colores, nos invitan a la contemplación. Si, además, se tiene afición a la fotografía, resulta difícil sustraerse a la tentación de salir a la caza de instantáneas de tan bellos cuadros como nos ofrece la naturaleza.

Al recorrer valles y montañas para contemplar este hermoso espectáculo, llama la atención el impresionante silencio y anonimato en que transcurren todos estos procesos estacionales. Un silencio apenas interrumpido por los cantos de los pájaros o de otros habitantes del ecosistema. Contrasta esto con el ruido y el vocerío constante, cuando no con el estruendo de la violencia, física o verbal, en que con frecuencia se ve envuelta nuestra agitada sociedad.

En este año del Quijote, del ingenioso hidalgo que acabó desquiciado de leer tantas novelas de caballerías, pienso si otros no terminaremos igual de tanto estar pendientes de los medios de comunicación, sea de leer periódicos, escuchar radio o tragar televisión. Reconozco que el último no me afecta, pero sí los dos  primeros. Ciertamente es interesante poder estar al día de lo que pasa en España y en el mundo, pero a veces acaba uno casi con dolor de cabeza ante tanta palabrería inútil, ante tanto debate absurdo.

Por ejemplo, si España es España y está donde está; si todos los españoles somos iguales, vivan en Cuenca o en Castelldefels; si además somos europeos, ¿a santo de qué nos pasamos la vida discutiendo si uno es más que otro? o, lo que es más grave aún, ¿qué sentido tiene asesinar para reivindicarlo?

Si la vida es un valor  y un derecho indiscutible, ¿a qué viene ese debate sin sentido de si porque uno es más pequeño o más anciano y enfermo, y además indefenso, hay que establecer leyes que permitan eliminarlo impunemente?

Si A no es igual a B, ¿por qué nos empeñamos en decir que A + A es igual a A + B, o que B + B es igual a A + B? O sea, que si el hombre y la mujer son diferentes, ¿por qué decimos que es igual la unión de un hombre y una mujer que la unión de dos hombres o de dos mujeres? ¿Por qué nos empeñamos en llamar con el mismo nombre a lo que es fundamentalmente distinto?

Si Dios existe y es lo más importante, la causa primera de todas las cosas; si nuestra vida no tiene sentido sin Él, ¿cómo es posible que el tema de Dios sea considerado como una cuestión banal o que se gasten ríos de tinta y litros de saliva en negarlo, como si fuera un estorbo?

Si la religión es algo que ha existido siempre, y forma parte de la historia y de la cultura de la humanidad, si afecta a las preguntas más importantes acerca del sentido de la vida, ¿por qué tanto empeño en eliminarla de la enseñanza escolar? ¿por qué ese afán de ser europeos en todo, menos en lo referente a la enseñanza religiosa en los centros públicos? Si la fe es algo personal, pero al mismo tiempo tiene importantes implicaciones sociales, ¿por qué se empeñan algunos en relegarla a una cuestión meramente privada?

¿Por qué, si se habla tanto del respeto a las minorías, siendo el cristianismo sociológicamente mayoritario en España, se le quiere marginar y arrinconar?

¿Por qué si la tierra tiene capacidad para alimentar a toda su población, millones de personas se mueren de hambre? ¿Por qué, si todos somos hermanos, no nos respetamos un poco más en lugar de comportarnos como lobos o verdugos?

¿Por qué si Dios nos creó para ser felices nos empeñamos en ser unos desgraciados?

Precisamente, una tentación muy frecuente de nuestros días es negar la existencia de  Dios o echarle la culpa de todo lo malo que nos pasa. Tal vez haya quien piense que Dios no existe porque calla y no dice nada, como si tuviera necesidad de entrar en estos absurdos debates que niegan lo evidente.

Al contemplar los bellos y silenciosos paisajes otoñales, no podemos decir que sean postales mudas, puesto que a su manera nos hablan, nos transmiten un mensaje que llega al alma, firmado por el Creador, y a su vez nos ayudan a entender un poco lo que es el tiempo para Dios, a quien no sirven las prisas, ni los ruidos.

Vivimos momentos un tanto estrepitosos, en los que no paran de hacer ruido quienes quisieran hacer realidad la frase de Nietzsche: “Dios ha muerto”. Pero algún día aquellos a quienes ahora el poder se ha subido a la cabeza y obran como si pudieran decidir a su antojo, poniéndose por encima de todo lo divino y lo humano, pasarán a la historia como tantos otros que ya casi nadie recuerda, llámese Recesvinto o Chindasvinto o el Moro Muza. Entre tanto Dios seguirá siendo el mismo y nosotros seguiremos siendo en la medida en que estemos con Él. Su silencio es la mejor garantía de que tiene razón, si es que le podemos llamar silencio. No hay peor sordo que el que no quiere oír.

 

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Frío invernal y Dios

 

 

El pasado otoño, la acuarela viviente de nuestros paisajes nos invitaba a reflexionar sobre el “silencio otoñal de Dios”. No cabe duda que la naturaleza invita a la contemplación. Recientemente la meteorología nos ha traído como regalo de navidad una copiosa nevada. Ver por unos instantes cubierta de blanco la suciedad de nuestro mundo es una experiencia no menos gratificante que la contemplación del paisaje multicolor del otoño. Pero el invierno es mucho más que la nieve, es el frío, las heladas, la desolación del paisaje, la desnudez de los árboles, la tristeza de muchos pueblos semivacíos. A pesar de todo, tiene su encanto. Y también podemos aprender de él a profundizar en el misterio de Dios.

Acabo de ver cómo el diario El País anunciaba en portada, tal vez con satisfacción, que “el porcentaje de jóvenes católicos practicantes cae a la mitad en cuatro años”. En páginas interiores daba más datos sobre el último informe “Juventud en España”, elaborado por el Instituto de la Juventud. Aunque la encuesta versa sobre otros muchos temas, los titulares destacan lo que parecen malas noticias para la Iglesia. Según la directora de dicho informe cada vez menos jóvenes se declaran católicos practicantes, pasando del 28% en el 2000 al 14,% en el 2004. Para consuelo del periódico, quizá sea menor aun el porcentaje de jóvenes realmente practicantes.

No cabe duda que el invierno puede tener su encanto, sobre todo cuando se contempla desde un hogar confortable, pero no lo es tanto cuando se sufre el frío o se hacen difíciles las comunicaciones. Sería insoportable si no tuviera fin, si no diera paso a tiempos mejores. En el plano religioso tal vez no sea exagerado decir que nuestra sociedad está viviendo un crudo invierno. Cuando se confía en Dios sobran motivos para la esperanza, pero a veces la observación de la cruda realidad te deja, cuando menos, un sabor de tristeza y amargura. A pesar de todo es posible mantener la confianza en Dios, aunque no tanto en el algunos seres humano. Más aún, así como el frío de la calle ayuda a valorar el calor de la casa, también la contemplación de este mundo sin religión y sin sentido ayuda a valorar más la suerte de sentir cercano a Dios.

Diario de un día cualquiera

La mañana ha estado desapacible y hoy ha sido uno de esos días que cuesta levantarse. En la primera clase tocaba hablar de la fe en Jesucristo, de cómo la fe es una relación de amistad y confianza con él. Pocos temas tan hermosos como para extasiarse hablando o escuchando. Les leí un par de testimonios de personas que encontraron a Cristo en la cárcel y vieron transformarse sus vidas: de un hombre que se convirtió de su mala vida y de una reclusa que terminó haciéndose religiosa contemplativa. Un alumno empezó a decir que Cristo no existió y otros le siguieron diciendo que no interesaba para nada.

En otra clase salió el tema de la vida humana y varios alumnos/as empezaron a defender con saña el derecho al suicidio y la legitimidad del aborto. Críos y crías de trece años, algunos de los cuales apenas saben leer y escribir, pero que hablan con un dogmatismo y una arrogancia que hacen que el profesor saque la conclusión de que es un inculto y un ignorante.

Al leer la prensa en el recreo, además de la lectura de la mencionada encuesta sobre el abandono de los jóvenes de la práctica religiosa, también aparecía en primera plana la polémica sobre las discrepancias (hoy presentadas como coincidencias) entre Estado e Iglesia sobre la lucha contra el sida. Añádase a esto la noticia de la visita de nuestros monarcas al tirano marroquí, los cotidianos casos de violencia doméstica, los restos del ultimo atentado de ETA y como guinda que adorna el pastel, la petición de que en España se legalice la poligamia, así como el rechazo del gobierno al Consejo del Poder Judicial por sus observaciones contrarias al la ley del matrimonio de homosexuales. Por si esto fuerza poco algunos compañeros inician la tertulia descalificando a la Iglesia por anticuada, diciendo que no es de extrañar que se quede sin fieles. De poco sirve intentar hablar de que la Iglesia es valiente para defender la verdad aunque sea contra corriente y de cómo se preocupa de ayudar a los más débiles... Pero, cuando hay ideas fijas y montones de prejuicios, es perder el tiempo discutir. Ha sido un día de invierno, en el pleno sentido de la palabra. A última hora del día me avisan de alguien que ha aparecido muerto, no sé si por el frío.

Después del invierno, la primavera

No hay más Dios que Dios. Por encima de él no está nadie. Nuestra fe es seguridad. A veces, cuando las cosas van tan mal, cuando tocan fondo, empieza la recuperación. Tengo firme confianza en el poder del Espíritu. Imagino que el ser humano antes o después tendrá capacidad de reacción. Aunque no hagan ruido, hay muchos creyentes de verdad. Precisamente estos días he recibido cerca de cuarenta correos de gente de diversas partes del mundo, agradeciéndome la publicación de algunos artículos que han llegado a ellos gracias a una revista católica digital. Todavía hay mucha gente que cree y que nos da un impresionante testimonio de fe y esperanza. He aquí el fragmento de una de esas cartas.

“Sé que estas palabras por su intermedio...me las envía Dios, porque al leerlas es como si hubieran sido escritas desde lo más profundo de mi corazón...siento eso...que nada sale como espero y me angustia muchísimo, porque tengo una Fe impresionante y una entrega total...que hasta esta crisis me daba mucha Paz...Necesito recuperar la fuerza de la Fe ...seguir confiando en que Dios quiere lo mejor para mí, poder bajar mi ansiedad, calmar esta angustia que siento... Gracias de corazón porque estas palabras me brindaron calma....llegaron en su justo momento..Bendiciones para que pueda seguir acercando a quienes muchas veces necesitamos esas palabras que reconfortan el alma”.

Afortunadamente, el mundo es grande y en todas partes hay gente que sabe escuchar y es agradecida. Lo importante es sembrar. Después del invierno, viene la primavera.

 

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Encuentro con unas amigas de Dios

 

Si a Dios se le puede encontrar dando un paseo por el campo y contemplando su obra, si Dios anda incluso entre los pucheros, como decía Santa Teresa, no es equivocado suponer que también está presente allí donde habitan personas cuya ocupación principal es hablar con Él. Con cierta frecuencia, cuando queremos contactar con un personaje importante, nos valemos de sus amigos. Por eso esta tarde he decidido buscar a Dios acercándome a un lugar donde viven varias personas cuya principal dedicación es estar unidas a Dios, vivir profundamente la amistad con él.

En efecto, he pasado esta tarde en Villafranca del Bierzo, donde hay nada menos que tres monasterios de vida contemplativa, tres conventos de monjas de clausura, para que todo el mundo entienda. La experiencia no ha podido ser más gratificante. Empezando por el convento de las Franciscanas Concepcionistas, pasando por las Agustinas y terminando en las Clarisas de la Anunciada, he tenido la suerte de escuchar en vivo y en directo sus testimonios de experiencia de Dios. En realidad no hacen falta palabras, la paz que transmiten, la alegría sincera... son la mejor prueba de que Dios está con ellas.

A la pregunta de quién es Dios para una monja contemplativa, de manera unánime en los tres monasterios han respondido que “Dios lo es todo” y que es alguien cercano que llena plenamente sus vidas. “Compensa dedicarle toda la vida”. “Se puede experimentar el amor de Dios”. “No merecería la pena vivir en el monasterio si no se experimentara el amor de Dios”.

Ciertamente muchos de nosotros podríamos decir también que Dios es lo más importante, pero con frecuencia nos devora el ajetreo de la vida, los ruidos, las ocupaciones, las prisas... y no hallamos tiempo para saborearlo. Ellas, en cambio, han elegido el mejor ambiente para disfrutar del amor de Dios: el silencio exterior e interior, la lectura del Evangelio, la adoración eucarística.

Con lo que nos cuesta centrarnos en la oración. Y a ellas, ¿les cansa rezar? Dicen que no. “Rezar puede cansar físicamente, pero si se reza con atención no me cansa nada. Sólo si estoy distraída”. “Rezar no cansa, lo hacemos con gusto”.

Para muchos cristianos la oración consiste solamente en pedir cosas. Para una monja de clausura es mucho más: “No le hablo de mi persona, no le pido nada para mi. Bueno, le digo que lo amo, que lo quiero”. Sin embargo piden mucho para los demás. “Hablamos con él de los problemas de cada día, de las necesidades del mundo, de la sociedad, de cómo está la familia, del gobierno”. Entre sus preferencias a la hora de rezar está la Iglesia, los sacerdotes. Lo agradecemos de veras.

Con frecuencia llegan peticiones de gente que necesita que se ore por sus intenciones. “Hace poco –comentaba una religiosa- nos pidieron que rezáramos por un caso de leucemia de un niño, y nos han dicho que se ha curado”. Precisamente en una de estas comunidades, en las Agustinas, viven internos algo más de treinta niños, cuya edad oscila entre los 3 y 14 años, separados de sus familias por haber perdido la tutela. Parece ser que se adaptan bastante bien, gracias al cariño de las religiosas.

Aunque muchas de ellas, por no ver la televisión, no saben cómo es la sonrisa de Zapatero, son conscientes de las dificultades que está pasando la Iglesia con este gobierno y llevan el tema a la oración. Una monja, un poco mayor, decía: “me recuerda la época de la guerra”.

A la pregunta sobre qué opinión les merece el matrimonio de los homosexuales, una hermana respondía que “eso es una salsa de tomate”. El momento actual de España les parece preocupante, pero al mismo tiempo decía una hermana: “Desde la fe es un momento para que los cristianos sepan dar la cara. Me estimula a mí misma. Estoy más pendiente. Se necesitan santos. Así mi oración es más agradable a Dios”.

Una pregunta que no podía faltar es la de si alguna vez, al igual que les ha pasado a los grandes místicos, han pasado por eso que se llama las “noches oscuras del alma”, es decir esos momentos de desolación en que no se ve nada claro. Una hermana decía: “Noches muy fuertes. Noches y días”. Otra decían que no y la hermana le replicaba con mucha gracia: “Noches oscuras del alma sí las hay, sé sincera”. Y otra de otro convento nos decía: “Hay épocas de oscuridad y tentaciones de fe en que se sufre mucho. Pero en esas circunstancias una se mantiene y sigue buscando y orando porque lo necesita”. “Lo pasé mal, alejada de Dios y eso me destrozaba”. Pero precisamente ese sentirse mal, ayuda a comprender mejor lo hermoso que es no sentirse alejado de Dios. Estas situaciones, comentan, suelen darse al comienzo de la vida religiosa. Si una monja de clausura puede tener crisis de fe, nada tiene de extraño que eso nos ocurra al resto de los humanos. Pero no hay que desanimarse, porque todo se puede superar.

¿No añoran la vida de fuera del convento? ¿No echan nada de menos lo que han dejado atrás? La respuesta ha sido unánime:  “No quiero nada fuera, cuando tengo que salir, estoy deseando volver”. “No añoro nada de fuera, soy muy feliz aquí”. “No añoro nada de fuera. Somos más felices porque no estamos pendientes de que nos falte nada. Somos más felices dentro que cuando hay que salir”. “La vida aquí no es dura. Se puede llevar bien teniendo vocación”.

¿Qué piensan de la muerte? ¿Están diciendo como Santa Teresa: “muero porque no muero”?  “Creo en la resurrección, pero no llego a lo de Santa Teresa”. “Me resulta bonita la vida”. “La muerte siempre impone, te da pena”. Viviendo el cielo en la tierra, siendo felices... es normal que estén a gusto aquí.

Ellas hablan con Dios y lo escuchan: “No le oímos con los oídos corporales, pero nos ayuda”. “A alguien que dude de Dios le diré que se ve palpable, que no tengan miedo al Señor, que siempre nos favorece”.

Ciertamente es mucho lo que tenemos que agradecer a las religiosas de clausura. Nos decía una: “Sin oración no se llega muy lejos”.Y añadía: “pedimos por los que no rezan, pedimos que cada persona viva la fe, que se entreguen a Dios, cada uno en su vocación”. ¿Acaso no necesitamos todo esto?

Ha sido un placer compartir sus experiencias, saber que Dios es lo que llena verdaderamente y que si se busca en el silencio, en la oración, en el amor, en la Eucaristía... es posible encontrarlo. Gracias de nuevo, que Dios os premie con nuevas vocaciones. Os necesitamos.

 

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Viaje al Purgatorio

 

 

El puente de los Santos llena de coches las carreteras y parece que los cementerios quisieran contradecir por unas horas aquello de Bécquer: “¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!”. No sé hasta qué punto la gente sabe distinguir entre la fiesta de Todos los Santos, para honrar a los que ya están en el cielo, y el Día de Todos los fieles difuntos, dedicado a orar por las almas del Purgatorio.

Seguramente muchos se preguntarán a ver qué es eso del Purgatorio, y tal vez lleguen a pensar que es un invento de los curas o una creencia de la gente de antes, pasada de moda. Digamos, antes de nada, que la existencia del Purgatorio es un dogma de fe y que en la práctica el pueblo cristiano siempre ha demostrado creer en él. No se explicaría de otra manera la asidua costumbre rezar por los muertos.

En muchas de nuestras iglesias aparecen cuadros o relieves que intentan de alguna manera reflejar el tormento de las almas del Purgatorio, envueltas en llamas, suspirando por llegar a Dios, pero con una gran diferencia de las representaciones del infierno. En todo caso,  es normal que nos preguntemos por qué ha de existir un purgatorio

Todos somos conscientes de que en esta vida hay personas muy buenas que se sacrifican por los demás, que son todo un ejemplo de generosidad, paciencia, fe... y que tampoco faltan quienes se dedican a abusar de los demás, a explotarlos, gente egoísta, soberbia, cruel... A veces ocurre que, mientras los buenos lo pasan mal durante toda la vida, los malos disfrutan a lo grande. Algo nos dice que tiene que hacerse justicia en el momento de la muerte, de modo que no sea indiferente ser bueno o malo. Todas las religiones hablan de premio o castigo. Es verdad que los cristianos creemos en la misericordia de Dios y por ello, aunque exista la posibilidad de la condenación eterna, nos parece más acorde con el amor de Dios que ese castigo merecido tenga carácter temporal. Eso es el Purgatorio, una especie de tormento purificador que no es eterno.

Las representaciones artísticas del Purgatorio y del Infierno difieren enormemente: mientras en el infierno sólo se ven rostros de desesperación y diablos y bichos raros, en las que hacen referencia al Purgatorio está también representado Dios, la Virgen María y el Cielo; aparecen rostros doloridos, pero no desesperados. Y nada de diablos. Ya sabemos que éstas imágenes, más bien propias de otras épocas, son sencillamente maneras de ayudarnos a entender una realidad mucho más profunda. No hace falta ningún lugar para sufrir, sino que es suficiente el tormento del alma.

Aunque haya personas, entre las que se incluyen santos canonizados, que dicen haber entrado en contacto con las almas del Purgatorio, no es esa nuestra experiencia. Pero sí que podemos partir de algunas experiencias de esta vida para intentar comprender un poco esta posibilidad de tener que sufrir después de la muerte. Si hay alguno que no cree en estas cosas le diremos que allá él, pero que sepa que algún día, tal vez no muy lejano, podrá enterarse por sí mismo.

Veamos. El ser humano es fundamentalmente el mismo antes y después de la muerte. Se supone que muchas de las experiencias de esta vida han de tener bastante parecido con la vida futura. Aquí y allí el hombre busca la felicidad, aquí y allí puede sufrir, aquí y allí necesita amar y ser amado. Vistas así las cosas se entiende aquello de que el fuego del Infierno y el fuego del Purgatorio sea el mismo que el fuego del Cielo.

Empecemos por el fuego del Cielo. Es el fuego del amor. Si una persona está profundamente enamorada se dice que su corazón arde en deseos de encontrarse con la persona amada, y no puede encontrar mayor felicidad que en sentirse unido a esa persona. Así y no de otra manera es el amor de Dios. “La alegría que encuentra el esposo con su esposa la encontrará tu Dios contigo”, nos dice Isaías.

Ahora bien, supongamos que una persona muy enamorada le hace a su amante una faena tan grande que pierde para siempre su amor, al tiempo que sigue enamorada. Eso sería el infierno: descubrir toda la belleza del amor de Dios y perderlo para siempre. Es la situación desesperada de quien experimenta un terrible remordimiento sin posibilidad de vuelta atrás, tanto más amargo cuanto mayor es el amor que siente. Ojalá nadie tenga que vivir esta situación y que el infierno no pase de ser una posibilidad nunca hecha realidad.

Pero supongamos que un marido muy enamorado ofende a su esposa, o viceversa, de tal manera que la persona ofendida no decide cortar definitivamente, pero sí durante una temporada. De momento le deja. Seguro que quien se ha portado mal siente un enorme remordimiento pesar, y que se le hacen largos los días esperando volver a encontrarse con su amor.

En los tres casos, cielo, infierno y purgatorio, se trata de haber descubierto el fuego del amor de Dios, disfrutando de él, perdiéndolo para siempre o sufriendo mientras se espera algún día gozar de él.

Si en esta vida todo el mundo trata de evitar la cárcel, aunque sea por un breve período de tiempo, también merece la pena evitar la cárcel del Purgatorio. Sin embargo con frecuencia vivimos de forma bastante irresponsable. No se trata de negar la misericordia de Dios, sino de su incompatibilidad con el pecado. Si un amigo nos invita a una boda no se nos ocurre ir sucios y mal olientes, por mucha confianza que tengamos con él. No hace falta que nadie nos lo recuerde. Cuando, tras la muerte, seamos conscientes de la belleza de Dios y la fealdad de nuestro pecado, nosotros mismos comprenderemos la necesidad de purificarnos.

Si, como decía la canción “para entrar en el cielo no es preciso morir”, para saber lo que es  el Purgatorio tampoco. ¡Cuántas veces se pasa por él en esta misma vida! Por eso en los momentos de sufrimiento deberíamos tener en cuenta aquello de que no hay mal que por bien no venga. Aceptemos el dolor del cuerpo y del alma como una purificación de nuestros pecados.

 

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Alianza de civilizaciones por navidad

 

 

Desde hace bastantes años he renunciado a pasar la Nochebuena con mi familia para hacerlo en un centro de acogida en el que residen personas que por carecer de hogar o estar lejos de los suyos, necesitan mi presencia más que en mi casa. Ello no supone ningún sacrificio, sino que se trata de una gozosa experiencia. Afortunadamente sobran días en el año para estar con la familia.

Pero he aquí que este año ha sido una Nochebuena muy especial, en el sentido de que la mayoría de las personas residentes eran musulmanas, varias madres junto con sus niños. La Navidad es para un musulmán más o menos lo que el Ramadán para un cristiano y, sin embargo, a la hora de la cena, se notaba una profunda alegría, en los niños y en sus madres, que ya quisieran para sí muchos que se dicen cristianos. La que hizo de cocinera, musulmana, se cuidó de que el alimento y la bebida no contravinieran las normas del Corán, pero sin privarnos a los cristianos de tomar o beber alimentos o bebidas permitidos para nosotros.

A la hora de cantar villancicos ninguna lengua se quedó muda, eso sí, también se cantó y bailó al son de música árabe, de tal manera que nadie se impuso a nadie. Pero quizá lo que más me emocionó fue oír hablar a una niña musulmana, con toda naturalidad, del Niño Jesús. Alguien puntualizó que Jesús y María también están presentes en el Corán. Tampoco era difícil ver reflejado a Jesús en los niños y a María en las madres.

No se trata ahora decir que todo da igual, que Islam y Cristianismo se confunden como si no hubiera ninguna diferencia, sino de resaltar la importancia que tienen el amor y el respeto mutuos. Evidentemente, todo esto nada tiene que ver con el fanatismo, ni con ningún tipo de violencia ejercida en nombre de Dios, lo cual nunca ha dejado de ser un verdadero peligro.

Ahora que el actual Presidente del Gobierno ha puesto de moda eso de la “Alianza de civilizaciones” voy a darle su parte de razón, diciéndole, desde la propia experiencia, que sí que es posible y necesaria esa armonía. Pero al mismo tiempo parece oportuno hacer algunas observaciones. Es una contradicción defender la convivencia entre Cristianismo e Islam y al mismo tiempo intentar marginar o casi borrar del mapa todo lo que tenga sabor cristiano. Este año, desde las instancias gubernamentales, se han cuidado muy bien de no hacer referencia a la Navidad, sino simplemente a las fiestas.

La gozosa experiencia que me ha inspirado estas letras se debe a que unas religiosas cristianas, siguiendo las enseñanzas de Jesús, desde hace casi veinte años han abierto las puertas de su casa para acoger con amor a mujeres y niños necesitados, sin mirar su raza o su religión. Como dato interesante, recuerdo que en su día también se celebró con las residentes musulmanas la fiesta del Ramadán. No sería esto posible si la religión cristiana no fuera tolerante y si no tuviera como norma capital el amor al hermano o lo que es parecido hacer presente todo el año el espíritu de la Navidad. Alianza de civilizaciones sí, pero desde el reconocimiento de los valores cristianos, no desde su aniquilación.

 

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Amor, odio e ignorancia

 

 

Hace algunas semanas era noticia la restauración de la Iglesia de La Faba, el último pueblo leonés en el Camino de Santiago, lindando con Galicia. Lo novedoso del evento es que la mayor parte de los gastos ha corrido a cargo de un grupo de católicos alemanes, que han aportado la nada despreciable cantidad de 89.000 euros, cerca de quince millones de pesetas. No me imagino a un grupo de españoles aportando dinero para un templo alemán.

Por el contrario, a veces se dan actitudes como la que voy a relatar y que no es cuento. En un pueblo del Bierzo, allá por los años treinta, un grupo de mozos, capitaneados por el maestro, se pusieron a tirar piedras contra la iglesia. El cura, al verlos, se añadió al grupo y comenzó a arrojar también piedras contra el templo con tanta energía como los demás, ayudándoles a lapidar el edificio. Ellos quedaron ciertamente sorprendidos, por lo que el párroco decidió justificar su actitud: la Iglesia es vuestra y yo estoy a vuestro servicio; por lo tanto, puesto que queréis tirarla, yo os ayudo. Los muchachos se miraron unos a otros, y uno dijo: se está riendo de nosotros. Y depusieron su actitud.

Más grave fue cuando, por aquella misma época, una ola de barbarie decidió quemar un buen número de templos bercianos. Podemos recordar algunos nombres: Guímara, Chano, Trascastro, Peranzanes, Faro, Cariseda, Bárcena de la Abadía, Argayo, Sorbeda, Otero de Naraguantes, Fabero, Ocero, Sancedo y una buena porción de objetos religiosos en Vega de Espinareda. Hoy sería incalculable el valor de todas las obras de arte reducidas a cenizas no sé si por el odio o por la ignorancia, o por las dos cosas juntas.

Contrasta esto, ciertamente, con el amor y la cultura de los alemanes que no solamente se han fijado en la Iglesia de La Faba, sino también en otros templos bercianos y leoneses, tal es el caso de la capilla del Carmen en Ponferrada, aportando ingentes cantidades de dinero. Pero, afortunadamente, son también muchos los bercianos que han colaborado ejemplarmente en la restauración de sus templos. Un caso digno de elogio es el de los vecinos de Villasinde que, ellos solos, se han puesto manos a la obra logrando una espléndida restauración de su templo parroquial, de la que con toda razón se sienten muy orgullosos. Por supuesto, este amor a su iglesia en nada se parece al odio y la ignorancia de quienes tiraban piedras contra su propio tejado.

Ahora bien, en un edificio tan importante como el continente es el contenido. Hay un templo invisible, cuyas piedras vivas son los miembros de la comunidad y cuya riqueza va mucho más allá de los elementos materiales. Me pregunto si muchos que presumen de cultos y civilizados no estarán tirando piedras contra ese edificio invisible, pero real, dilapidando todo un patrimonio espiritual y moral que ha sido la base de nuestra civilización española y europea. Es triste constar que algunos dirigentes políticos estén empeñados en que niños y jóvenes no estudien, y por lo tanto ignoren, el origen, razón de ser y belleza de toda esta herencia cultural. Probablemente algún día también habrá que lamentarlo.

 

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Fútbol y política

 

Probablemente el fútbol y la política son dos de los temas sobre los que más se discute y debate a nivel de tertulias en los bares o entre amigos y conocidos. Tratándose de dos materias diferentes, cabe señalar que tienen bastantes elementos en común. En primer lugar suelen desatar acaloramientos y pasiones. Cada cual intenta defender su postura a favor de su equipo favorito o de su partido político predilecto con gran ímpetu, sin pararse a escuchar los argumentos del contrario. Hasta el mismo lenguaje emplea términos comunes para ambas realidades: “partido” de fútbol, “partido” político. Si nos atenemos al origen etimológico de la palabra, el verbo partir, comprobaremos que ante el fútbol y la política la gente se parte, se divide, en bandos.

De fútbol y de política todo el mundo sabe mucho. Se discuten y critican las jugadas, se sugieren leyes y soluciones a los problemas económicos de la nación y del mundo, se descalifica a los jugadores, a los árbitros o a los gobernantes de turno. No sé si esas mismas personas que critican tendrían la misma facilidad para demostrar sus conocimientos en el terreno de juego o en el despacho de un ayuntamiento o de un ministerio. Pero, a juzgar por lo que se oye, parece que hay mucha gente de valía a quien no se ha dado la oportunidad de demostrarla.

Cuando uno es hincha de un equipo de fútbol suele serlo con todas las consecuencias hasta los últimos días de su vida, por muchas que sean las derrotas del equipo propio o por aplastantes que sean las victorias del equipo rival. Otro tanto ocurre a numerosas personas con el mundo de la política: o rojos de pies a cabeza hasta el último suspiro, o de derechas de toda la vida hasta que ésta se acabe. Son incapaces de ver un acierto en sus adversarios o de reconocer el más mínimo defecto en los propios. La diferencia entre el fútbol y la política es que mientras en el primero resulta indiferente que gane un equipo u otro, las consecuencias de la forma de gobernar de unos o de otros nos afectan mucho más.

En las llamadas “repúblicas bananeras” la gente suele andar por los extremos: unos como acérrimos defensores de una ultraderecha egoísta e insolidaria, otros como partidarios de una revolución prometedora de paraísos fáciles, y en la práctica inalcanzables, a juzgar por  la persistencia de escandalosas diferencias sociales.  Tal vez por eso, en los países en los que la cultura y el nivel de vida son más elevados, como es el caso de muchos países europeos, donde el estado de bienestar suele ser patrimonio común, las diferencias entre los diversos partidos tienden a acortarse cada día más, girando lo más posible en torno a lo que llamamos el centro político, sea centro izquierda o centro derecha. Siendo realistas, lo normal es que todos prometan casi lo mismo: trabajo, bienestar, paz, calidad de enseñanza, pensiones dignas, invertir en investigación, favorecer el deporte y la cultura, mejores infraestructuras, etc... El verdadero drama de estar en la oposición se debe a que en muchos casos, aunque no se pueda decir, habría que dar la razón al adversario.

Entonces, ¿en qué está la diferencia? En primer lugar en la honradez y en la capacidad de cumplir las promesas. Ninguna sigla garantiza de por sí la honestidad del gobernante, en todos los partidos se cuecen habas y la confianza ha de ganársela cada cual a pulso.

Dado que no es lo mismo “predicar que dar trigo”, las solas palabras no son lo más importante. Puestos a prometer se pueden decir maravillas. Pero otra cosa muy distinta son los hechos. Por ello la alternancia del poder permite cada vez más al ciudadano distinguir entre lo deseable y lo creíble o alcanzable. Se supone que el pueblo es, en este sentido, cada vez más sabio por ser más experto.

Hay dos palabras, “progresismo” y  “conservadurismo” que parecen reflejar el talante de la izquierda y la derecha, respectivamente, lo que distinguiría a unos de otros. Pero, ¿todo cambio social significa siempre verdadero progreso?, ¿es progreso el deterioro de la institución familiar o la promiscuidad?, ¿no hay cosas que deben ser conservadas?, ¿es malo conservar la buena educación y el respeto?, ¿es progresista la marginación de los valores evangélicos que en definitiva han configurado lo mejor de la sociedad occidental?, ¿es correcto mantener situaciones de injusticia y abuso en el ámbito social y empresarial?

A veces, por desgracia, el afán por el poder no nace del deseo de servir a la sociedad, sino de servirse de ella y de apuntarse al carro de los que mandan, de manera interesada y egoísta. Esto se da en la izquierda y en la derecha. No es, pues, lo mismo hacer oposición por la voluntad sincera de solucionar los problemas de los ciudadanos que hacerlo por el interés personal, entristeciéndose de los aciertos de quien gobierna y alegrándose de sus fracasos.

¿Cuándo llegará el día en que quienes aspiren a gobernar, tengan como objetivo primordial el servicio a la comunidad y no a sí mismos o a su partido y acepten todas las iniciativas buenas, vengan de donde vengan, y eviten todo lo que es malo, aunque para ello tengan que rectificar lo que ha sido práctica o teoría habitual de sus respectivas formaciones políticas? Para ello tenemos que dejar de utilizar los mismos criterios que en el fútbol, esto es, tenemos que dejar de ser de ideas fijas y apuntarnos al que mejor juegue.

 

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